El desnudo m¨¢s bello e il¨ªcito
Veintitr¨¦s cuadros de grandes maestros de la talla de Alberto Durero, Tiziano, Tintoretto, Veron¨¦s, Annibale Carracci, Guido Reni, Rubens, Furini y Goya se pueden apreciar en el Museo del Prado en la exposici¨®n La Sala Reservada y el desnudo en el Museo del Prado, abierta hasta el 29 de septiembre. Si resulta impresionante la simple relaci¨®n de nombres, todav¨ªa lo es m¨¢s, en funci¨®n del tema propuesto, el del desnudo, ya que todos ellos han creado prototipos ejemplares al respecto o se han explayado con sus mejores galas pict¨®ricas. En este sentido, como es notorio, el Museo del Prado posee una de las m¨¢s fascinantes colecciones de bellos desnudos pintados, lo que avala la presente iniciativa, que, al juntar en una sala algunos de los mejores, acredita el valor de este deslumbrante patrimonio. De todas formas, advirtamos que la muestra no es s¨®lo una antol¨®gica del desnudo, sino, como advierte el t¨ªtulo de su convocatoria, una evocaci¨®n de lo que hist¨®ricamente fue 'La Sala Reservada', el subterfugio empleado por algunos monarcas para disfrutar de tan hermoso espect¨¢culo sin producir esc¨¢ndalo. No en balde, el comisario de la muestra, Javier Port¨²s, conservador de pintura espa?ola del siglo XVII del propio museo, fue asimismo el autor de un muy renombrado estudio, publicado en 1998, con el t¨ªtulo La Sala Reservada del Museo del Prado y el coleccionismo de pintura de desnudo en la corte espa?ola, 1554- 1838, donde daba cumplida cuenta de los muy curiosos avatares de este goce art¨ªstico de algunos monarcas espa?oles al resguardo de las miradas indiscretas.
LA SALA RESERVADA Y EL DESNUDO EN EL MUSEO DEL PRADO
Museo del Prado Paseo del Prado, s/n. Madrid Hasta el 29 de septiembre
Este trabajo de investigaci¨®n
as¨ª como la exposici¨®n actual, que es su consecuencia directa, tienen adem¨¢s el inter¨¦s de plantear, a trav¨¦s de este incidente dom¨¦stico de los entresijos de palacio, el trasfondo cultural del moralismo contrarreformista espa?ol, que gravit¨® con fuerza sobre el arte, a veces, como en este episodio, atosig¨¢ndolo con prohibiciones y limitaciones de todo tipo. De esta manera, a trav¨¦s del libro citado, y ahora en el cat¨¢logo que acompa?a a la exposici¨®n, el aficionado puede encontrar un caudal de noticias singulares y enjundiosas, no s¨®lo sobre este asunto, sino sobre el tan glorioso coleccionismo de los reyes espa?oles, al menos hasta Isabel II.
Seg¨²n la reconstrucci¨®n ideal de lo que debi¨® ser 'La Sala Reservada', all¨ª llegaron a estar colgados hasta 74 cuadros, no todos, por supuesto, tan c¨¦lebres como los 23 seleccionados para esta ocasi¨®n, pero en absoluto desde?ables. De todas formas, hay, a mi juicio, un pero que poner a esta admirable y tonificante iniciativa: al disponerse este soberbio conjunto de desnudos en una sala del museo a todas luces peque?a, se deslucen muchos de sus efectos. As¨ª, cuadros de todos los tama?os, pero, en general, de gran formato, se encuentran sin apenas espacios intermedios para que puedan respirar a sus anchas, lo que, dado el tema, resulta inc¨®modo, y, a veces, como en la no muy afortunada superposici¨®n de las dos Majas de Goya, casi insoportable. Por otra parte, quiz¨¢ este defecto no s¨®lo proceda de la inadecuaci¨®n del espacio disponible, sino del pie forzado de la interesante perspectiva elegida para su tratamiento expositivo, que ha debido obligar al comisario a no poder renunciar a un m¨ªnimo n¨²mero de piezas para que se sostuviera el argumento; pero, una vez m¨¢s, se ha de decir que una muestra no es un libro y no siempre se puede intercambiar los l¨ªmites y funciones de ambos.
Haciendo esta salvedad, que
se refiere s¨®lo a lo que condiciona el montaje, la muestra posee, como ya se ha indicado, sobrados alicientes de muy diverso tipo. Pero el m¨¢s relevante de todos ellos es, sin duda, las obras que se exhiben, a partir de las cuales se podr¨ªa hacer una historia esquem¨¢tica del desnudo en la pintura moderna occidental, y, sobre todo, disfrutar con la contemplaci¨®n de sus ejemplares m¨¢s hermosos. Pi¨¦nsese que, adem¨¢s de obras maestras absolutas, como el Ad¨¢n y la Eva, de Durero; la Venus recreando en la m¨²sica, la D¨¢nae y el Ad¨¢n y Eva, de Tiziano; Las tres Gracias, de Rubens, o las Majas, de Goya, ah¨ª est¨¢n tambi¨¦n otras de una belleza turbadora, como Venus y Adonis, de Veron¨¦s; Venus, Cupido y Adonis, de Annibale Carracci, o el m¨®rbido Lot y sus hijas, del florentino Francesco Furini. De manera que, al margen de que la mayor¨ªa de las obras sean de visi¨®n habitual en el Museo del Prado y que su instalaci¨®n actual sea agobiante, llamar la atenci¨®n sobre este tema y conjuntar tan soberbia selecci¨®n, merece no perderse esta excepcional oportunidad, que adem¨¢s demuestra que la instituci¨®n, en su actual etapa, no quiere dejarse arrastrar por ninguna perezosa inercia.
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