VOLANDO VOY A LA PALMA (Y REGRESO A TENERIFE)
Un avi¨®n entre dos islas al ritmo de chachach¨¢. Recuerdos de La Habana entre el humo de un habano. Hollywood a los pies del Teide. Los zapatos de Manolo Blahnik. Gui¨®n de un viaje al archipi¨¦lago canario.
Para llegar a La Palma tuve primero que volar a Tenerife y en la terminal del norte coger el avi¨®n que va a La Palma como quien va a Casablanca (la pel¨ªcula), y es una nave de h¨¦lice y dos motores que hace el recorrido en menos de media hora. La Palma queda en el oc¨¦ano Atl¨¢ntico y es en su realidad geogr¨¢fica una isla volc¨¢nica. Es casi como cantar el chachach¨¢ inici¨¢tico Viajar a la Yunai (l¨¦ase la isla de Manhattan).
El primer chachach¨¢, una especie de danz¨®n que enseguida se hizo moda y m¨²sica, no fue como dice Cuba y sus sones, escrito por el difunto compositor serio Natalio Gal¨¢n; no fue como se cree La enga?adora, que entonaba todo el mundo en los a?os cincuenta. Esa primicia le corresponde a Silver Star, donde se canta: 'El Silver tiene lo que m¨¢s yo quiero. / Tiene una luz que alumbra mi sendero'. (Esto es una digresi¨®n). Silver Star es el nombre de un tren, de una m¨¢quina del espacio que recorre en el tiempo el sur de Estados Unidos, como el Twentieth Century es el tren que une a Nueva York -o mejor, a Chicago- con Los ?ngeles, es decir, con Hollywood, que se identifica con un enorme letrero que el cine hace redundante y obligado. Silver Star es un tren y un largo ap¨¦ndice de vagones.
He encontrado tabaqueros locuaces que hablaban de La Habana como una ciudad vecina
La Palma es c¨¦lebre en Londres por ser la patria elegida por Manolo Blahnik
El avi¨®n que une a Tenerife con La Palma es contempor¨¢neo con el Silver y vuela enquistado en aluminio que parece plata ('?Mira ese p¨¢jaro de acero!', dijo una vez una voz amiga) y viaja en direcci¨®n Sur-Suroeste para llegar a La Palma, una isla de lava con una leve ciudad atl¨¢ntica. Es un avi¨®n largo y estrecho y en su interior de doble fila de asientos y un pasillo que es un pasadizo exiguo, se parece mucho a la cabina de pasajeros del Concorde: he volado en ambos, pero en el avi¨®n a La Palma las azafatas, como dijo Jorge el piloto, son zafios zafiros que ordenan abrocharse el cintur¨®n y hay que obedecerlas. 'Los actores son ganado', declar¨® Alfred Hitchcock -aunque debi¨® decir pasajeros en vez de actores-. Pero Orson Welles tuvo la primera y ¨²ltima palabra: 'En un avi¨®n no hay m¨¢s que dos sentimientos posibles: el aburrimiento o el p¨¢nico'. Antes de que cundiera el p¨¢nico ya yo estaba aburrido.
A La Palma no hay que confundirla con Las Palmas, capital de otra isla del archipi¨¦lago canario. Fue Plinio el Viejo (o tal vez fuera el Joven: no los puedo distinguir desde aqu¨ª) quien explic¨® el nombre de las islas Canarias, 'porque hab¨ªa muchos canes'. Los canarios vinieron despu¨¦s, pero todav¨ªa no cantaban en jaula. Desde el aire, La Palma parece un arrecife prominente a punto de ser eminente, para luego revelarse como una ciudad que debe al mar su fundaci¨®n. La ciudad capital de la isla parece haber sido colonizada, Col¨®n de vuelta, por cubanos.
Aqu¨ª aparecen y reaparecen cubanos canarios, los que han ido a Cuba y han vuelto para vivir el resto de sus vidas. He encontrado tabaqueros locuaces que hablaban de La Habana como una ciudad vecina. Encontr¨¦, adem¨¢s, veteranos fumadores. Uno de ellos incluso hab¨ªa vivido en el pueblo en que naci¨® M¨ªriam G¨®mez, en la sierra del Escambray, que tiene un nombre ex¨®tico aun entre los nombres abor¨ªgenes de Cuba. Se llama Taguasco. Este fumador, al que se puede llamar empedernido, vino a la charla que di una de las noches palmeras. Hab¨ªa conocido a parientes y amigos de la familia de M¨ªriam G¨®mez y recordaba, casi por orden analfab¨¦tico, los nombres y apellidos de Taguasco. Pero esto, que era un alarde de memoria, no era nada comparado con su habilidad de fumador cuidadoso. Como no pod¨ªa fumar durante mi conferencia, dej¨® su tabaco (el hombre se hab¨ªa vuelto tan cubano que no dec¨ªa puro) a la puerta. Cuando termin¨® mi acto, que inclu¨ªa preguntas y respuestas, baj¨® las escaleras con nosotros todav¨ªa hablando de parientes. De pronto se hizo a un lado, meti¨® la mano por entre las bases del port¨®n y sac¨® un puro que procedi¨® a fumar sin tener que encenderlo. El palmero todav¨ªa tiraba.
