'ALL? ARRIBA, EN COMBATE, ERA ELLOS O T?'
Saint-Exup¨¦ry, en Pilote de guerre: 'Hoy todav¨ªa, como los camaradas, he despegado contra todos los razonamientos, todas las evidencias, todas las reacciones del instante'. En esta tarde calurosa, en su piso de Igualada, el octogenario Antonio Nieto Sandoval sostiene en sus manos la vieja fotograf¨ªa en blanco y negro que le muestra como un joven teniente de aviaci¨®n de la Rep¨²blica, con dos compa?eros de escuadrilla, Mu?oz y Garre, ataviados los tres con gorros y chaquetas de cuero de piloto. Tres j¨®venes guapos, osados, rom¨¢nticos. Nieto Sandoval observa fijamente su rostro en la foto. ?Se reconoce en ese lejano aviador, sus valores, objetivos y sue?os? 'S¨ª, claro', afirma sin una sombra de duda. Nieto Sandoval, hoy en zapatillas y aquejado de un insidioso re¨²ma, fue jefe de la c¨¦lebre tercera escuadrilla de chatos (los aviones Polikarpov I-15) de las fuerzas a¨¦reas republicanas durante la Guerra Civil. Vivi¨® la gran letal aventura de la guerra. Esa guerra cruel, paradojas de la vida, le abri¨® literalmente el cielo: aprendi¨® a volar para luchar. Fue un as de caza, con varios derribos confirmados, aunque hoy, modestamente, decline hablar de ellos. Tras la guerra, su vida sigui¨® teniendo colores de aventura.
'Volar en combate era menearse todo el rato con los ojos bien abiertos, mirar mucho, tratar de verlo todo'
'He vuelto muy tocado al campo; una vez, con un rafagazo que me destroz¨® una rueda, pero no he sido de los que no regresaron'
Pregunta. ?C¨®mo llega uno a ser as de caza de la Rep¨²blica?
Respuesta. No pensaba en ser piloto de guerra, sino en volar y nada m¨¢s. Cuando estall¨® la guerra, el Gobierno pidi¨® personal para aviaci¨®n. Yo, que s¨®lo ten¨ªa estudios primarios y me preparaba para estudiar aparejador, vi en aquello la oportunidad de tomar contacto con los aviones, que siempre me hab¨ªan interesado. Pas¨¦ unos ex¨¢menes a finales del 1936, y en diciembre nos enviaron a una escuela de vuelo, a Rusia.
P. ?Rusia!
R. Kirovabad, en el C¨¢ucaso, cerca de Bak¨². All¨ª hicimos el curso de pilotos. ?ramos 200 espa?oles.
P. As¨ª que su primer vuelo fue en el cielo de Rusia. ?Lo recuerda?
R. S¨ª, en un U-2/Po-2, un biplano de instrucci¨®n, una avionetilla.
P. ?Qu¨¦ sinti¨®?
R. Me gust¨® volar. Era lo que m¨¢s hab¨ªa ansiado toda la vida. Un sue?o que nunca cre¨ª que fuera a realizar. Entonces volaban los hijos de pap¨¢, y nosotros ¨¦ramos hijos de obreros. Tom¨¦ tierra estupendamente.
P. Volar deb¨ªa ser entonces cosa de pioneros...
R. ?Y tan pioneros! Los aparatos eran muy endebles, no como los de hoy, llenos de instrumentos y con estabilidad para todo.
P. De vuelta a Espa?a, a la guerra...
R. Regresamos, hacia mayo del a?o 1937, medio centenar de pilotos espa?oles, de todo tipo, de cazas, de vuelo rasante ligero, de bombardero pesado. Ingres¨¦ en la escuadrilla tercera y permanec¨ª en ella toda la guerra.
P. ?Recuerda las misiones de combate?
R. Empezamos como protecci¨®n de costas, de Barcelona a Roses. Proteg¨ªamos a los barcos de suministros del Pato, un hidro con base en Mallorca que ven¨ªa a darnos la lata. No ten¨ªamos entonces ni radio ni nada, as¨ª que vol¨¢bamos a vista, ¨ªbamos al tunt¨²n. En el suelo nos dec¨ªan: 'Por tal sitio se ha visto un avi¨®n', y hacia all¨ª despeg¨¢bamos. Luego combatimos en el frente de Teruel.
P. ?Contra otros aviones?
R. Claro. Los Fiat, los Messerschmitt, Heinkels, el Stuka, todo lo de los contrarios. Yo empec¨¦ en un chato y acab¨¦ en un chato; s¨®lo hab¨ªa eso, ten¨ªas lo que ten¨ªas.
