?Estado de la naci¨®n sin estado del mundo?
Cuando llega la hora de la pol¨ªtica se suele olvidar la de la globalizaci¨®n. Parece mentira, pero, por lo que indica el gui¨®n del Gobierno, entre hoy y ma?ana se va a debatir en el Congreso sobre el estado de la naci¨®n sin prestar la debida atenci¨®n al mundo exterior; aunque inevitablemente se entrar¨¢ en el conflicto del islote de Perejil y unas relaciones entre Rabat y Madrid que son estrat¨¦gicas para ambos y deber¨ªan tener otro cariz. Pero el estado de Perejil no es el estado del mundo ni el de la naci¨®n.
Muchos de los problemas internos -desde la reforma laboral, la crisis burs¨¢til o los nacionalismos- tienen mucho que ver con lo de fuera. As¨ª, la entrada de pa¨ªses peque?os en la UE puede alimentar las tendencias independentistas en algunos nacionalismos como el vasco o el catal¨¢n, cuando deber¨ªa ocurrir lo contrario: los intereses de Catalu?a o el Pa¨ªs Vasco pueden verse mejor defendidos si Espa?a gana peso en la UE y se logra una articulaci¨®n leal entre las comunidades aut¨®nomas y el Gobierno central en materia europea. Importa mucho la idea de Europa que se tenga. Es de esperar que Ana Palacio en Exteriores aporte m¨¢s claridad al respecto. Al menos, se podr¨¢ dar a s¨ª misma instrucciones claras, y quiz¨¢s se pueda esperar que la diplomacia espa?ola empiece a recibirlas.
En la actual coyuntura, el estado del mundo es especialmente preocupante, y su evoluci¨®n en los pr¨®ximos meses nos afectar¨¢ de modo directo. Los planes de EE UU para atacar a Irak, su despreocupaci¨®n de los palestinos, la tensi¨®n entre India y Pakist¨¢n, con Al Qaeda enredando por medio mientras Afganist¨¢n sigue en el candelero, forman un arco de crisis en el que se puede desencadenar una reacci¨®n de imprevisibles consecuencias, especialmente si la chispa salta en momentos dif¨ªciles para la econom¨ªa, con Bush y Cheney en apuros por sus actividades empresariales pasadas y cuando la distancia entre Washington y Europa est¨¢ en un grado no alcanzado desde la crisis de Suez en 1956, pues difieren cada vez m¨¢s en su visi¨®n del mundo. ?No deber¨ªa debatirse de todo esto que, para bien o para mal, afectar¨¢ a nuestro bienestar?
Factor de preocupaci¨®n a?adida es que empiecen a parecer normales situaciones como la invasi¨®n del poder judicial por diversos Ejecutivos o personajes que hace un par de a?os resultaban excepcionales, como Haider en Austria; la participaci¨®n en el Gobierno de Italia -encabezado por un primer ministro que legisla a la medida de sus intereses particulares- de partidos que poco tienen que envidiarle al austr¨ªaco, como la Alianza Nacional y la Liga del Norte, o que en Francia un presidente, tras haber salvado a su pa¨ªs de la extrema derecha, se vea protegido por el cargo frente a acusaciones de corrupci¨®n, aunque no contra los fan¨¢ticos como el que ayer trat¨® de disparar contra Chirac. En fin, ante cada uno de los integrantes del G-8 o del actual Consejo Europeo habr¨ªa que preguntarse como Allen (Woody): '?Le comprar¨ªa usted un coche de segunda mano?' La crisis de liderazgo es patente.
La pol¨ªtica en democracia es esencialmente local, pues no hay marco democr¨¢tico para lo global, que, sin embargo, pesa cada vez m¨¢s. ?No se merece la naci¨®n un debate sobre el estado del mundo? Olvidar nuestras circunstancias no resulta neutral. El hecho de que los europe¨ªstas no hablen a fondo de Europa deja el campo pol¨ªtico libre a los antieuropeos y el no hablar a fondo del mundo exterior alimenta tambi¨¦n la xenofobia interna. Si la pol¨ªtica nacional se muestra impotente ante la globalizaci¨®n, la ciudadan¨ªa seguir¨¢ distanci¨¢ndose de la pol¨ªtica. Desde sus inicios, este peri¨®dico, que significativamente se llama EL PA?S, tambi¨¦n significativamente se abre por la secci¨®n de Internacional, aunque la globalizaci¨®n haya hecho que desborden las habituales divisorias.
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