La extra?a crisis (2)
'El que no est¨¢ conmigo est¨¢ contra m¨ª'
G. Bush (W)
Como me han llamado la atenci¨®n sobre las dificultades de comprensi¨®n de la tribuna 'La extra?a crisis', publicada en EL PA?S el pasado mes de junio, he decidido insistir, desgranando otros aspectos de la realidad internacional que la configura.
Cuando califico de extra?a esta crisis, me refiero a la falta de pr¨¢cticas hist¨®ricas adquiridas para interpretarla, lo que complica el an¨¢lisis. Los c¨®digos que nos permit¨ªan orientarnos en el pasado inmediato, con su taxonom¨ªa de pol¨ªtica de bloques, guerra fr¨ªa, y ciclos econ¨®micos, son insuficientes o irrelevantes para diagnosticar esta crisis global, tanto en sus aspectos econ¨®micos y financieros, como, y sobre todo, pol¨ªticos y de seguridad.
El recorrido pretende ir desde el papel de Estados Unidos como superpotencia exclusiva, ?y excluyente?, que por primera vez se siente amenazada en su territorio, hasta las nuevas fracturas en la comunidad internacional -reales o inventadas-, pasando por la p¨¦rdida de relevancia de Europa, desde el Atl¨¢ntico a los Urales, y a¨²n m¨¢s de Jap¨®n. Pero sin olvidar la marginalidad angustiosa de ?frica, o el desplome pol¨ªtico y econ¨®mico de una gran parte de Am¨¦rica Latina.
Fracturas entre lo que llamamos convencionalmente 'mundo occidental', y lo que no es occidente aunque tampoco sea 'oriente', sino 'lo otro', lo que queda fuera y empieza a percibirse como el origen de las amenazas, con el riesgo de terminar configur¨¢ndolo como el nuevo enemigo de referencia.
Estados Unidos se siente solo y empieza a estarlo. Puede empezar a necesitar que lo defiendan de s¨ª mismo, aunque perciba lo contrario, haciendo la tarea casi imposible. Enfrenta, como el resto del mundo, una crisis econ¨®mica desconcertante y una crisis de seguridad radicalmente nueva en la naturaleza de las amenazas que la provocan. Mezcla un fuerte pragmatismo en su econom¨ªa interna con una mantenida ideologizaci¨®n en la externa. Apela al absoluto cuando se trata de la amenaza del terrorismo internacional, con pr¨¢cticas tradicionales de respuesta b¨¦lica que no parecen conseguir los objetivos de disminuci¨®n de los riesgos, sino lo contrario.
Para defender su econom¨ªa inyecta liquidez al sistema, baja los tipos de inter¨¦s hasta hacerlos negativos, devuelve impuestos, recupera a Keynes aumentando gastos de defensa y no duda en introducir medidas proteccionistas en la industria tradicional o en la producci¨®n agraria. El d¨¦ficit cero es historia pasada.
Pero cambia el pragmatismo de sus medidas internas por la exigencia de pol¨ªticas ortodoxas seg¨²n la biblia neoliberal cuando se trata de la crisis Argentina (no de la Turca), o de sus relaciones con M¨¦xico u otros pa¨ªses. La nueva regla USA parece ser: 'El mercado interior de Estados Unidos es solo nuestro y los mercados de los dem¨¢s pa¨ªses deben ser compartidos'.
Pero esta pol¨ªtica tiene sus l¨ªmites y en el caso argentino est¨¢n ampliamente rebasados. El Fondo Monetario no puede seguir practicando el fundamentalismo ejemplificador que parece haber decidido con la Rep¨²blica Argentina, sin riesgos grav¨ªsimos para ese pa¨ªs y para la regi¨®n. Am¨¦rica Latina ha pasado de ser un conjunto de pa¨ªses emergentes, a convertirse en una zona cr¨ªtica en situaci¨®n de emergencia.
Frente a la agresi¨®n terrorista del 11 de septiembre y la persistencia evidente de una amenaza que no ha sido controlada, ni siquiera definida, el pragmatismo ha sido sustituido por apelaciones casi religiosas, como la que implica la reiteraci¨®n de 'el que no est¨¢ conmigo est¨¢ contra m¨ª', o la b¨²squeda de un confuso 'eje del mal', que ocultan la carencia de nuevas pol¨ªticas de seguridad adecuadas a la naturaleza de las amenazas, y exhiben una desconfianza arrogante en las posibilidades de cooperaci¨®n leal de los pa¨ªses amigos.
La 'guerra fr¨ªa', compa?era de viaje del mundo bipolar, ofrec¨ªa la 'ventaja' de la previsibilidad, con m¨¢rgenes de sorpresa relativamente reducidos, que permit¨ªan mover las fichas en el tablero mundial con riesgos controlados y una simplificaci¨®n de las categor¨ªas amigo-enemigo.
Pero aquellos dividendos de la paz, de los que hablaba el viejo Bush, no llegaron a los pa¨ªses emergentes y se alejaron de los marginales, en medio del menosprecio de la pol¨ªtica como organizaci¨®n del espacio p¨²blico compartido y la exaltaci¨®n del mercado como ¨²nica regla que defin¨ªa el pensamiento ¨²nico y el fin de la historia.
