Mucho fantasma, pero poca qu¨ªmica
MARTE, 2176 despu¨¦s de Cristo. Poblaci¨®n: 640.000. Terraformaci¨®n: 84% completada. Gobierno: matriarcado mantenido por polic¨ªa de la Tierra. Cuatro pinceladas que sirven para centrar, temporal y geogr¨¢ficamente, la acci¨®n de la fallida Fantasmas de Marte (2001). Con una est¨¦tica pr¨®xima al videoclip, m¨²sica de afamados grupos de rock y nula concesi¨®n a la verosimilitud del escenario (gravedad terrestre, cielo marciano rojo, etc¨¦tera) se narra una historia que va perdiendo fuelle e inter¨¦s a medida que avanza.
Una fuerza fantasmag¨®rica primaria y maligna posee a los colonos humanos y los convierte en locos entusiastas de la sangre, el piercing y la mutilaci¨®n (de otros, claro). Dirigidos por un tal L¨ªder M¨¢ximo, (?para qu¨¦ andarse con menudencias?), con un parecido extraordinario al camale¨®nico cantante Marilyn Manson (algo m¨¢s relleno, eso s¨ª), persiguen sin descanso a la alianza entre polic¨ªas y criminales obligados a unir sus fuerzas para escapar de esas hordas de zombies. Si, salvando las distancias, este argumento les recuerda al t¨ªpico: supervivientes-desesperados-perseguidos-por-asesinos-sedientos-de-sangre, pues est¨¢n en lo cierto. Lo mismo podr¨ªa haber sido un western, sustituyendo a zombies por indios. Y por si fuera poco, resulta ir¨®nico que en una sociedad donde gobiernan las mujeres (una idea original, escasamente tratada en el cine), los mejores papeles se los lleven hombres.
Como en otros de sus filmes, su director, John Carpenter, recurre a referencias expl¨ªcitas a cl¨¢sicos de la ciencia-ficci¨®n. En este caso, el propio argumento hay que buscarlo en el muy superior ?Qu¨¦ sucedi¨® entonces? (Quatermass and the Pit, 1967): tercera entrega dedicada al Doctor Quatermass.
En unas excavaciones para ampliar las l¨ªneas del metro londinense, se hallan los restos fosilizados de seres parecidos a enormes saltamontes junto a una nave espacial. Quatermass descubrir¨¢ que se trata de seres extraterrestres, de origen marciano para m¨¢s se?as, que llegaron a la Tierra antes de la aparici¨®n del hombre. Y que dejaron su huella en nuestros antepasados simios: una especie de impronta gen¨¦tica, origen de toda la maldad e instinto destructivo, inseparables de la historia humana. En el fondo, por culpa de esa herencia, los marcianos somos nosotros mismos.
En una escena del filme que nos ocupa, la protagonista (Natasha Henstridge), al referirse a cierta sustancia ilegal, de la que es consumidora asidua, la denomina: 'tetramonocloruro'. ?Mande? Es de suponer que en algo m¨¢s de 170 a?os la qu¨ªmica habr¨¢ avanzado much¨ªsimo (no as¨ª, por lo que parece, la legalizaci¨®n de sustancias) y que existir¨¢n compuestos que ahora somos incapaces de imaginar. Pero la nomenclatura qu¨ªmica, universalmente aceptada, sigue unas reglas para designar a los compuestos y sustancias que van apareciendo.
Todas las sustancias puras (naturales u obtenidas artificialmente) son combinaciones, no aleatorias, de los elementos de la Tabla Peri¨®dica, resultado de su afinidad o capacidad de combinaci¨®n (valencia). Funci¨®n, a su vez, de la estructura electr¨®nica de los ¨¢tomos de los elementos implicados. A medida que el n¨²mero de sustancias conocidas ha ido creciendo, los qu¨ªmicos, al igual que en otras disciplinas cient¨ªficas, han establecido unas normas para designar los compuestos.
La comisi¨®n pertinente de la Uni¨®n Internacional de Qu¨ªmica Pura y Aplicada (IUPAC) es la responsable de la revisi¨®n peri¨®dica y actualizaci¨®n de la nomenclatura qu¨ªmica (establecida en 1970). El cloro, en concreto, es un elemento gaseoso a temperatura ordinaria, de color verdoso, olor sofocante y t¨®xico. Posee una gran actividad qu¨ªmica que da lugar a cloruros (combinaci¨®n con elementos diferentes del ox¨ªgeno), cloratos, cloritos, etc¨¦tera. Pero, para ello, se une a otros elementos o compuestos qu¨ªmicos: como el sodio, para dar lugar al cloruro s¨®dico o monocloruro de sodio (sal com¨²n) o el hidr¨®geno, para formar el cloruro de hidr¨®geno o ¨¢cido clorh¨ªdrico (en soluci¨®n acuosa). ?Error de doblaje? ?En qu¨¦ estar¨ªa pensando nuestra hero¨ªna? Si ning¨²n canal de TV repone la pel¨ªcula de Quatermass, ll¨¦vense como lectura veraniega el magn¨ªfico Cr¨®nicas marcianas (1950), de Ray Bradbury, (nada que ver con la locura cotidiana de Sard¨¢ y compa?¨ªa): una visi¨®n inteligente y po¨¦tica de la colonizaci¨®n humana de Marte.
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