?Especialidad?: generalista
Santiago Montero D¨ªaz fue una de las mentes m¨¢s l¨²cidas e ingeniosas de la posguerra; Franco, tan picajoso, lo desterr¨® porque le incomodaba que aquel profesor casi bohemio le hiciera oposici¨®n desde el nazismo radical (fue determinante, se dec¨ªa, que, en una conferencia, lo llamara 'rata vaticana', por abandonar el barco de la verdadera revoluci¨®n). Dej¨® honda huella en sus alumnos; yo no lo era, pero s¨ª amigo de algunos de ellos, gracias a lo cual tuve el privilegio de compartir mesa y m¨¢rmol con ¨¦l en muchas cenas de tasca gallega, no raramente alcoh¨®licas. Su talento deslumbraba; dej¨® escasas huellas escritas pero s¨ª, y muchas, en cuantos lo frecuentamos.
Protagoniz¨® an¨¦cdotas ir¨®nicas de valor incalculable. Por ejemplo, cuando, en una tertulia donde un famoso barman hab¨ªa sacado a relucir el nombre de Einstein, se dirigi¨® a ¨¦l llam¨¢ndolo Montero a secas. 'Pronuncia usted bastante mal', le contest¨®, 'porque Einstein se pronuncia 'Ainstain', y Montero, se?or Montero'. Un buen d¨ªa fue presentado por en¨¦sima vez a un ministro falangista, el cual, al saludarlo, le dijo que su nombre le sonaba mucho, aunque no sab¨ªa de qu¨¦. La respuesta del sutil profesor fue instant¨¢nea: 'Tambi¨¦n a m¨ª me suena el suyo. ?No tore¨® el domingo en Pamplona?'.
Otro episodio ocurre en la Universidad de Oviedo, que lo hab¨ªa invitado a pronunciar una conferencia; presid¨ªa el acto el Rector, viejo, cansado de aquellas ceremonias latosas y, para dar la palabra, crey¨® conveniente decir algo sobre el conferenciante. Presentaba al auditorio, anunci¨®, a un joven catedr¨¢tico, historiador seg¨²n cre¨ªa, y especialista... Al presentador se le fug¨® aqu¨ª el santo, por lo cual pregunt¨® al orador, que aguardaba de pie en la tribuna: '?En qu¨¦ es usted especialista, se?or...' (ojeada a una nota). '?En qu¨¦ es usted especialista, se?or Montero?'. A lo que ¨¦ste respondi¨® con el m¨¢ximo respeto y no menor modestia: 'En la totalidad, se?or Rector'.
Apenas oigo llamar generalista a un m¨¦dico, se me sube a la cabeza esa an¨¦cdota: un generalista ha de ser, necesariamente, un especialista en la generalidad, de igual modo que aquel -para m¨ª- inolvidable peripat¨¦tico confesaba con ir¨®nica modestia serlo en la totalidad. Pero nuestros generalistas no se designan as¨ª ni en broma ni con modestia: su campo de acci¨®n es el ¨ªndice completo de un tratado de Patolog¨ªa.
Como es natural, el nombre procede de irradiaci¨®n norteamericana. Quien en 1985 leyese en la prensa argentina que 'el m¨¦dico de cabecera del presidente ruso Chernienko, un prestigioso especialista...', lo tomar¨ªa como despiste. Porque llam¨¢bamos m¨¦dico de cabecera al que no era especialista, e igualar ambos t¨¦rminos constitu¨ªa una contradicci¨®n.