P. Qu¨¦ tal era el chato?
R. El Messerschmitt era superior, pero cada aparato ten¨ªa sus puntos fuertes y d¨¦biles. El chato era bueno en combate, pero en picado, para salir de una persecuci¨®n, llevaba las de perder a causa del motor que, al ser radial, te frenaba. En fin, no me puedo quejar del chato, a m¨ª me fue muy bien. Creo que la pericia la da el trabajar mucho. Lo sent¨ªa como parte de m¨ª mismo.
P. La lucha en el aire, ?c¨®mo era?
R. No hay explicaci¨®n. Ves unos aviones enemigos, y si tienes facilidad entras en combate. Y si te atacan, te defiendes. Disparas. Si tienes suerte es el otro al que ves caer en llamas. En gran parte es tratar de que no te sacudan a ti. Volar en combate era menearse todo el rato con los ojos bien abiertos, mirar mucho, tratar de verlo todo. Los amigos, los enemigos...
P. ?Era excitante?
R. S¨ª, nervioso.
P. Usted fue un as. Una especie de Bar¨®n Rojo rojo.
R. Todo lo que hice lo logr¨® la escuadrilla. No hab¨ªa h¨¦roes. Cumpl¨ªas con el deber.
P. Pero usted derrib¨® a otros pilotos.
R. Eso del derribo es muy el¨¢stico. Es dif¨ªcil de comprobar e, insisto, casual; puedes tocar un elemento muy sensible y ya est¨¢.
P. ?Derrib¨®...?
R. S¨ª.
P. Eso era matar.
R. Era, all¨ª, entonces, cumplir un deber.
P. ?Siente remordimientos?
R. No, era la guerra. Ves un avi¨®n que se acerca para dispararte, lo esquivas, te metes en su cola y haces lo que ¨¦l te har¨ªa a ti. ?Remordimientos? Ninguno.
P. ?Qu¨¦ armamento llevaba su chato?
R. Cuatro ametralladoras. Las disparaba desde la palanca de mandos, con cuatro botones, individualmente, o con un gatillo, las cuatro a la vez.
P. A usted no lo derribaron.
R. No. He vuelto muy tocado al campo, una vez con un rafagazo de mil demonios que me destroz¨® una rueda; pero gracias a Dios o a la suerte no he sido de los que no regresaron.
P. ?Cree que todo aquello ten¨ªa un componente de aventura rom¨¢ntica?
R. S¨ª, claro, porqu¨¦ vamos a decir que no. Por las noches, los que regres¨¢bamos cog¨ªamos un coche e ¨ªbamos a divertirnos. Est¨¢bamos orgullosos de ser pilotos.
P. ?Se considera usted un aventurero?
R. No s¨¦. Quiz¨¢ un poco cabez¨®n. Si la aventura es conseguir aquello que te propones... yo lo consegu¨ª.
P. ?La guerra es una aventura?
R. La guerra es idiota. No deber¨ªa existir. Es cierto que gracias a ella realic¨¦ mi sue?o de volar.
P. Tras la guerra, volvi¨® a volar.
R. S¨ª, en los a?os cincuenta trabajaba para la Dassault en Francia y pilot¨¦ avionetas. ?Al volver a pilotar me temblaban las piernas de emoci¨®n!
P. ?Lo echa de menos ahora?
R. El chato lo tengo metido aqu¨ª, en el coraz¨®n. A veces sue?o que tiro de la palanca y vuelo.
P. ?Lo har¨ªa volar?
R. No tengo reflejos ya. Pero probar¨ªa. Sin la menor duda, probar¨ªa.
LA GUERRA
Antonio Nieto Sandoval (Ciudad Real, 1914) encarna la aventura de la guerra. Porque la guerra, sucio asunto de mutilaci¨®n, dolor y muerte, tiene una rendija por la que se cuela la aventura, y ¨¦se ha sido siempre, desde Fabrizio del Dongo a Mel Gibson, pasando por los lanceros de Bengala, uno de sus grandes reclamos. Piloto de caza republicano en la Guerra Civil, jefe de escuadrilla de chatos, Nieto Sandoval recorri¨® los cielos como un ave de presa. Hoy, octogenario, con una mujer que lo adora y seis nietos, abomina de la guerra. Pero para ¨¦l fue m¨¢s que una aventura, fue la oportunidad de volar. As de la aviaci¨®n roja, pas¨® con su aparato a Francia al acabar la guerra, fue detenido luego por los alemanes, estuvo a punto de morir en un batall¨®n disciplinario en ?frica, trab¨® amistad con un general franquista y acab¨® trabajando en la f¨¢brica de aviones Dassault, el gran nido de los Mirage. Hombre amable, discreto, con el encanto de un antiguo gal¨¢n, se ensimisma en sus recuerdos mientras sus ojos azules como el firmamento de una ma?ana de verano se pueblan de aeroplanos enzarzados en un baile mortal. 'All¨¢ arriba, en combate, era ellos o t¨²', afirma.
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