Multiculturalismo pluralista
Hay un planteamiento esencialista que concibe a las culturas como realidades perfectamente definidas, coherentes y homog¨¦neas, n¨ªtidamente diferenciadas unas de otras. Es curioso que este sea el planteamiento b¨¢sico de dos perspectivas en principio contrapuestas: la de quienes rechazan la posibilidad misma de la convivencia multicultural -como Huntington y su tesis del choque de civilizaciones, o como los movimientos neoracistas al estilo del Frente Nacional de Le Pen, que se cuidan mucho de establecer jerarqu¨ªas entre las distintas culturas y reivindican el mantenimiento de la 'pureza' de cada una de ellas, rechazando cualquier forma de mestizaje- y la de algunas variedades de multiculturalismo apoyadas en el relativismo cultural.
En efecto, apoyados en una concepci¨®n de las culturas naturalista y esencialista, algunos multiculturalistas suponen que las culturas son inconmensurables, de tal manera que no es posible valorar, mucho menos juzgar, las creencias y los comportamientos de una cultura desde los valores de otra, siendo por tanto todas las creencias y todos los comportamientos, en la medida en que resulten ser coherentes y funcionales a su cultura de referencia, igualmente respetables.
Este multiculturalismo relativista acaba convirti¨¦ndose en nihilismo pr¨¢ctico, ya que se rechaza la posibilidad de contar con criterios transculturales desde los cuales pueda juzgarse una determinada pr¨¢ctica cultural. La defensa de una determinada identidad puede volverse, con demasiada facilidad, rechazo rabioso de cualquier tipo de alteridad. Este culturalismo esencialista s¨®lo puede producir, como consecuencia, o bien el rechazo a la diversidad (en el caso del neoracismo) o bien la mera yuxtaposici¨®n de guetos culturales que practica una tolerancia de chalet adosado, sin di¨¢logo mutuo. De ah¨ª que haya quienes contraponen multiculturalismo y pluralismo, rechazando el primero y apostando por el segundo. Pero tal oposici¨®n no es necesaria.
Frente a esta perspectiva esencialista, la alternativa est¨¢ en un multiculturalismo pluralista, en lo que Touraine ha denominado multiculturalismo republicano, que busca construir el orden ¨²nico de la ley por encima -que no contra- la pluralidad cultural, convencido de la posibilidad y la necesidad de sostener una vida social com¨²n entre poblaciones de cultura diferente bajo un mismo marco pol¨ªtico. Para ello, es fundamental reconvertir las identidades nacionales, ¨¦tnicas o religiosas en procesos, cuestionando todo intento de reificarlas (es decir, de naturalizarlas, de objetivarlas, de fosilizarlas), pensando menos en t¨¦rminos de 'identidades' y m¨¢s en t¨¦rminos de 'identificaciones'.
Tambi¨¦n ser¨¢ preciso fomentar todos aquellos compromisos que aliementen las afiliaciones m¨²ltiples, relacionando entre s¨ª las divisiones nacionales, ¨¦tnicas y religiosas presentes en la sociedad con el objetivo de descubrir y afirmar, all¨¢ donde otros pretendan naturalizar unas supuestas diferencias, divisiones relacionadas.
En palabras de Gerd Baumann: 'Cuando el discurso reificador habla de ciudadanos o de extra?os, de etnias p¨²rpuras o verdes, de creyentes o ateos, debemos preguntarnos por ciudadanos ricos o pobres, por etnias poderosas o manipuladas, por creyentes casados o pertenecientes a una minor¨ªa sexual. ?Qui¨¦nes son las minor¨ªas dentro de las mayor¨ªas, qui¨¦nes son las invisibles mayor¨ªas en relaci¨®n con las minor¨ªas? El principio es siempre el mismo: plantear una pregunta que interrelacione una divisi¨®n considerada absoluta en cualquier contexto. Nada de lo que hay en la vida social est¨¢ basado en un absoluto, ni siquiera la idea de lo que es una mayor¨ªa o un grupo cultural'. En definitiva: buscar las semejanzas all¨ª donde otros pretenden levantar muros de separaci¨®n; se?alar las diferencias all¨ª donde otros pretenden definir unidades supuestamente naturales.
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