Sin embargo, por entonces, las condiciones de la vida y las del trabajo m¨¦dico hab¨ªan empezado a experimentar un gran cambio; desaparec¨ªa la estrecha relaci¨®n entre el enfermo y aquel atento se?or que iba a su casa a visitarlo y lo confortaba con su inapreciable presencia, le tomaba el pulso reloj en mano, lo exhortaba a ponerse bueno, y le ordenaba continuar en cama. Por los a?os setenta, la medicina hospitalaria, impulsada por el Estado, iba dando mejor servicio cl¨ªnico y rompiendo o atenuando aquella relaci¨®n. El doctor Segovia Arana dec¨ªa en 1980 que los espa?oles hab¨ªan pasado del m¨¦dico de cabecera (t¨¦rmino que est¨¢ en el Diccionario de Autoridades, en 1780: 'El que asiste especialmente al enfermo') al hospital de cabecera. Ello obligaba al primero a perder su nombre, pero sus funciones esenciales no deb¨ªan desaparecer. Por lo cual, en 1980, Rovira Tarazona, ministro de Sanidad, se propone reconstruir la comunicaci¨®n directa, confiada y continuada entre el m¨¦dico y el paciente, o, visto de otro modo, se deseaba restaurar, pero con otro nombre, la 'asistencia primaria o de primer nivel'; para ello, dec¨ªa el ministro, se estaba potenciando 'la figura del m¨¦dico de familia, que viene a ser el aut¨¦ntico m¨¦dico de cabecera, pero con los conocimientos m¨¢s actuales de los avances m¨¦dicos'. Se trataba del family phisician yanqui que, como el sustituido m¨¦dico, deb¨ªa conocer casi familiarmente al enfermo, y saber m¨¢s que su predecesor.
La continuada modificaci¨®n de la estructura sanitaria determin¨® que el t¨¦rmino m¨¦dico de familia no cuajase demasiado, y que el anglicismo antedicho, generalista, fuera a instalarse en la terminolog¨ªa del oficio; no significaba lo mismo, pero casi. En efecto, el ingl¨¦s, a principios del siglo XVII, con su l¨®gica insensibilidad latina, hab¨ªa formado generalist para designar a quien pose¨ªa destreza para hacer cosas muy distintas; no m¨¦dicas, por supuesto. Y cuando, a mediados del XIX, surgi¨® la necesidad de conocimientos m¨¢s profundos en espacios m¨¢s reducidos del saber, ese idioma (?o el franc¨¦s?) forj¨® el vocablo especialist. (La definici¨®n es bien conocida: llamamos especialista a quien sabe cada vez m¨¢s de cada vez menos).
El caso es que la lengua francesa acudi¨® a la inglesa para extraer g¨¦n¨¦raliste cuando, a mediados del siglo XX, la relaci¨®n entre enfermos y galenos, seg¨²n hemos dicho, hab¨ªa cambiado tanto. Frente a la 'medicina general', proliferaron las 'especialidades', y, entonces, por la d¨¦cada de los ochenta, el espa?ol, el italiano y el portugu¨¦s acompa?aron al idioma vecino adoptando la oposici¨®n anglosajona especialista / generalista, y trag¨¢ndose la contradicci¨®n interna que anida en este ¨²ltimo vocablo. De ese modo, la necesidad impuso su ley: el m¨¦dico de cabecera estaba pachucho, crec¨ªa la importancia del m¨¦dico de familia (por aquello del ingl¨¦s, y porque el galeno ya no frecuentaba de ordinario cabeceras), y hab¨ªa triunfado el m¨¦dico generalista, cuyo saber hac¨ªa innecesario acudir al especialista, y atend¨ªa complejidades necesitadas de varios especialistas. La Sociedad Espa?ola de Medicina de Familia aceptaba lo consagrado, afirmando: 'El m¨¦dico general o m¨¦dico de familia es un generalista', y todos tan anchos como si m¨¦dico general no dijera lo mismo; y, aunque feo y sin el relieve prestigioso que confiere el sufijo -ista, resulta mejor que generalista. Pero como esto es ya imparable, la Academia ha tenido que introducir ese vocablo en su Diccionario de 2001: generalista es en ¨¦l quien en su profesi¨®n 'domina un amplio campo de conocimientos'; y pone como ejemplo m¨¦dico generalista. As¨ª que todos contentos, menos el idioma que chirr¨ªa con ese t¨¦rmino; la Academia debiera definirlo monterianamente: 'Especialista en la totalidad'.
Fernando L¨¢zaro Carreter es miembro de la Real Academia Espa?ola.
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