Huertas, un peque?o Buenos Aires
El barrio de Las Letras se convierte en centro de reuni¨®n y trabajo de los j¨®venes argentinos que llegan a Madrid
Caminar hoy por la calle de Huertas (barrio de Las Letras) es ver en vivo pel¨ªculas como El hijo de la novia o Nueve Reinas. Voces argentinas resuenan por doquier, entre los j¨®venes que salen al cruce de los transe¨²ntes repartiendo tarjetas con copas gratis, y los camareros que pueblan los bares en torno a la plaza de Santa Ana. 'Cada vez somos m¨¢s, somos una plaga', dice Vicky, una joven de 21 a?os que trabaja como relaciones p¨²blicas de uno de los numerosos bares de la zona. Lleva un a?o y medio en Espa?a y es una veterana testigo de la llegada de argentinos al barrio. 'Hay unos pocos brasile?os y colombianos, pero la mayor¨ªa somos argentinos, somos unos chamuyeros [habladores], adem¨¢s se hacen redes y uno va metiendo al otro', explica.
Las afinidades culturales entre Espa?a y Argentina han permitido a los emigrantes una r¨¢pida integraci¨®n, sumado a un arma que parece surtir buen efecto: la seducci¨®n del acento. 'No lo quiero perder, adem¨¢s, mi forma de hablar es muy comercial, a los hombres les resulta muy seductora', afirma Vicky, que pese al tiempo que lleva en Madrid, mantiene un acento fuerte, bien marcado. Trabajar como relaciones p¨²blicas parece entonces el destino natural para los j¨®venes que, con un estilo desenvuelto de hablar y de moverse, logran llamar la atenci¨®n.
Vicky empez¨® la carrera de Ciencias de la Comunicaci¨®n en Buenos Aires, pero abandon¨® cuando decidi¨® seguir a su novio en la aventura espa?ola. Ahora, rota la relaci¨®n, no volver¨ªa al pa¨ªs. 'Si estuviera en Argentina ya me hubieran robado o violado. Cuando viv¨ªa ah¨ª me intentaron robar tres veces. Ahora que vivo en la seguridad me doy cuenta de esos peligros', afirma.
Como muchos otros argentinos que buscan la comodidad de vivir en el centro, Vicky, despu¨¦s de pasar por varios pisos, se instal¨® con dos amigos en la zona del Retiro: 'Intentamos vivir en el centro, a m¨ª me conviene porque me queda cerca del trabajo'.
Hasta hace unos meses, el desembarco de argentinos en Espa?a ten¨ªa s¨®lo una cara: la de los actores y escritores que triunfan en cines y librer¨ªas, como Ricardo Dar¨ªn y Leonardo Sbaraglia o Ricardo Piglia y Tom¨¢s Eloy Mart¨ªnez. Pero la crisis desatada a fines del a?o pasado ha mostrado otra, con la llegada de un amplio contingente de j¨®venes, a los que poseer un buen nivel educativo no los salv¨® de los devastadores efectos de la crisis. 'Cuando me qued¨¦ sin trabajo en enero, supe que no conseguir¨ªa otro, lo pens¨¦ y tom¨¦ la decisi¨®n 20 d¨ªas antes venir', dice Florencia, de 38 a?os, m¨¦dico especializada en pediatr¨ªa. Desde que lleg¨® a Madrid, hace tres meses, ha trabajado cuidando ni?os, hasta que hace un mes consigui¨® trabajo de camarera en uno de los bares de jazz de Huertas. La imposibilidad de salir del paro, despu¨¦s de 13 a?os trabajando en hospitales y sanatorios, no fue lo ¨²nico que la llev¨® a madurar la idea de emigrar. 'Me amargaba ver la decadencia, la violencia, la inseguridad, ver lo mal que est¨¢n todos, gente que era de clase media'.
