LA RESURRECCI?N DE LAS AMAZONAS
Guerra, amor y muerte. 'Pentesilea', plato fuerte del Festival de M¨¦rida, se estren¨® anoche en el anfiteatro romano. Dirigida por el alem¨¢n Peter Stein, la actriz italiana Maddalena Crippa interpreta a la reina de las v¨ªrgenes guerreras griegas.
De la Arg¨®lida a Extremadura. Las amazonas, las v¨ªrgenes guerreras de un solo pecho de la mitolog¨ªa griega, femine bellicosisime, han realizado un largo viaje. Ellas est¨¢n acostumbradas a la rudeza: a montar, a usar el hacha, el arco y la jabalina, a la guerra. Llegan las amazonas, los escuadrones de broquel lunado, a los lejanos confines de la vieja Iberia convocadas por el verso de un poeta, la imaginaci¨®n de un director de escena y la voluntad de una actriz.
Para el director, Peter Stein, esta Pentesilea mediterr¨¢nea -la desaforadamente rom¨¢ntica historia de la desgraciada reina de las amazonas- ha sido una hermosa experiencia. 'Nunca me ha atra¨ªdo la obra, me parec¨ªa muy complicada de llevarla a escena. Pero la actriz, Maddalena Crippa, siempre quiso hacerla, y ¨¦sa ha sido la raz¨®n final de hacerla'. Stein, experto en Heinrich Kleist (1777-1811), el autor de la obra, consider¨® imprescindible realizar una fuerte intervenci¨®n dramat¨²rgica para escenificar los versos de Pentesilea. Esa opci¨®n se ha centrado especialmente en convertir a las amazonas en coro, a la manera de las antiguas tragedias griegas, pero tambi¨¦n con funciones mucho m¨¢s activas. 'Con el coro cuento cosas que en la obra teatral original las explicaba un mensajero ¨²nico. Por ejemplo, el duelo primero entre Aquiles y Pentesilea, que no se ve'.
'Es un amor, el de Pentesilea, que viola la regla, que va al l¨ªmite, y de una manera destructiva'
La escena resuelta as¨ª posee unas mayores espectacularidad y plasticidad, pues las amazonas se desplazan como un grupo casi coreogr¨¢fico, expresando corporalmente y con exclamaciones, gritos, clamores, multitud de estados de ¨¢nimo. La obra, creada especialmente para ser representada en teatros grecolatinos, fue estrenada en Epidauro a finales de junio. En M¨¦rida (y tras pasar por Tesal¨®nica, Urbisaglia, Siracusa y Carnunt¨®n) se representa, en versi¨®n italiana, hasta el mi¨¦rcoles. En los cr¨¦ditos destacan el vestuario de Franca Squarciapino, la m¨²sica de Arturo Anneccino, la coreograf¨ªas de Andre Gingras, la ilumaci¨®n de A. G. Weissbard y la escenograf¨ªa de Dionisis Fotopoulos.
Para Stein, la obra cuenta varias cosas. 'La extra?a historia de un cambio de rol de sexos, incluso a la hora de la fertilizaci¨®n. Algo que para nosotros no suena tan raro como para los tiempos de los griegos o del romanticismo [el momento en que escribi¨® Kleist], porque ha devenido ya una realidad, pues el cambio de sexo f¨ªsico se realiza con una simple operaci¨®n. Otra cosa que explica la pieza, otra historia, es la necesidad de amor, una necesidad radical, existencial. Es un amor, el de Pentesilea, que viola la regla, que va al l¨ªmite, y de una manera destructiva'. Para Stein, el conflicto real, de base, suele ser, desde la tragedia griega, entre individuos o entre individuos e instituciones.
Pero aqu¨ª Kleist inventa algo nuevo, el conflicto interno. 'Es algo muy moderno, de una modernidad extra?a, cien a?os antes de Freud, pero a la vez muy cercano a Freud. El amor que quiere la sumisi¨®n del otro para siempre. Pentesilea busca apropiarse del otro y ¨¦se es el problema, porque entonces el amor desaparece. Pentesilea es una obra de una gran radicalidad hasta acabar en esa literal antropofagia, terrible'. Las amazonas de Stein y Kleist 'no son de gimnasio o de pornograf¨ªa, no son marimachos que han nacido para matar, sino que hacen la guerra para hacer el amor'.
