Yoda en Su¨¦grum
Mayte, una amiga -ahora ¨ªntima- del veterinario, realiza la autopsia a Simbotas y asegura que el gato fue envenenado, pero no con cianuro. Prosiguiendo con su investigaci¨®n, Paco visita a Alfonso Guerra, que le da algunas pistas y descubre su afici¨®n por adoptar identidades ocultas
54. -?En qu¨¦ se parece una monja a un ascensor?
Hace muchos, muchos a?os, en una galaxia muy lejana, se form¨® el planeta Su¨¦grum. Sus habitantes se alimentan de un engrudo llamado unarrocito cuya apariencia pastosa esconde perdigones llamados algocruditos. El jefe de Su¨¦grum es un individuo latoso y chistos¨ªsimo, al que se adora en las sobremesas en misas de risa cuya duraci¨®n es eterna.
-?En qu¨¦ se parece una monja a un ascensor?
Mi suegro r¨ªe antes de responder, re¨ªmos todos, el que m¨¢s Juan¨ªn, perfecto en el papel de hijo perfecto. Tambi¨¦n r¨ªe su esposa Mar¨ªa Luisa, las otras dos hermanas de Laura, Susana, muy soltera, y Cristina, que pasa el verano pegada al televisor, ya que trabaja para varias editoriales como cazacaretos: tiene que elegir un rostro que firme 200 folios. La pareja de Cristina es Manolo, catador de melones al tacto. El mes de agosto lo pasa con un mel¨®n entre las manos, tante¨¢ndolo con los pulgares, diciendo este mel¨®n est¨¢ buen¨ªsimo; despu¨¦s lo abre, tras el chasquido dice c¨®mo enga?an los melones, y va a por otro.
-En serio, ?en qu¨¦ se parece una monja a un ascensor?
Mi suegra Patricia ha consagrado su vida a ordenar los cacharros en el lavavajillas para que quepa todo. Sus primas, las gemelas S¨¢nchez, son las campeonas del mundo del consumo de tapas fuera de horas, y ya todos re¨ªan desencajando la mand¨ªbula: me perd¨ª en qu¨¦ se parece una monja a un ascensor. Proceso de adaptaci¨®n a la atm¨®sfera de Su¨¦grum: negativo.
Me rescat¨® el televisor, compitiendo en volumen con mi suegro. Novedades sobre el caso del anticuario: Nayira, la nigeriana, hab¨ªa declarado a la polic¨ªa que Tresserres le hab¨ªa prometido huir a Hawai.
-Ya. Como a todas -dijeron al un¨ªsono la presentadora de la televisi¨®n y las gemelas S¨¢nchez.
-No -replic¨® Nayira-, no como a todas. ?Aqu¨ª tengo los billetes!
-Aqu¨ª hay un libro -se emocion¨® Cristina: tir¨® de m¨®vil.
-Tengo que irme -me incorpor¨¦-. Me espera Jordi Pujol.
55 'Este polideportivo fue inaugurado por Jordi, Pujol y Soley, el triunvirato que moderniz¨® la teor¨ªa de la divisi¨®n de poderes haciendo posible el sue?o de todo mandam¨¢s: fundar una tele y salir todo el rato'. Para qu¨¦ andarse con rodeos, debi¨® pensar el redactor de la placa conmemorativa, fabricada por una empresa propiedad de un amigo de la familia Pujol, seg¨²n rezaba una placa adjunta, 'porque no tenemos nada que ocultar; simplemente, era el mejor fabricante de placas'.
En el amplio espacio polideportivo resonaban la voz autoritaria de Jordi Pujol y los jadeos de Artur Mas.
-?Vamos, vamos! ?M¨¢s deprisa!
Jordi Pujol, vestido con un moderno ch¨¢ndal esmeralda, agitaba en el aire una fusta y arengaba como un domador de circo a su Conseller en Cap, que recorr¨ªa a toda velocidad la cuerda de la pista del polideportivo.
-?Gallina! -gritaba Pujol.
-Cocoric¨®, co co co, cocoric¨® -replicaba Mas.
-?Ovejita!
-Beeeeee -obedec¨ªa Mas-, beeeee.