La nacionalidad italiana es, como para muchos otros argentinos en Espa?a, un seguro que ha permitido a Florencia, por ejemplo, establecerse sin problemas. Pero empezar de nuevo lejos de casa no es una tarea sencilla. 'Es muy duro, extra?o un mont¨®n, dej¨¦ mi departamento [piso] en Buenos Aires y ac¨¢ alquilo una habitaci¨®n por Ant¨®n Mart¨ªn. Estoy homologando el t¨ªtulo, pero lleva como un a?o. Necesito ganar m¨¢s dinero para poder alquilar algo mejor, y traer a mi mam¨¢, si ella quiere', dice.
Un tema del que todos se quejan es de lo dif¨ªcil que resulta alquilar piso en Madrid. Muchos pasan por varias mudanzas en poco tiempo. Como Juan, un porte?o de 27 a?os y peluquero de profesi¨®n, que lleg¨® en septiembre del a?o pasado. 'Si no lo hago ahora, que no estoy casado, no lo hago m¨¢s', pens¨®, y se larg¨®. 'Me sorprendieron varias cosas, como los problemas para alquilar, me mud¨¦ siete veces. Vas achicando costos'. Ahora vive en la zona de Ant¨®n Mart¨ªn y trabaja de relaciones p¨²blicas en un bar de Huertas.
Buena parte de los j¨®venes que deciden emigrar buscan al mismo tiempo independizarse de sus familias, cosa habitual entre los 20 y los 25 a?os en Argentina. 'Muchos vienen escapando de sus familias, y cuando est¨¢n ac¨¢ pierden comunicaci¨®n con ellos', dice Vicky, y a?ade: 'No conozco a nadie que mande plata para Argentina'. La inmigraci¨®n individual, sin familias que mantener al otro lado del oc¨¦ano, parece ser una de las caracter¨ªsticas que diferencia la llegada de argentinos de la de otros contingentes.
Las afinidades entre Espa?a y la naci¨®n austral resultan una buena base para los que se lanzan. 'Madrid es muy parecido a Buenos Aires, adem¨¢s, los espa?oles nos tienen mucho aprecio, un pibe pas¨® el otro d¨ªa y me dijo: 'para nosotros Argentina es como la hermana peque?a de Suram¨¦rica', afirma Vicky. Un se?or mayor, que casualmente pasa por all¨ª y se detiene para conversar, parece confirmar esta idea. 'Los argentinos son buena gente, nosotros los mayores nos acordamos cuando pas¨¢bamos hambre con Franco, y Per¨®n y Eva nos ayudaron', dijo y, sin m¨¢s, sigui¨® su camino.
Fabi¨¢n, un tatuador de 33 a?os, que lleg¨® hace un mes y medio y trabaja de relaciones p¨²blicas, qued¨® sorprendido por la buena recepci¨®n que tuvo. 'Tenemos suerte de que a nosotros nos traten bien. Me gritan: 'vamos, fuerza Argentina', a?ade.
Ejercicio de simpat¨ªa
El trabajo de relaciones p¨²blicas en los bares requiere una sonrisa permanente y una voluntad de hierro contra las malas caras. Por lo general, se paga un fijo (12 euros), y comisiones (60 c¨¦ntimos) por cada tarjeta efectiva, a cambio de estar siete horas en la calle, entre las 21.00 y las 4.00. 'Ahora no pasa nada, pero en invierno, cuando hace dos grados bajo cero y est¨¢s toda hinchada de ropa es otra cosa. A m¨ª me agarr¨® varias veces hipotermia', afirma Vicky. Fabi¨¢n, que empez¨® hace un mes a repartir sus 'tarjetas autografiadas' de un bar cercano, saca provecho de las relaciones p¨²blicas. 'Vine un par de meses para ver qu¨¦ pasaba, traje ahorros, y con el trabajo casi no los toqu¨¦', explica. En Huertas, donde los bares se suceden casi hasta el infinito, los j¨®venes forman una especie de cortejo que desde ambos lados de la calle arropan a todo el que pase por all¨ª. Cada bar tiene su zona de la acera, aunque en ocasiones se superponen y hay discusiones. Pero todo se arregla r¨¢pido, m¨¢s cuando se comparte una misma situaci¨®n, seg¨²n Vicky. 'Para m¨ª, que estoy lejos de mi familia y mis amigos, los compa?eros de trabajo son mi apoyo, con quienes hablo y estoy todos los d¨ªas'.
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