El naufragio m¨¢s dulce
He aqu¨ª lo que dice una redacci¨®n escolar publicada por el colegio de Nuestra Se?ora de Bego?a (Jesuitas) de Bilbao en julio de 1942 acerca de las mujeres que se exhib¨ªan en traje de ba?o en las playas: '?He ah¨ª nuestras sirenas! De faz arrebolada, s¨ª, y de voces seductoras; pero que con sus dulces hechizos s¨®lo pretenden atraernos hacia sus garras, para descuartizarnos y arrojarnos despu¨¦s al infierno. Si no queremos morir en sus fauces, hagamos lo que Ulises: amarrarnos fuertemente al m¨¢stil (sic) de nuestro deber con las ligaduras del santo temor de Dios. Acord¨¦monos de que la vida es corta, de que la muerte est¨¢ al acecho, de que los tormentos del infierno son espantosos, y que nunca, nunca tendr¨¢n fin. Atada nuestra voluntad con tan fuertes ligaduras, ya pueden cantar las sirenas sus mel¨®dicas canciones. Nuestro bajel arribar¨¢ seguro al puerto de la gloria'.
Hombre, pobres sirenitas. Su retrato en ba?ador de falditas -porque si no llevaba falditas te pon¨ªan una multa- no es precisamente amable. Sobre todo cuando explica que ellas solo pretenden 'atraernos hacia sus garras para descuartizarnos y arrojarnos despu¨¦s al infierno'. ?Qu¨¦ le hab¨ªan ense?ado los jesuitas a este aplicado escolar acerca de las mujeres? Afortunadamente, tambi¨¦n nos advierte de que la vida es corta, en un desliz que arroja cierta luz sobre el talante del joven redactor. Creo que es el punto m¨¢s importante de la redacci¨®n: 'Acord¨¦monos de que la vida es corta, de que la muerte est¨¢ al acecho'.
Se nota que los tiempos han cambiado, y que las consignas son otras, pero un carpe diem es un carpe diem, qu¨¦ carajo. No s¨¦ si los viejos tiempos fueron mejores, o m¨¢s aburridos, pero ahora va uno buscando entrar en el infierno a cualquier precio. No obstante, no se puede saber a ciencia cierta si el infierno de anta?o era mejor que el de ahora. Parece que, en aquellos tiempos, con un tobillo desnudo bastaba. No, el topless no se conoc¨ªa.
Es f¨¢cil imaginarse al pobre escolar agarrado al m¨¢stil. Puedo evocarlo justo en el momento de coger la pluma. Seguro que por unos instantes su barco estuvo a punto de zozobrar, y tuvo miedo de ese terrible infierno con el que le amenazaban los curas. Ese tormento que no ten¨ªa fin, y al que le pod¨ªa arrastrar una mujer.
El chaval sab¨ªa de lo que hablaba, ya hab¨ªa sido tentado, porque cuenta: 'Los cantos de las sirenas se o¨ªan cada vez m¨¢s cerca. Canciones lind¨ªsimas, melodiosas, que embriagaban el alma con el encanto de su dulzura. El coraz¨®n de Ulises sent¨ªase henchido de placer, parec¨ªa que el alma se le quer¨ªa arrancar para volar hacia las celestiales sirenas. Sab¨ªa que iba a la muerte, pero no importaba ?Quer¨ªa o¨ªr m¨¢s de cerca, besar y abrazar a aquellos seres encantadores! Hizo se?as a los remeros para que le soltasen las ligaduras, pero ¨¦stos, lejos de hacerle caso, se las amarraron con m¨¢s fuerza y violencia'.
?Pobre Ulises infantil, atado prieto a la verga, que viv¨ªa su verano de posguerra, su Franco. Franco. Franco., su cruz! En aquellos tiempos, la letra entraba con sangre. Y el chaval quer¨ªa una buena nota. En cualquier circunstancia, el pelotilleo del nene no puede sino inspirarme una enorme ternura. Me pregunto qu¨¦ habr¨¢ sido de ese alumno de Jesuitas al que las bell¨ªsimas sirenas -siempre rubias- intentaban atraer hacia los arrecifes. Lo m¨¢s l¨®gico es que las mujeres pez hayan logrado hace mucho tiempo su prop¨®sito y el chico arda ahora en las llamas del infierno. No me interpreten mal: me estoy remitiendo a sus propias palabras. Sinceramente, le deseo a Ulises que su naufragio fuese el m¨¢s dulce del mundo.
Al margen de la p¨¢gina se pueden leer algunos consejos importantes de los curas: 'Consignas para vacaciones: huir como el demonio de los malos compa?eros. No dejar ni el domingo de confesar y comulgar. Encomendarse a la Virgen al levantarse y acostarse. Rezarla todos los d¨ªas el rosario. Huir de la ociosidad. Leer buenos libros recreativos, literariamente escritos. Estudiar un poco alguna asignatura'.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.