El debate visto desde la tragedia
Los habitantes de las zonas devastadas por las riadas en Alemania observan con escepticismo las promesas electorales
'Los grandes partidos no pueden dar la imagen de que utilizan la tragedia para sus litigios electorales'. La tragedia a la que se refer¨ªa el cristianodem¨®crata Edmund Stoiber, presidente de Baviera y candidato a la canciller¨ªa alemana, es el diluvio que sumergi¨® a gran parte del este y del sur de Alemania bajo las aguas durante las ¨²ltimas dos semanas y la ha devuelto a la superficie en ruinas, como paisaje despu¨¦s de una guerra. El canciller federal alem¨¢n, Gerhard Schr?der, no tuvo nada que objetar a esta frase de quien aspira a arrebatarle el cargo el 22 de septiembre. Ambos hab¨ªan hecho acto de presencia en los escenarios de una destrucci¨®n que recuerda a la devastaci¨®n de Dresde despu¨¦s de la guerra tras el bombardeo ordenado por Churchill en la primavera de 1945.
Mucho discutieron en los medios alemanes ya la noche del domingo y todo el d¨ªa de ayer qui¨¦n hab¨ªa sido m¨¢s convincente y qui¨¦n el ganador absoluto de un debate entre los m¨¢ximos aspirantes a la jefatura del Gobierno que no tiene precedentes en la historia electoral de Alemania. Los dos partidos, SPD y CDU-CSU, daban ganador a su candidato, cargaban armas para el segundo debate, que se celebrar¨¢ el 8 de septiembre, y hac¨ªan reflexiones sobre los efectos inducidos, sugeridos o inspirados de los ademanes, la vestimenta, la apariencia y lo manifestado por los protagonistas.
?En toda Alemania? No. En la Ciudad Nueva de Dresde -que lo es menos que la llamada antigua porque fue menos bombardeada y ha repetido suerte, no vi¨¦ndose demasiado afectada por la riada y, por tanto, con luz el¨¦ctrica para ver la televisi¨®n-, en la taberna de Peter de la calle Rothenburgo, el p¨²blico era m¨¢s ecu¨¢nime que todos los analistas y pol¨ªticos que se manifestaron por televisi¨®n. Hab¨ªa all¨ª una pareja de punkis, alg¨²n sospechoso de larga trayectoria de cabeza rapada y padres de familia crecidos en el socialismo real, con escasas posibilidades de conseguir un trabajo digno en lo que les queda de vida y escarmentados de promesas mucho antes de que los dos candidatos aprendieran a proferirlas. Todos miembros de la hermandad de la desilusi¨®n. Para ellos, la tragedia que ha acabado con los sue?os de amigos, familiares y paisanos no es sino una reafirmaci¨®n del fatalismo propio.
'Si no hubi¨¦ramos ido, alguien podr¨ªa haber pensado que aquello no nos interesaba', hab¨ªa dicho el canciller, casi pidiendo perd¨®n por haber tenido unos reflejos que no tuvo su contrincante y que pueden ayudarle a ganar unas elecciones que hace un mes ten¨ªa perdidas. Schr?der moviliz¨® muy pronto a su partido y se present¨® en algunas de las zonas m¨¢s afectadas cuando Stoiber a¨²n se resist¨ªa a abandonar su veraneo en una isla del mar del Norte. Ninguno de los dos quiso hacer un 'homenaje ¨ªntimo' a las v¨ªctimas y llegaron rodeados de c¨¢maras. El domingo ambos hablaron de 'cat¨¢strofe nacional', 'la mayor desde la II Guerra Mundial', dijo Stoiber, olvidando quiz¨¢ la divisi¨®n de Alemania y el 13 de agosto de 1961 en que la parte oriental, a la que ahora tambi¨¦n le toca sufrir, qued¨® encerrada por casi tres d¨¦cadas en una jaula.
'Schr?der vuelve a ser un medias tintas y Stoiber es un carca', dec¨ªa Ritchie, el punki. 'No prometas cosas que no puedes mantener, Du Bayer' (b¨¢varo, m¨¢s que b¨¢varo), le espetaba un anciano a Stoiber cuando anunciaba que ¨¦l acabar¨ªa con la llegada de inmigrantes. Pero despu¨¦s le daba la raz¨®n al b¨¢varo cuando achacaba gran parte de la responsabilidad de m¨¢s de cuatro millones de parados a la incapacidad de Schr?der de llevar a cabo reformas por estar cautivo de grupos de presi¨®n como los sindicatos. En la taberna hubo empate, pero no en la ilusi¨®n, sino en la amargura. Ambos defraudaron: Schr?der, por no vapulear al b¨¢varo; el b¨¢varo, por confirmar sus sospechas. Todo ello con la tragedia presente, la personal y la com¨²n de las aguas malolientes que todo lo anegaron y ha sumido en la desesperaci¨®n a quienes m¨¢s se han esforzado por lograr, tras la llegada del capitalismo hace una d¨¦cada, una vida mejor.
El final de la divisi¨®n
'Por Dios, no me pregunte por el debate de ayer. Mire lo que queda de mi casa'. La anciana de Glash¨¹tte no tiene tiempo de hablar, y menos sobre elecciones. En el coraz¨®n de la id¨ªlica regi¨®n de la Suiza sajona, Glash¨¹tte parece haber sufrido un bombardeo. Con guantes y botas, intenta moverse entre los escombros, el barro maloliente, los tubos y cables que se extienden ante una ruina en la que hab¨ªa nacido ya su padre. Como en la mayor¨ªa de los pueblos de estos valles, todas las pertenencias de las familias que viv¨ªan cerca de los centenares de arroyos y r¨ªos esperan en la calle a que pase un cami¨®n a recogerlas para llevarlas a uno de los dep¨®sitos de basura y escombros. All¨¢ van papeles, fotograf¨ªas y documentos irreconocibles, electrodom¨¦sticos, muebles, colchones, ropa y maletas. Nada vale. Esa escena se repite en toda la regi¨®n, como allende la frontera checa, en Baviera, en Eslovaquia, en Hungr¨ªa y en Austria. Pero tambi¨¦n se repiten otras que reflejan un esp¨ªritu lejano al fatalismo, l¨²cido o no, de los espectadores de la taberna de Dresde. Decenas de millares de voluntarios hacen turnos de ocho horas en su lucha denodada por salvar lo salvable. Las donaciones han sorprendido y emocionado a toda Alemania y muchos creen que este movimiento de solidaridad puede suponer la superaci¨®n definitiva de la divisi¨®n de esta naci¨®n en dos partes.
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