Decencia
Volvemos. Sobrevivir a un verano como este no es cualquier cosa, amigos. Si damos cr¨¦dito a lo que nos han dicho que ha sucedido, quien haya llegado inc¨®lume hasta septiembre es un h¨¦roe, aunque lo ignore. S¨®lo en esa Catalu?a mod¨¦licamente acomodada a cualquier cosa, incluido el vivir sobre una perpetua mierda llamada purines de cerdo -estuve en Vic i lo ol¨ª-, el inventario veraniego hace ¨¦poca: legionelas, aguas contaminadas, coches maltrechos por el granizo, playas convertidas en basurero, riadas desbocadas, nubes enfurecidas, luces apagadas, bolsas hist¨¦ricas, miedo en el horizonte econ¨®mico, crisis del turismo, accidentes laborales de esc¨¢ndalo, muertos en carretera, atascos monstruo, subida de precios. Seguro que me dejo algo.
Pero si todo se acabara aqu¨ª hasta podr¨ªamos estar satisfechos. Como, aunque a algunos les pese, no estamos solos en el mundo y, cada d¨ªa m¨¢s, todo lo que sucede en todas partes nos afecta aunque no queramos, ha habido que digerir -?qui¨¦n ha podido?- ese banquete ofrecido por 'la podredumbre empresarial estadounidense', como la acaba de llamar en un fant¨¢stico art¨ªculo un economista sin pelos en la lengua: Paul A. Samuelson, no pod¨ªa ser otro. El se?or Samuelson nos ha aportado un dato: 'En 2002, los directores generales ganan 400 veces m¨¢s el sueldo del empleado medio'. ?l se refiere a su pa¨ªs, Estados Unidos, pero no puedo olvidar haber le¨ªdo en EL PA?S -25 de junio de 2002- que Emilio Bot¨ªn gan¨® en 2001, seg¨²n explic¨® ¨¦l mismo, 2,54 millones de euros brutos. Es una pena tener memoria.
Igual que es lamentable comprobar como Mr. Samuelson coincide con Le Monde en concluir lo evidente: que esa podredumbre de la 'plutocracia dorada' -as¨ª llama a los dirigentes econ¨®micos- se traduce en la ruina de la clase media, peque?os accionistas y empleados, que crey¨® en el 'capitalismo popular' de Thatcher y Reagan. Una cuesti¨®n claramente pol¨ªtica que afecta directamente a la democracia. En palabras de Kurt Eichenwald, se trata de 'capitalistas que quieren acabar con el capitalismo'. Y, seg¨²n otro economista estadounidense, Paul Krugman, 'el sabor de fraude es un punto de inflexi¨®n mayor para la percepci¨®n que Estados Unidos tiene de s¨ª mismo que el 11 de septiembre'. Nada menos.
Esa es la tesitura veraniega que marca nuestras vidas. As¨ª que ya hay quien ha empezado a rezar ante el cad¨¢ver de aquella extraordinaria 'contabilidad creativa', seg¨²n la cual 2+2 no eran 4, sino unos cuantos millones de d¨®lares. Cosa que suced¨ªa hace poqu¨ªsimo y que gustaba una barbaridad. Pero incluso, a la vista de las circunstancias aleccionadoras del verano, este acto ¨ªntimo de encomendarse al icono favorito para solicitar alt¨ªsima protecci¨®n ante los errores y fantas¨ªas humanas, se ha convertido en un hecho pol¨ªtico y econ¨®mico. La ¨¦tica, amigos, da dividendos. La ¨¦tica es esa varita m¨¢gica del 'nuevo patriotismo'. No lo invento, lo ha dicho el secretario del Tesoro de EE UU, Paul O'Neil, el mismo que hace poco recorri¨® la pobreza africana con Bono, el cantante de U-2: 'La decencia en los negocios es el nuevo patriotismo de Am¨¦rica'. Am¨¦n.
?Am¨¦n? ?C¨®mo digerir todo eso? Porque habr¨¢ que hacerlo, claro. Igual que hay que digerir que acabar con ETA es m¨¢s complicado que lo que tanta gente, tambi¨¦n de muy buena fe y con todas las leyes en la mano, parece pensar. Igual que hay que digerir que a mediados de agosto se nos dio una peque?a noticia que nos devuelve a la realidad: el patrimonio financiero de las familias espa?olas baj¨® 20 puntos del PIB desde 1999. O sea, que somos m¨¢s pobres. Muy decentes, eso s¨ª -este verano las playas vac¨ªas son testimonio de decencia carnal-, pero vamos a menos. Grandes lecciones las de este verano, ?verdad?
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