Berrog¨¹etto y B¨¦la Fleck baten r¨¦cords de p¨²blico en la edici¨®n m¨¢s ecl¨¦ctica de Ortigueira
Kepa Junquera y Gaiteiros de Lisboa cerraron anoche la 18? edici¨®n del festival celta
Con el orvallo, la lluvia fina del pa¨ªs, afianzando un a?o m¨¢s su tenaz protagonismo, el Festival Internacional do Mundo Celta de Ortigueira consumi¨® este fin de semana su edici¨®n n¨²mero 18 ante la mirada expectante de unos 65.000 aficionados, una cifra descomunal para una villa menuda y recoleta en la que apenas 2.000 almas tienen certificado de empadronamiento.
Este desaf¨ªo a los par¨¢metros de Protecci¨®n Civil no s¨®lo avala la vigencia de unas m¨²sicas que a menudo invitan al hedonismo, sino tambi¨¦n el car¨¢cter casi inici¨¢tico que ha ido adquiriendo esta cita, a la que se apuntan desde los folkies m¨¢s aguerridos a los jovenzuelos que, aun sin saber muy bien qui¨¦n es ese tal Liam O'Flynn, engordan sus cigarros con sustancias prohibidas lejos de la mirada de pap¨¢.
Llegar a Ortigueira, en el v¨¦rtice noroccidental de la provincia de A Coru?a, constituye en s¨ª mismo una importante aventura, ya se acceda desde Ferrol, Asturias o por la infame carretera del interior. Una vez alcanzado el Parnaso, en consecuencia, no se puede desperdiciar un solo segundo. Y el cartel, cada vez m¨¢s notable y ecl¨¦ctico -para dar en las narices a quienes toman el celtismo por un credo integrista-, facilita el fest¨ªn alborotado.
Magia y virtuosismo
El flautista y gaitero vigu¨¦s Carlos N¨²?ez suministr¨® el viernes la raci¨®n de magia y virtuosismo que siempre se espera de ¨¦l, aunque esa puntual querencia suya por el aspaviento y el soniquete de radiof¨®rmula pueda desembocar en ardor de est¨®mago. Tampoco ayud¨® la invitaci¨®n cursada al guitarrista bret¨®n Dan Ar Braz, hasta ahora in¨¦dito en los escenarios espa?oles, con el que estren¨® un himno cuasi ¨¦pico que no se habr¨ªa atrevido a firmar ni el ¨²ltimo Mike Oldfield.
Con menos ¨ªnfulas, pero no poco encanto, se presentaron las seis cantareiras de Anub¨ªa, que se esfuerzan por poner al d¨ªa esas pandereitadas de la Galicia rural que hace no mucho estuvieron a un tris de olvidarse para siempre. A¨²n les falta desparpajo en el escenario, pero lo tendr¨¢n. La Musga?a aport¨® la belleza sobria de la m¨²sica castellana (aunque el ferrolano Carlos Beceiro jugaba en casa), y en medio de una oferta de tanta enjundia alguien tendr¨¢ que explicar el formidable disparate que representa la inclusi¨®n en el cartel de Akelarre Agrocelta, un grupo (o, tal vez, una panda de amiguetes) grosero como un manchurr¨®n de ketchup o como una tarde entera escuchando chistes de Los Morancos.
Frente a otros talantes m¨¢s propensos al estruendo, Liam O'Flynn encarna esa sabidur¨ªa afable y serena del maestro veterano. El gaitero irland¨¦s abri¨® la velada sabatina con un par de tonadas gallegas muy bien aprendidas de su amigo Xos¨¦ Ferreir¨®s, de Milladoiro, y rubric¨® otras melod¨ªas hermosas como ese The bridge que compuso a instancias del Gobierno de la rep¨²blica. Le respalda un guitarrista exquisito -Arty McGlynn- con el que comparte generaci¨®n, y un teclista m¨¢s joven que proporciona un relleno arm¨®nico muy poco imaginativo, casi de gomaespuma, en lo que constituye una tendencia cada vez m¨¢s incomprensible entre los artistas de acreditado perfil ac¨²stico.
B¨¦la Fleck, que cerraba la gira espa?ola, encarn¨® la vertiente m¨¢s gozosamente ap¨®crifa del cartel. Hace unos pocos d¨ªas, el banjista neoyorquino se confesaba gratamente sorprendido de que su propuesta, un envenenado cruce entre bluegrass y jazz contempor¨¢neo, encontrara acomodo en un festival de apellido c¨¦ltico. Sus duelos con esa locomotora del bajo el¨¦ctrico llamada Victor Wooten o con el saxofonista Peter Coffin se recordar¨¢n como una de las mejores cosas que le han podido ocurrir a Ortigueira.
Madurez
Igual que entre las circunstancias m¨¢s felices que ha deparado el folclore gallego habr¨¢ que mencionar siempre a Berrog¨¹etto, un septeto que ha alcanzado una madurez casi insultante con su reciente tercera entrega discogr¨¢fica, Hepta.
Anxo Pintos, Guadi Galego y compa?¨ªa se sobrepusieron a un sonido al principio aturullado y a la inicial frialdad del p¨²blico para con los complejos par¨¢metros de la banda, siempre m¨¢s amiga de contratiempos y amalgamas que de los c¨®digos binarios. Ciertos discursos requieren de una implicaci¨®n adicional que, a eso de las tres de la madrugada, no siempre se consigue.
Para ayer, domingo, jornada en la que se constat¨® la ins¨®lita aparici¨®n de alg¨²n rayo solar, se esperaron las actuaciones del trikilitari bilba¨ªno Kepa Junkera, los gitanos rumanos de Taraf de Ha?douks y los muy interesantes Gaiteiros de Lisboa, con sus polifon¨ªas vocales e instrumentos de metal.
Ortigueira se ha hecho mayor, definitivamente, aunque algunas de sus circunstancias paralelas (el calimocho mancomunado en garrafas de cinco litros, los perros vagabundos que hunden sus hocicos en las bolsas de basura) todav¨ªa afeen el saludable aspecto de la criatura.
Babelia
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