En la ¨²ltima d¨¦cada del siglo XX, empezaron a aflorar conflictos calientes y dispersos, que han ido creando las condiciones de esta crisis. Tanto la naturaleza de esos conflictos abiertos, como la de los ataques terroristas en la escala que estamos viviendo, escapan a la taxonom¨ªa de la guerra fr¨ªa, como se escapa a Israel la respuesta al conflicto palestino con los atentados suicidas, o como se fue de control la implosi¨®n yugoslava o los genocidios africanos.
Nuevas agresiones, imprevisibles en sus objetivos concretos, inasibles en la definici¨®n del enemigo al que responder, que esconden el origen y el destino y se escabullen a la predeterminaci¨®n a la que el mundo bipolar estaba habituado, nos sit¨²an en la necesidad de an¨¢lisis alternativos, en los que la 'inteligencia', como informaci¨®n procesada de manera relevante, tiene mucha mayor trascendencia que la potencia de fuego. No son los ej¨¦rcitos regulares los que controlar¨¢n y disminuir¨¢n las amenazas del terrorismo internacional, ni los atentados suicidas. Los m¨¦todos tradicionales serv¨ªan para guerras tradicionales entre estados naci¨®n, pero hoy no parecen relevantes para estos conflictos.
?Qu¨¦ hacer cuando la ¨²nica superpotencia resultante de la liquidaci¨®n de los bloques, nos sit¨²a ante la opci¨®n de estar con ella o contra ella?
En los tiempos del viejo Bush, pod¨ªamos discrepar de su pol¨ªtica centroamericana y estar de acuerdo en sus propuestas respecto del conflicto ¨¢rabe-israel¨ª. Con Clinton pod¨ªamos discutir la mejor forma de enfrentar la crisis de los Balcanes o la relaci¨®n con Rusia. Pod¨ªamos expresar posiciones contrarias, favorables o matizadas, respecto de la posici¨®n estadounidense, sin caer en la condena b¨ªblica del contra nosotros.
Ahora, establecida esta divisoria radical, el espacio de la discrepancia ha desaparecido y, por eso mismo, el de la cooperaci¨®n leal, sustituida por nuevos rencores o por una sumisi¨®n in¨²til, para Estados Unidos y para los dem¨¢s.
?Qu¨¦ hacer con los intentos de definir un enemigo predeterminado en lo que se est¨¢ llamando el 'eje del mal'?
Es ineficaz y de dram¨¢ticas consecuencias 'inventarse' a los enemigos para aparentar que se dispone de una estrategia. Y es dram¨¢tico porque terminar¨¢ convirti¨¦ndose en una verdad obligada que nos llevar¨¢ al 'choque de civilizaciones', como sustituto del choque ideol¨®gico de la pol¨ªtica de bloques.
No es cre¨ªble, por ejemplo, que Castro sea una amenaza para Estados Unidos y menos a¨²n una amenaza bioterrorista. Se puede criticar al r¨¦gimen por la ausencia de libertades democr¨¢ticas, por su car¨¢cter dictatorial, por m¨¢s que no sea comparable con las dictaduras del cono sur que se aceptaban con tanta complacencia, pero es un desprop¨®sito el intento de colocarlo en 'el eje del mal'.
Hace unas semanas se firm¨® el pacto OTAN-Rusia, que hace una d¨¦cada parec¨ªa cargado de sentido como cierre de un periodo hist¨®rico que conocimos como 'equilibrio del terror'. Pero en la situaci¨®n actual tendr¨¢, inexorablemente, otras lecturas y otras consecuencias.
No hablo de la incomodidad de los que se acercaron a la OTAN para no sentarse en la misma mesa de los rusos y ahora se los encuentran de vuelta, sino del sentido del pacto en la situaci¨®n actual.
Ya no es el pacto del atl¨¢ntico norte, sino el de Bering a Bering, dando la vuelta al mundo. Como no define la posici¨®n de bloque contra bloque de anta?o, es inquietante pensar frente a qui¨¦n o quienes se plantear¨¢ en el futuro la defensa de ese conjunto.
Con la excepci¨®n de Turqu¨ªa (que confirmar¨ªa la regla), parece un pacto civilizatorio judeo-cristiano, u 'occidental' en el sentido que le d¨¢bamos anteriormente. Queda fuera China, el mundo isl¨¢mico ¨¢rabe y no ¨¢rabe, adem¨¢s de la India budista y con el mayor contingente humano musulm¨¢n del planeta. Otras zonas o regiones, salvo Corea del Norte, est¨¢n menos concernidas porque se consideran poco relevantes como riesgo para la seguridad post 11-S.
El intento de definir un nuevo 'eje del mal', como enemigo de referencia, ?no estar¨¢ configurando un enemigo civilizatorio o religioso, aunque no sea preexistente? ?No nos estaremos encaminando a la configuraci¨®n del 'otro' que justificar¨ªa ma?ana el nuevo pacto?
Si los ataques terroristas contin¨²an, y nada hace prever que no sea as¨ª, estaremos abriendo nuevas l¨ªneas de fractura distintas de las del pasado siglo XX porque no ser¨¢n bloques definidos por ideolog¨ªas pol¨ªticas como las de la guerra fr¨ªa. Pero si nos empe?amos en identificar el origen de las amenazas con identidades religiosas o culturales, forzaremos nuevas mitolog¨ªas, m¨¢s imprevisibles y desordenadas que las preexistentes, m¨¢s radicales y excluyentes.
Un mal comienzo para el siglo XXI.
Felipe Gonz¨¢lez es ex presidente del Gobierno espa?ol.
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