La poderosa conjunci¨®n Kleist-Stein-Crippa ha resucitado a las amazonas del mundo bello, pero polvoriento y difuso, de las metopas, las esculturas, las pintadas cr¨¢teras ¨¢ticas. All¨ª, en el viejo arte griego, como en la literatura, las amazonas han mantenido intacto su enorme poder de seducci¨®n. All¨ª matan y mueren, enfrentadas al mundo patriarcal de los hombres que observan con alucinada sorpresa, en la que se mezclan el horror sagrado, la admiraci¨®n b¨¦lica y la lascivia, la armada rebeli¨®n de estos arquetipos fascinantes del otro sexo.
De las im¨¢genes pl¨¢sticas y literarias del mito, y de sus sombr¨ªas intimidades de poeta, se trajo a las amazonas Kleist, dando una vuelta radical a uno de los temas fundamentales del conglomerado de leyendas sobre las belicosas v¨ªrgenes: el de la muerte de una de sus c¨¦lebres reinas, Pentesilea, a manos del m¨¢s grande de los h¨¦roes griegos, el p¨¦lida Aquiles. Fue en la guerra de Troya: las amazonas acud¨ªan al campo de batalla como aliadas del rey Pr¨ªamo. Aquiles entabl¨® combate singular con Pentesilea, velada por el yelmo y la armadura. Derrotada, agonizante, Aquiles la toma en sus brazos y le descubre el rostro. Ante las facciones de la virgen sufre una tremenda conmoci¨®n, la reconoce como a una igual, la ama inmediatamente y, seg¨²n los m¨¢s encendidos mit¨®grafos, una vez muerta la posee. Un ¨¢nfora de cuello de Exequias, del siglo VI antes de Cristo, nos muestra la imagen del combate: Aquiles, pintado en estremecedor negro, con el casco de hoplita que le cubre totalmente la cara dejando ¨²nicamente a la vista un ojo feroz, como de animal, que parece comenzar a mostrar algo similar a la sorpresa, clava salvajemente la lanza en el cuello de Pentesilea, pintada en blanco carne, desgarrando el cuello con el golpe mortal tantas veces descrito en La Il¨ªada. Brota la sangre, roja, f¨¦rtil, asperjando, alimentando las flores oscuras del mito.
Kleist quiso otra cosa: toma la idea de los amores feroces entre guerreros, de la caricia que antecede o sucede al golpe homicida, pero hace que sea Aquiles quien sucumba en combate ante Pentesilea, subvirtiendo el mitema. Claro que el hijo de Tetis no cree que est¨¦ librando, hasta el final, un combate de verdad; cree que se trata de un juego, hasta que el dardo de la reina traspasa su cuello y la doncella, herida de amor, despechada, se arroja sobre ¨¦l con sus perros de guerra y lo despedaza, remedando otro mito, el de Acte¨®n convertido en ciervo y destrozado por Artemis y su jaur¨ªa.
Lo que hay detr¨¢s de la historia para Kleist, ese hombre raro, con 20 generales en la familia, un extra?o asunto sexual en su vida que le atorment¨® y un final -suicidio- en el lago Wansee, es la terrible incomprensi¨®n que reina entre los humanos, una soledad ¨ªntima y existencial que impide cualquier comunicaci¨®n verdadera. Aquiles y Pentesilea convierten su amor en tragedia por causa del error. La belleza de las palabras, el horror de la acci¨®n, la conmoci¨®n final, no logran ocultar esa verdad: todo es fruto de una equivocaci¨®n. Tambi¨¦n, por supuesto, de una sociedad cuyas f¨¦rreas estructuras no admiten caminos distintos, alternativos.
