UNA VICTORIA INCONSCIENTE
Los ¨¦xitos espa?oles en los ¨²ltimos Campeonatos de Europa al aire libre no han podido aliviar el sofoc¨®n que se llevaron los aficionados el pasado jueves, cuando Reyes Est¨¦vez y el franc¨¦s Mehdi Baala acabaron la prueba de 1.500 con el mismo tiempo cronometrado (3 minutos y 45,25 segundos) y los jueces, tras 10 minutos de penosas deliberaciones, resolvieron que el franc¨¦s hab¨ªa ganado por dos mil¨¦simas de segundo. Est¨¦vez declar¨® poco despu¨¦s: 'He visto la televisi¨®n. En la imagen cenital me veo por delante. En la lateral me veo muy junto. Y en la carrera, en la pista, yo me he visto ganador'.
Mi compa?ero Carlos Arribas public¨® el viernes en este diario los c¨¢lculos adecuados para entender la magnitud del problema al que se enfrentaron los jueces: la precisi¨®n del cron¨®metro es de s¨®lo 10 mil¨¦simas de segundo (de ah¨ª que ofrezca la lectura '45,25 segundos', y no '45,253 segundos', por ejemplo). Por lo tanto, la decisi¨®n de los jueces s¨®lo pudo basarse en la foto de la llegada. Como los corredores llevaban una velocidad cercana a los 30 kil¨®metros por hora, que Baala ganara por dos mil¨¦simas de segundo implica que los jueces pudieron ver en esa foto que su pecho adelantaba al del espa?ol por 17 mil¨ªmetros: m¨¢s o menos el di¨¢metro de la moneda de dos c¨¦ntimos de euro. ?Se ver¨ªa una moneda de dos c¨¦ntimos en la foto de llegada? Entra dentro de lo posible. ?Pudo darse cuenta Est¨¦vez de que hab¨ªa ganado mientras cruzaba la meta? Eso es a¨²n m¨¢s dudoso.
Nuestra consciencia parece un flujo temporal continuo, pero no lo es. La corteza cerebral est¨¢ dividida en ¨¢reas especializadas: visuales, auditivas, olfativas, somatosensoriales (las que perciben y procesan el tacto), asociativas, etc¨¦tera. Sin embargo, cuando somos conscientes de una escena -cuando la vemos, la recordamos o la imaginamos-, no somos conscientes de cada uno de sus elementos componentes separadamente. Cada escena aparece en nuestra mente integrada como un todo, como un estado de consciencia.
Los neurobi¨®logos Gerald Edelman y Giulio Tononi han postulado que la consciencia humana se basa en la gran capacidad de las distintas regiones especializadas de nuestra corteza cerebral para establecer con relativa rapidez (en 150 mil¨¦simas de segundo, para ser exactos) una red de interacciones mutuas y simult¨¢neas. La consciencia no es, por lo tanto, un flujo continuo, aunque nos d¨¦ esa impresi¨®n, sino una sucesi¨®n de paquetes discretos, de escenas unitarias e indivisibles. Cada escena dura 150 mil¨¦simas de segundo, que es el tiempo que le lleva a la corteza cerebral integrar en un todo coherente los distintos elementos percibidos por sus varias regiones especializadas.
?Qu¨¦ ve un corredor mientras va embalado hacia la l¨ªnea de meta? ?l cree ver un flujo temporal continuo y, de hecho, eso es m¨¢s o menos lo que ven sus ojos, su retina y las ¨¢reas cerebrales que empiezan a procesar la informaci¨®n visual, situadas un poco por encima de su nuca. Pero su consciencia no ve eso. La informaci¨®n visual procesada inicialmente en esa zona pr¨®xima a la nuca tarda 150 mil¨¦simas de segundo en integrarse con los datos procedentes de otros sentidos y otras ¨¢reas cerebrales, y s¨®lo entonces llega a la consciencia del corredor como un todo coherente, integrada en lo que hemos llamado un estado de consciencia.
En las 150 mil¨¦simas de segundo que tarda en formarse una escena consciente, el corredor avanza un metro y 30 cent¨ªmetros por la pista. Los famosos 17 mil¨ªmetros no existen para la consciencia de los corredores, y dif¨ªcilmente pudo Est¨¦vez haber tenido la impresi¨®n de haber ganado mientras cruzaba la l¨ªnea de meta. Tampoco podr¨ªa haber tenido la impresi¨®n de haber perdido, desde luego. Dos mil¨¦simas de segundo es un lapso 75 veces m¨¢s fugaz que los fotogramas de los que est¨¢ hecha nuestra percepci¨®n racional, y la medalla de Baala fue a todos los efectos una victoria inconsciente.
Ayer mismo, el neur¨®logo Antonio Damasio recordaba en la edici¨®n electr¨®nica de Scientific American unos experimentos que ilustran muy bien lo que acabamos de discutir. Cuando una persona toma (o cree tomar) la decisi¨®n consciente de flexionar un dedo, hace ya 120 mil¨¦simas de segundo que su cerebro hab¨ªa empezado a enviar las ¨®rdenes reales para flexionarlo. No es que el dedo vaya por delante de la decisi¨®n, por supuesto; es que nuestra percepci¨®n consciente de haber tomado una decisi¨®n lleva un horroroso retraso de 120 mil¨¦simas de segundo respecto a la decisi¨®n en s¨ª: un lapso suficiente para ganar 60 carreras en M¨²nich. Dentro de la mente, el tiempo es en gran medida ficticio, una construcci¨®n perpetrada por nuestro cerebro para que la consciencia parezca fluir de manera parsimoniosa.
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