Mujeres contra las petroleras
Chevron, obligada a crear hospitales y escuelas en Nigeria
Se fueron de Escravos (que significa esclavos) en canoa y a pie con la promesa de inversiones en escuelas, electricidad y hospitales. Es la segunda vez en una semana que la petrolera estadounidense Chevron Texaco se ve forzada a firmar compromisos de este tipo para acallar las protestas en el depauperado delta del r¨ªo N¨ªger, en el sur de Nigeria, donde la multinacional extrae 500.000 barrilles diarios.
Ese delta contaminado, sin apenas pesca y en el que no hay huellas de modernidad, es, desde hace a?os, un campo silencioso de batalla. Los j¨®venes de la etnia ijow, la mayoritaria, secuestran a ejecutivos de las petroleras y ocupan sus instalaciones para exigir trabajo. El 9 de julio no fueron j¨®venes armados los que llegaron a Escravos, sino cientos de mujeres de la etnia itsekeri, que rodearon las puertas impidiendo la salida de los occidentales. Poco despu¨¦s, el d¨ªa 17, otro grupo de mujeres ijows entr¨® en otras cuatro instalaciones de Chevron con demandas similares.
La guerra entre las dos etnias, a menudo dura y sangrienta, azuzada casi siempre desde las empresas, hab¨ªa pasado al terreno de la protesta no violenta: un mismo fin, un solo enemigo. Ijows e itsekeri se odian desde hace siglos. Los segundos ayudaban al blanco en la captura y venta de esclavos y ahora se benefician, casi en exclusiva, de los escasos contratos para locales de las multinacionales.
En el N¨ªger, otras petroleras, como la angloholandesa Shell, comparten actitudes con Chevron. En la aldea de Batan, por ejemplo, en febrero de 1999 no hab¨ªa electricidad ni agua potable. Una alambrada separaba a sus cien habitantes de un pozo iluminado de Shell. En 30 a?os jam¨¢s echaron un cable al otro lado. Las petroleras siempre se han negado a invertir en infraestructuras; dicen que se trata de un asunto del Estado de Nigeria, y que ellos no deben ni pueden suplantarlo.
Desde el 9 de julio, ese discurso no sirve. Cientos de mujeres itsekeri e ijow tomaron pac¨ªficamente durante casi tres semanas las intalaciones de Escravos, provocando una ca¨ªda en la producci¨®n: mujeres de 30 y de 80 a?os, algunas semidesnudas, una imagen que en la simbolog¨ªa tribal denuncia la opresi¨®n. Chevron no pudo acudir, como en la ¨¦poca de la dictadura, al Ej¨¦rcito y se vio obligada a negociar. El pacto es sencillo: crear hospitales y escuelas, dar trabajo a los hombres. Ahora, las otras compa?¨ªas critican lo acordado; temen que la verdadera lucha est¨¦ por comenzar. Y lo dice Esther Tolar, la portavoz de estas mujeres africanas: 'Hemos hecho historia'.
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