Por unos l¨ªderes capaces
En el primero de los relatos del libro de Ram¨®n Saizarbitoria Gu¨¢rdame bajo tierra, un viejo gudari, que perdi¨® la guerra del 36, acude a un notario, acompa?ado por testigos, para resolver todo lo referente a sus derechos, tras haber perdido una pierna en la contienda. En el pasaje relata como, ante la actitud de los italianos aliados de Franco, en Santo?a, impidiendo la salida de los soldados vascos por el mar para entregarlos a las tropas franquistas, el dirigente nacionalista vasco Ajuriaguerra lleg¨® desde Biarritz y, a costa de su propia sentencia de muerte, resolvi¨® la situaci¨®n. Lo importante no es, en todo caso, que obrara as¨ª Ajuriaguerra, sino las conclusiones que saca el propio gudari: 'La actitud de un solo dirigente en un momento concreto puede resultar trascendental para todo un pueblo. Por eso, cualquiera no vale para ser dirigente de un partido pol¨ªtico...Un hombre debe saber asumir su destino'.
Arzalluz y Aznar han convertido el debate pol¨ªtico en una reyerta barriobajera
Aprovechando la importante reflexi¨®n de Saizarbitoria llego a la obvia conclusi¨®n de que, ahora mismo, falta un hombre que ponga orden en este desaguisado vasco en el que los nacionalismos vasco y espa?ol viven entregados a una lucha electoralista cuyo ¨²nico objetivo es el poder, tanto se trate de su mantenimiento por parte del PNV como de su conquista por parte del PP. Eso se desprende del nefasto e irresponsable pulso que vienen protagonizando los gobiernos central y vasco. Pero yendo m¨¢s lejos en la reflexi¨®n, resulta evidente que el drama tal vez no responda al hecho de que haya que buscar esos dirigentes que resulten trascendentales para el futuro del pueblo vasco sino que, previamente, hay que desbancar a los dos que ahora existen: Arzalluz y Aznar. Nunca se ha utilizado al pueblo vasco y su voluntad con la ligereza y falta de rigor con que lo hace Arzalluz y sus tentetiesos de la actual direcci¨®n del PNV. Y nunca tampoco se ha actuado en pol¨ªtica con la altaner¨ªa y el autoritarismo, -que no autoridad-, con la que ejerce Aznar desde su castillo de la Moncloa.
Vayamos por partes. La irresponsabilidad del PNV, con Arzalluz e Ibarretxe a la cabeza, al proponer un ultimatum al traspaso de transferencias estatutarias e incluso la superaci¨®n del marco jur¨ªdico, no puede topar con la negativa de Aznar, por boca de su ministro Arenas, a cualquier negociaci¨®n aduciendo que el nacionalismo deba renunciar previamente a su ideal soberanista. Porque choca frontalmente con un concepto amplio del t¨¦rmino 'libertad', y porque seg¨²n convinimos en el a?o 1978, el Estatuto de Autonom¨ªa es el objetivo soberanista de todos los vascos, nacionalistas y no nacionalistas. En todo caso, no se debe responder con un desaire a una insensatez, salvo que queramos eternizarnos en la barbarie y el hast¨ªo. Lo que se consigue de ese modo es que la convivencia se resienta, la sociedad vasca se desarticule a¨²n m¨¢s y los vascos perdamos la esperanza que, como reza el slogan, es lo ¨²ltimo que nos queda por perder. Frente a ese desatino de los nacionalistas habr¨¢ que pensar en otras estrategias. Y s¨®lo hay ya una que debamos desarrollar: el didactismo. S¨®lo abriendo las mentes de los vascos atribulados por el miedo podremos cambiar el rumbo de esta nave actualmente dirigida por tan procaces capitanes.
Las formaciones de Arzalluz y Aznar se ocupan en convertir el debate pol¨ªtico en una reyerta barriobajera en la que los ajenos no intervienen, por temor a la preponderancia de los contendientes en sus respectivos ¨¢mbitos, o porque el motivo de la disputa se hace inabordable por su irracionalidad. Ante ese panorama los ciudadanos abandonan el espacio de la opini¨®n y, todo lo m¨¢s, se pronuncian escuetamente con sus votos cada cuatro a?os. La democracia, as¨ª, se deteriora y, aunque siga desarroll¨¢ndose, no sirve a los grandes ideales de la libertad en que debe asentarse.
Soy de la opini¨®n de que todo nacionalismo es perverso para los individuos. Los enorgullece en exceso y, a su vez, los hace remisos y cobardes cuando de lo que se trata es de buscar soluciones para los 'otros'. Cuando un l¨ªder pol¨ªtico esgrime su ideal nacionalista, abandona todas las virtudes que deben acompa?ar a la noble acci¨®n pol¨ªtica. Se le ponen l¨ªmites y fronteras a la solidaridad, se convierte la justicia en un mero c¨®digo de reglas controvertidas y se interpreta la libertad de modo tan insolidario que cobra valor la frase lapidaria de que la libertad de uno termina donde empieza la del otro, en lugar de que la libertad de uno precise y contin¨²e en la libertad del otro. ?Acaso no es eso lo que intentan mostrar cada d¨ªa que hablan, tanto Arzalluz como Aznar?.
Es evidente que 'cualquiera no vale para ser dirigente de un partido pol¨ªtico'. Arzalluz y Aznar llevan alg¨²n tiempo demostr¨¢ndolo y urge que, ya, 'asuman su destino' por el bien de todos los vascos. Cada vez que los ciudadanos de Euskadi salimos a la calle, les estamos pidiendo que hagan algo que, como han mostrado desde el ejemplo, no est¨¢n dispuestos a hacer. Nos jugamos, algunos la vida, y todos la convivencia serena y en paz. Urgen l¨ªderes prometeicos que sean capaces de escuchar las s¨²plicas de las gentes y las interpreten con mesura. Ni la autenticidad pasa por la imposici¨®n de una identidad caprichosa, ni la firmeza se expresa poniendo a todos firmes y alineados. Lo mejor ser¨¢ que los ciudadanos comprendan que tanto Arzalluz como Aznar tienen algo que ver en que nuestra convivencia amenace con convertirse en un infierno. Que ambos dirigentes no sean capaces de coincidir ni en el tratamiento del problema terrorista, debiera llevarles a recapacitar y, claro est¨¢, a dejar sus cargos de direcci¨®n.
Josu Montalb¨¢n, es portavoz del PSE-EE en las Juntas Generales de Vizcaya.
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