Jos¨¦ Tom¨¢s firm¨® el toreo m¨¢s grande

El tercer toro ten¨ªa cinco yerbas bien cumplidas y sali¨® despacio, despreciando los enga?os. Lo fue a buscar Jos¨¦ Tom¨¢s y ni ¨¦l ni Luciano N¨²?ez ni Miguel Cubero consiguieron que entrase una sola vez a cualquier capote. Salieron los picadores, aparentemente por salir, y lograron varios refilonazos de oca a oca, ya con la porf¨ªa de Cubero. En banderillas fue a m¨¢s y en esto, que se encontr¨® con Jos¨¦ Tom¨¢s que, tieso como una vela, lo cruji¨® por bajo en muletazos que hubiera firmado Domingo Ortega y que cambiaron la actitud del toro. Situados en el platillo, se lo pas¨® muy cerca en dos series con la derecha, espl¨¦ndidamente rematadas. Otras dos series de naturales templad¨ªsimos, finalizada la ¨²ltima por bajo, tras seis naturales, en los que el torero era eje casi ingr¨¢vido, de tan relajado, constituyeron el meollo de la faena. Cuatro redondos de frente reventaron la plaza y cuando se lo tra¨ªa al tercio, pintando el toreo, la res record¨® sus querencias y, cuando estaba bajo el arco del cuerpo del torero, se venci¨® y lo prendi¨® por el bajo vientre, agujereando la seda. El matador quiso ejercer su oficio, que se le neg¨® hasta la quinta ocasi¨®n, siendo premiado con repetidas ovaciones y una, final, atronadora. En la enfemer¨ªa fue atendido de un varetazo.

La ver¨®nica es como la dijo Jos¨¦ Tom¨¢s en el quinto, as¨ª como el natural, que se suced¨ªa a s¨ª mismo en una labor intensa, impecable y larga. Como el toro no era f¨¢cil, cuando se insolentaba, el torero se lo hac¨ªa saber en el remate. Aunque la espada qued¨® desprendida, las dos orejas fueron a parar leg¨ªtimamente a sus manos.

Javier Casta?o se colg¨® de los pitones, pero es injusto torear despu¨¦s de Jos¨¦ Tom¨¢s cuando lo hizo como ayer. Finito estuvo ausente.