M¨¢s all¨¢ de los hermos¨ªsimos versos de Kleist, que resuenan como timbales en el coraz¨®n. M¨¢s all¨¢ del brillante, apasionado trabajo de Maddalena Crippa, m¨¢s all¨¢ de la sabia direcci¨®n de Stein o de la esforzada presencia de los actores, m¨¢s all¨¢ de sus propios valores art¨ªsticos, Pentesilea es una excelente ocasi¨®n para dejarse seducir de nuevo por la capacidad de conmoci¨®n de las amazonas.
?Existieron las amazonas? Ha habido mujeres guerreras -en el sentido m¨¢s militar del t¨¦rmino- en todas las ¨¦pocas y regiones. Desde las que arrojaron sus flechas sobre los conquistadores, dando as¨ª nombre al gran r¨ªo americano, hasta la guardia feroz del rey de Dohomey. Pero no est¨¢ acreditado que hubiera en realidad un pueblo de viragos que se hubiera organizado pol¨ªtica y socialmente en torno a la exclusi¨®n de los hombres y la guerra. En todo caso, los griegos creyeron en ellas. Her¨®doto dice que, precisamente tras su derrota en los campos de Troya tras el affaire Pentesilea, fueron metidas en tres barcos y expulsadas, pero ellas se rebelaron a bordo y desembarcaron en la costa del mar de Azov (la laguna Meotis), donde lucharon con los escitas y luego se emparejaron con ellos. Algunos estudiosos (Gimbutas) han cre¨ªdo hallar rastros matriarcales en las sociedades b¨¢rbaras de la zona. A los machistas griegos les espantaba (y les fascinaba) ese mundo s¨¢rmata-escita con cierta igualdad entre hombres y mujeres. De ah¨ª surgieron sin duda esa leyendas de v¨ªrgenes guerreras que s¨®lo se acostaban con un hombre tras haber matado a un enemigo. Los griegos buscaron a veces explicaciones deliciosamente inocentes para justificar en su imaginaci¨®n la existencia de las mujeres guerreras. El tratado hipocr¨¢tico sosten¨ªa que los varones escitas eran poco f¨¦rtiles y poco excitables a causa de los frecuentes saltos a caballo y por llevar pantalones, lo que 'los incapacita para la c¨®pula'. Imaginar que las amazonas eran hombrunas porque sus hombres eran afeminados les deb¨ªa tranquilizar.
S¨®lo se un¨ªan con hombres en determinadas ¨¦pocas, y ¨²nicamente conservaban los frutos femeninos de esa uni¨®n. Su nombre se lo ha hecho derivar de a-mazon, 'las sin seno', pues, seg¨²n la tradici¨®n, se cortaban o se quemaban un pecho para que no les entorpeciera el uso del arco. Una de las m¨¢s bellas expresiones modernas del mito de las amazonas surge de la pluma de Marguerite Yourcenar, en la apasionada Fuegos (Alfaguara): 'Luego aparecieron las amazonas, una inundaci¨®n de senos cubri¨® las colinas del r¨ªo; el ej¨¦rcito se estremec¨ªa al oler aquellas sueltas melenas (...) La espada de Aquiles se hundi¨® en aquella jalea color de rosa, cort¨® nudos gordianos de v¨ªsceras y las mujeres aullaban y par¨ªan la muerte por la brecha de las heridas. (...) Pentesilea se cubr¨ªa con una m¨¢scara de oro. Hab¨ªa consentidos en cortarse un seno, pero aquella mutilaci¨®n apenas se notaba en su pecho de diosa' (...) Pentesilea cay¨® como quien cede, incapaz de resistir la violaci¨®n del hierro'. Amazonas, pues, mujeres que en su ¨ªmpetu guerrero no se arredran de combatir con varones, como dec¨ªa Virgilio. Amazonas para el verano, surgiendo entre las doradas mieses de la semilla del poeta como los guerreros c¨®lquidas de los dientes del drag¨®n. ?Qui¨¦n puede resistirse a su brazo armado, y a su hechizo?
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