"Los odiaremos el resto de nuestra vida"
Los padres de la ni?a asesinada piden a las autoridades que utilicen todos los mecanismos legales para acabar con ETA
Cuando el guardia Cipriano lleg¨®, la madre de Silvia segu¨ªa apoyada en el quicio de la puerta, sin poder moverse, llorando y quej¨¢ndose: '?Ay mi reina, ay mi reina!'. Cipriano, que tambi¨¦n tiene dos hijos, empez¨® a quitar los escombros que sepultaban a la ni?a mientras To?i, la madre de Silvia, le suplicaba, fuera de s¨ª: 'No la toques, Cipri, no la toques, ?ay mi reina!'. Hac¨ªa s¨®lo un minuto que Silvia, la hija del guardia Jos¨¦, su ¨²nica hija, rubia y delgada, alta para sus seis a?os, estaba all¨ª mismo, bailando, disfrutando de la m¨²sica y de su primo Borja, que jugaba en la otra habitaci¨®n. Por eso, si el guardia Cipriano no segu¨ªa rebuscando entre el humo y los escombros, si no llegaba a descubrir nunca el cuerpo roto de la ni?a... quiz¨¢s entonces... quiz¨¢s todo se hubiera quedado en un mal sue?o.
Pero no. Cipriano sac¨® a la ni?a y corri¨® con ella pidiendo auxilio, confundi¨¦ndose sus gritos y sus l¨¢grimas con la sangre de ella. El guardia que refiere esto lo vio todo. Es un hombre fuerte, curtido en el norte, acostumbrado a bregar all¨ª y aqu¨ª con gente de la peor cala?a, pero todav¨ªa hoy, cuatro d¨ªas despu¨¦s de la tragedia, no puede m¨¢s y se echa a llorar, recordando la noche que ETA mat¨® a Silvia y a Cecilio Gallego, el hombre de 57 a?os que esperaba el autob¨²s cerca de la casa cuartel de Santa Pola.
Cuenta el guardia que todos en el cuartel est¨¢n destrozados, que todos son conscientes de que a Silvia la mat¨® ETA y nadie m¨¢s, pero que a lo mejor ya va siendo hora de que los guardias civiles vayan dejando de ser la cenicienta de toda esta historia. 'Que hace 30 a?os que nos vienen matando, ?sabe usted?', dice sec¨¢ndose las l¨¢grimas, 'y ni siquiera podemos contarle a la gente nuestro dolor. Que nos hemos tenido que refugiar en este bar porque como me vean hablando con un periodista lo mismo me meten un puro. ?Usted ve normal que tengamos que mandar por delante a nuestras mujeres para que reivindiquen lo que es justo?'. Las mujeres de los guardias han declarado esta semana que la seguridad de la casa cuartel de Santa Pola dejaba mucho que desear, que ellas mismas lo hab¨ªan denunciado d¨ªas antes y que nadie les hizo caso.
Ayer todav¨ªa se derramaron l¨¢grimas. Una excavadora termin¨® de demoler una parte de la casa cuartel, justo el edificio donde viv¨ªa Silvia. Sus padres, Jos¨¦ y To?i, abandonaron la ciudad nada m¨¢s darle tierra a su hija. 'Mientras lloramos la muerte de nuestra peque?a', dicen en una carta que escribieron junto a un retrato de su hija, 'esos malnacidos siguen pase¨¢ndose impunemente por nuestras calles. Deseamos con todas nuestras fuerzas que se pudran en la c¨¢rcel; queremos hacer saber a esos miserables que los odiamos con todas nuestras fuerzas, que les guardaremos rencor el resto de nuestra vida'.
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