-?M¨¢s deprisa, m¨¢s deprisa! Joven, ?desea algo? -se dirigi¨® a m¨ª Pujol-. ?Le importa que acabemos nuestra clase?
Asent¨ª con un gesto.
-?Gallina, gallina, gallina otra vez!
El Conseller en Cap sigui¨® cacareando durante unos minutos m¨¢s.
-?Basta! -rugi¨® Pujol, pateando el suelo, y Mas se detuvo.
-?De qu¨¦ es la clase? -pregunt¨¦ cuando se me acerc¨®.
-De p¨¦rdida de sentido del rid¨ªculo. Cr¨¦ame: no puede uno dedicarse a la pol¨ªtica, al m¨¢s alto nivel, sin una cierta, digamos, cierta, digamos, cierta, digamos, cierta, ?le importa darme un cachetito en la nuca? Digamos, cierta, digamos, cierta, ay, gracias, vacuna contra el rid¨ªculo. ?Descanse, Mas!
-.............................................. -dijo Mas.
-Puede marcharse. Y ma?ana, a las nueve, ya sabe.
-.................................. -acept¨® Mas, confirm¨¢ndome que no hab¨ªa o¨ªdo mal: hablaba en blanco, como Zapatero.
-Est¨¢ mejorando mucho -me dijo con la mirada enternecida en la huida de Mas hacia la puerta-. En ovejita y toro va regular, pero la gallina la borda. No me sorprender¨ªa que un d¨ªa de ¨¦stos pusiera un huevo. Y d¨ªgame, ?a qu¨¦ debemos, digamos, debemos, digamos, debemos, digamos, ay, gracias, su visita?
-Estoy investigando la muerte del gato Simbotas.
-Ah -arrug¨® el gesto y contuve la risa: arrugado a¨²n se parece m¨¢s a Yoda-. Un asunto feo. Un gato raro. ?ltimamente parec¨ªa mareado, como si en lugar de un gato fuera un pato o un pulpo en un garaje.
-?Le conoc¨ªa usted a fondo?
-Nnnnnnnnno a fondo -una mueca le llev¨® la comisura del labio hasta la oreja.
-Se lo dir¨¦ sin rodeos: sospecho que el caso del gato Simbotas puede tener relaci¨®n con la muerte del anticuario Tresserres.
Pujol se qued¨® paralizado. Me gui?¨® un ojo. Dos veces. Tres. A la cuarta me decid¨ª a darle un cachetito en la nuca.
-Gracias, hombre, slurp -sorbi¨® como si le colgara del labio una cuchara invisible-. Ser¨¢ mejor que esto lo hablemos en mi despacho.
-?Vamos a ir ahora a Barcelona? -me extra?¨¦.
-No, hombre, no, slurp -otra vez la cuchara invisible-. Siempre viajo con mi Pujolm¨®vil. F¨ªjese: se pulsa un bot¨®n y, alehop, aparece un despachito con mesa de caoba y cuadro de T¨¤pies, l¨ªneas telef¨®nicas a tutipl¨¦n y un equipo de TV3. Pueden irse, gracias.
56 'Por favor, con el director general Tresserres'. 'Un momento, por favor (...) (...) ?Oiga? Aqu¨ª no hay ning¨²n se?or Tresserres'. Esta conversaci¨®n u otras similares se repitieron durante semanas en los despachos de Presid¨¨ncia de la Generalitat. D¨ªa tras d¨ªa, a horas distintas, sonaba un tel¨¦fono y alguien preguntaba por el director general Tresserres. El apellido Tresserres lleg¨® a ser familiar para los trabajadores del ¨¢rea, hasta el punto que las respuestas pronto pasaron de 'aqu¨ª no hay ning¨²n se?or Tresserres' a 'el se?or Tresserres no est¨¢' o 'el se?or Tresserres no ha venido todav¨ªa'. La rutina hizo que las telefonistas derivaran hacia 'el se?or Tresserres est¨¢ reunido', de manera que nadie se sorprendi¨® el d¨ªa en que se present¨® en el Palau de la Generalitat el se?or Tresserres. 'No me pasen llamadas', dijo, con el malhumor apresurado de los muy responsables. Despacho no le falt¨®, enseguida tuvo secretaria, y r¨¢pidamente se gan¨® la admiraci¨®n del departamento por su puntualidad, pulcritud y buenas maneras: no molestaba a nadie. Se limita a cumplir con su trabajo, dec¨ªan todos, si bien nadie pod¨ªa asegurar cu¨¢l era exactamente su trabajo. No se descubrir¨ªa hasta hace unos d¨ªas: Tresserres se dedicaba a vender en todas las oficinas del Gobierno catal¨¢n, dentro y fuera de Catalu?a, muebles de la tienda de su hermano Salvador. Enviaba circulares con una supuesta orden del Presidente de la Generalitat ordenando la recuperaci¨®n del mueble catal¨¢n medieval. En estos momentos se est¨¢ cuantificando lo que la administraci¨®n catalana se ha gastado en Muebles Tresserres.
