Beatus ille...
Qu¨¦ dif¨ªcil resulta irse de vacaciones. Me refiero a esa cosa tan sencilla como desconectar durante cuatro o cinco d¨ªas. De entrada, est¨¢ la carretera. Pongamos que el atasco no dure mucho y que no se coincida en los tramos m¨¢s sensibles con ciertos ¨¦mulos de Schumacher a bordo o bien de utilitarios forzados al m¨¢ximo o de un abultado n¨²mero de toneladas sobre varios ejes. Pero entonces pasa como una exhalaci¨®n una furgoneta en cuyos flancos ofrece grifer¨ªas, bombas -de agua- y, qu¨¦ casualidad, grupos de presi¨®n. ?Se tratar¨¢ de alg¨²n tipo de mensaje? Un poco m¨¢s adelante, el coche comienza a emitir hipos y gru?idos. Resulta que no tiene agua y la paranoia comienza a relacionar una cosa con otra y por aquello de que al enemigo ni agua uno empieza a convencerse que los grupos de presi¨®n le han echado mal de grifo, digo de ojo. M¨¢s vale que la carretera es corta, pero cuando uno llega al pueblo, un pueblo de verdad con sus cuatro casas y su campo, se encuentra con una calle llamada Tortuosa y no puede evitar pensar en Madrazo.
En el monte las cosas no van mejor. Al caminar por donde pisan los bueyes uno comprueba que ya no va por all¨ª Ibarretxe. Se trataba de una met¨¢fora arriesgada porque, pese a querer ensalzar la sensatez, los sitios por donde van los bueyes, o las vacas si vamos al caso, est¨¢n hechos un asco, pero en fin. Al pasar un tal Fern¨¢ndez cabalgando su bicicleta de monta?a, uno observa que tampoco le acompa?a el lehendakari de todos los vascos y cuando piensa que es porque igual se ha ido a Mallorca para comprobar c¨®mo viven de verdad los alemanes, no puede uno menos que suponer los gratos d¨ªas que nos esperan cuando a nuestros abuelos vascos les pidan el visado para ir a Benidorm y eso los que tengan con qu¨¦, porque la mayor¨ªa se va a jubilar con lo puesto. M¨¢s vale que Dios es misericordioso y aunque apriete no ahoga como lo demuestra que ponga por fin la met¨¢fora de Ibarretxe al alcance del desasosegado excursionista. Est¨¢ en las grajas que graznan en los despe?aderos s¨®lo para que sus gritos suenen tan amplificados como insensatos. O quiz¨¢ en el desm¨¢n, ese ratoncillo pirenaico con nombre prepotente.
Cuando se asume que hay una conspiraci¨®n mundial para impedir que uno pueda abandonarse y desconectar, se disfruta con cosas como que haga un sol de justicia, pero ¨²nicamente como detonante de una sed de justicia que, por aquello del senderismo, uno se limita a calmar con un trago de la cantimplora. Lo mismo ocurre con el silencio. Resulta tan perfecto que hace doble el descanso, por lo que uno se despierta en la mitad de tiempo y puede dedicarse a poblar las largas horas de la noche con su galer¨ªa de retratos favoritos donde no falta un Otegi vagando como el fantasma del Lara byroniano por un castillo inmenso aunque embargado. Menos mal que las pesadillas cobran fin a las cinco de la ma?ana, el momento exacto en que los p¨¢jaros se ponen a gorjear para darle al insomnio una causa por lo menos inmediata. Aunque no menos molesta, porque el o¨ªdo ciudadano s¨®lo est¨¢ hecho a los p¨¢jaros de cuenta y no a esas flores de plumas -reparen en la imagen extra¨ªda del m¨¢s fino barroco espa?ol- que pueden ser tambi¨¦n buitres y quebrantahuesos en el cielo, dicho sea sin ¨¢nimo de ofender.
Entre las muchas cosas olvidadas el pueblo, un pueblo como Dios manda con sus abuelos sentados a la puerta y el tiempo que fluye cansino, ofrece las aut¨¦nticas cagarrutas de perro aquellas de los chuchos de anta?o que al pisarlas se deshac¨ªan en arena inodora y no como las de los sobrealimentados perros de la capital que apestan y embadurnan zapatos y m¨¢s aceras. El pueblo tambi¨¦n ofrece moscas, esos bichos de otro tiempo que se posan en la coronilla para recordarle a uno que apenas le queda dentro de la b¨®veda craneal poco m¨¢s que ese frufr¨² y ese cosquilleo que ¨²nicamente los pechisacados toman por ideas. Pero como todo lo bueno tiene su fin, tambi¨¦n lo tienen las vacaciones y uno regresa a casa para reencontrarse con el aut¨¦ntico verano vasco. Ya saben, sin sol, pero con gracia. Como las palabras de Bego?a Errazti pidiendo 'respeto a la decisi¨®n de otro Parlamento, guste o no guste lo que decida'. ?Se referir¨¢ tambi¨¦n al espa?ol?
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