En La Palma encontr¨¦ mujeres felices. La mayor parte hab¨ªan venido a mi charla, mientras los hombres se hab¨ªan quedado en casa o estaban en un bar vecino para presenciar no s¨¦ qu¨¦ partido de soccer decisivo para los fan¨¢ticos. Como ven, ¨¦ste no es precisamente mi deporte favorito. Es un juego ingl¨¦s, football, con los nombres de las jugadas derivadas de la nomenclatura inglesa, jugado por mercenarios extranjeros. En las Islas no hay corridas de toros (hay una plaza desaforada por el tiempo y el desuso), pero hay, ?ay!, fan¨¢ticos del f¨²tbol dondequiera. Nos retiramos a uno de los paradores m¨¢s tranquilos de Espa?a: all¨ª donde no llegaba el rumor de las patadas.
Al otro d¨ªa se supon¨ªa, de acuerdo con el programa, que visitar¨ªa el observatorio de Los Muchachos, una de las instalaciones m¨¢s avanzadas de la astronom¨ªa mundial. Tambi¨¦n pod¨ªa ir a una f¨¢brica de puros, una tabaquer¨ªa, que result¨® fascinante. Las instalaciones recordaban a una de las f¨¢bricas habaneras y en sus pasillos me vi flanqueado por toda clase de fumas por fumar: hab¨ªa hasta puros torcidos en Cuba. No tengo que decir d¨®nde decid¨ª quedarme. Reaccionario que soy, no me encontrar¨ªan en el observatorio refulgente, sino entre los sombr¨ªos pasadizos decorados con cajas de puros, y los habanos se pod¨ªan ver y oler entre los palmeros. En la f¨¢brica estuvo esper¨¢ndome el viejo Vargas, el due?o de la f¨¢brica: de pie, delante de su escritorio y con un purito sin encender entre los labios. Su hijo, el actual gerente de la f¨¢brica, se refer¨ªa al anciano como pap¨¢, y me record¨® al viejo Sosa, desplazado de su plantaci¨®n en el Escambray, ahora en su exilio de Miami, con cerca de noventa a?os, que todav¨ªa llamaba pap¨¢ al difunto due?o de la plantaci¨®n que hab¨ªa heredado. Pero el actual tabaquero (no hay otra manera de decirlo) fue el gu¨ªa de este para¨ªso y se explay¨® entre las diferentes clases y especies de puros, y me colm¨® con cajas de puros y hasta con un humidor hecho de maderas preciosas. ?Habr¨ªa ganado m¨¢s felicidad tratando de descubrir un planeta entre las castas estrellas?
El regreso a Tenerife era un regreso doble. Aqu¨ª hab¨ªa estado por primera vez hace ?dieciocho a?os, Dios m¨ªo! Me reun¨ª con viejos amigos para almorzar. Entre ellos estaba Carlos Schwartz, que hab¨ªa descubierto en mi apartamento de Londres una ventana llamada pineal. Carlos, adem¨¢s de ser excesivamente alto y nada alem¨¢n (es un canario puro), es arquitecto. Pero es tambi¨¦n un fot¨®grafo extraordinario, que ha hecho ¨¢lbumes con fotos de las islas, descubriendo Canarias como si retratara a Hawai o las Gal¨¢pagos, aunque dedicado m¨¢s a la geograf¨ªa que a la historia humana. Adem¨¢s, no s¨®lo hab¨ªa descubierto mi ventana pineal y la excesiva arquitectura victoriana que rodea mi edificio. En la visita anterior hab¨ªa incluso fotografiado al barbero canario que cort¨® mi melena. Sin ser una versi¨®n masculina de Dalila, porque yo no soy precisamente Sans¨®n, siempre llamado en Cuba Sans¨®n Melena. Con Carlos estaba su mujer, Lola, una de esas mujeres canarias que no envejecen, y casi veinte a?os despu¨¦s segu¨ªa tan bella como vehemente. La Lola, como la llamamos, es, como dicen los ingleses, un alivio para los ojos cansados -de mirar, de ver-.