Levant¨¦ la vista del informe que me hab¨ªa entregado Pujol.
-?Por qu¨¦ me cuenta esto?
-Para que vea que, en el fondo -suspir¨® Pujol-, este chico Tresserres no hac¨ªa nada malo. Estoy pensando en nombrarle de verdad para llevar a cabo esta pol¨ªtica suya de digamos, de digamos, de digamos, ay, gracias, difusi¨®n del mueble catal¨¢n. Pero, claro, en realidad ya est¨¢ haci¨¦ndolo. Es un, es un, es un, es un, ay, co?o, no me pegue, que ahora no estaba atascado, s¨®lo digo que es un galimat¨ªas.
-?Y el crimen? ?Y la chica? ?Y el asalto con robo? ?Y la huida a Hawai?
-Oiga, mire, oiga, todo eso es muy lamentable, pero, ?usted conoce a alguien que saliera indemne de una mirada p¨²blica a su vida privada? ?Usted saldr¨ªa indemne?
57 -Estoy enga?ando a Laura con una amiga -dije, cogiendo la pelotita de pimp¨®n con la mano: Juan¨ªn qued¨® con el rev¨¦s en el aire.
-?Co?o! -qued¨® con el gesto desencajado-. ?Y me lo dices con 20-18 a mi favor?
-Perdona. Me doy por perdido. No s¨¦. Me ha dado un repente. Tengo un come-come.
-Un come-come -me ridiculiz¨®.
-Olv¨ªdalo -re¨ª-. Era una broma. ?Por qu¨¦ iba yo a enga?ar a tu hermana?
-Leche -ri¨®-, pues por lo de todos: el mundo est¨¢ lleno de chichis que dicen c¨®meme, ?no te parece?
-Ja, ja, ja -?por qu¨¦ ser¨¦ tan bocazas?
-No me extra?a que busques fuera -ya hab¨ªa rodeado la mesa, me cogi¨® un brazo con camarader¨ªa-: Laura es un pedazo de hielo. Pap¨¢ y yo ten¨ªamos un agujerito en el ba?o para espiar a las chavalas. ?Quieres creer que Laura fue la ¨²nica que se quej¨® al descubrirnos? ?Leche! ?Qu¨¦ tiene que no tengan las otras, no? Ja, ja.
-Ja, ja -asent¨ª.
Vibr¨® el bolsillo de mi pantal¨®n. El m¨®vil se me escurr¨ªa entre las manos sudadas. En la pantalla se dibujaba un sobrecito.
-?Qu¨¦? ?La amiga? -me dio un codazo.
El tel¨¦fono remitente era el de Mayte. Juan¨ªn entrometi¨® su pulgar entre mis dedos para pulsar la tecla leer: 'Rdo lis: Smbts ++ venn- k mami pi¨®'.
-?Y esto qu¨¦ demonios querr¨¢ decir?
-?Leche! -me golpe¨® amistoso el pecho con el dorso de la mano-. Est¨¢ clar¨ªsimo: ?no sabes leer en m¨®vil? Dice: 'Resultado de los an¨¢lisis: el gato Simbotas ten¨ªa m¨¢s venenos que la madre que lo pari¨®'.
Ma?ana, decimotercer cap¨ªtulo: Pelota Pic¨¢.
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