Si La Palma, c¨¦lebre en Londres por ser la patria elegida por Manolo Blahnik, su hijo m¨¢s ilustre, que cuando habla de ella siempre dice 'mi isla', fue un descubrimiento, es una l¨¢stima que no la escogiera Crist¨®bal Col¨®n (lo hizo con la Gomera) como el puerto para lanzarse al interminable oc¨¦ano: una suerte de ?ltima Tule, y de all¨ª vislumbrar el abismo desconocido que era el Atl¨¢ntico.
Pero ahora regresaba a otro Tenerife. Como entonces ten¨ªa de anfitri¨®n, como colaborador m¨¢s bien, al valioso y demasiado modesto Luis Alemany, que permiti¨® que yo titulara mi charla anterior Del gofio al golfo, y que esta vez quiso hablar siempre de mis libros y no de los suyos. Despu¨¦s de la cena, hacia la medianoche, nos reunimos en la barra del hotel Mencey y agradec¨ª que fuera m¨¢s un bar que un pub, porque detesto los pubs. Ahora, que ya no soy su hu¨¦sped, puedo hablar del hotel. El Mencey es uno de los grandes hoteles de Espa?a, de Europa. Es amplio sin ser enorme y sus inn¨²meros pasillos son un laberinto amable: un d¨¦dalo delicioso. Sin ser Teseo, pero llev¨¢ndome de la mano mi Ariadna m¨¢s de nexo que de Naxos, recorrimos sus galer¨ªas, atravesamos sus diversos lobbies y dormimos el sue?o del viajero que sabe que ha llegado a una de sus estaciones elegidas.
Pero m¨¢s que el hotel me asombr¨® Tenerife. La que dej¨¦ detr¨¢s casi veinte a?os atr¨¢s era una ciudad de provincias, m¨¢s remota que pr¨®xima, acogedora como suelen serlo las ciudades que visitamos s¨®lo una vez. Ahora Tenerife era toda una capital de un archipi¨¦lago; sus amplias avenidas flanqueadas por arboledas que no recordaba; sus paseos m¨²ltiples, sus calles bulliciosas me har¨ªan reconocer a otra ciudad del pasado que se presenta como un posible futuro: Los ?ngeles y sus suburbios dram¨¢ticos.
Rodeada por colinas inn¨²meras (no recuerdo haber visto en esta ocasi¨®n el Teide nevado), toda la ciudad era como una visi¨®n de un futuro que estaba pasando frente a mis ojos. Los edificios modernos (y hasta el posmoderno auditorio a¨²n sin terminar, pero que ya amenazaba con ser la estructura que era una concha y ella misma su perla para rivalizar con el Museo Guggenheim de Bilbao) no eran rascacielos agresivos, sino falansterios a la medida humana y toda la ciudad era un modelo que se arma. No faltaba m¨¢s para completar la ilusi¨®n angelina, que en una de las laderas -tal vez el Teide- se erigiera un letrero monumental que dijera Tenerife.
Gu¨ªa pr¨¢ctica
Datos b¨¢sicos
Poblaci¨®n de La Palma: 78.200 habitantes; 17.265 en Santa Cruz.
Superficie: 706 kil¨®metros cuadrados.
C¨®mo ir
Iberia (902 400 500; www.iberia.com) tiene vuelos directos entre la Pen¨ªnsula y Santa Cruz de la Palma. Precio: 257 euros, ida y vuelta.
Trasmediterr¨¢nea (902 45 46 45; www.trasmediterranea.es) une por barco C¨¢diz y Santa Cruz. Desde 200,20 euros por trayecto, con pensi¨®n completa a bordo. Los transbordadores de esta compa?¨ªa y de Fred Olsen (922 62 82 00; www.fredolsen.es) comunican entre s¨ª las diferentes islas.
Dormir
Asociaci¨®n de turismo rural Isla Bonita (922 43 06 25; www.infolapalma.com). Casas rurales.
Parador de La Palma (922 43 58 28; www.parador.es). En El Zumacal. Con la promoci¨®n Descubra Canarias, 93,52 euros la doble.
Hotel Ed¨¦n (922 46 01 04). Plaza de Espa?a. Los Llanos de Aridane. La habitaci¨®n doble, 30,29 euros.
Hotel Mar¨ªtimo (922 42 02 22). Avda. Mar¨ªtima, 75. Santa Cruz. 36 euros por persona y noche.
Comer
Chipi-Chipi (922 41 10 24). Juan Mayor, 41. Santa Cruz. Especialidades canarias. Unos 12 euros.
La Casona de Argual. Sotomayor, 6. Platos creativos con productos locales. Los Llanos. Unos 25 euros.
Informaci¨®n
Patronato de Turismo (922 41 21 06; www.lapalmaturismo.com).
ISIDORO MERINO
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