Golpe letal
Que treinta y una mujeres hayan sido asesinadas en lo que va de a?o por el hombre que les jur¨® fidelidad y respeto, por aqu¨¦l que, en las alegr¨ªas y en las penas, en la salud y en la enfermedad, les promet¨ªa una vida feliz, me parece una buena prueba de la inutilidad del sistema que nos ampara, de la ineficacia de las instituciones, las leyes, los jueces, los medios de seguridad y, lo que es peor: la muestra irrefutable de nuestro fracaso y nuestra supina inoperancia. Si aterra saber que la cifra de v¨ªctimas mortales del maltrato dom¨¦stico aumenta implacablemente a?o tras a?o, mucho m¨¢s indigerible nos debe resultar la situaci¨®n actual de miles de mujeres que son carne de vejaciones, represalias y potencial materia de deg¨¹ello. Quiero decir que treinta y una muertes son muchas, o quiz¨¢ no si las comparamos con la terrible legi¨®n de esposas y compa?eras que en este momento viven o malviven bajo la amenaza de un canalla con tripas de acero y cerebro bloqueado al que se le va la mano con excesiva frecuencia.
La pelota est¨¢ en nuestro propio tejado, pero sobre todo en la azotea de quienes nos gobiernan. Y el momento es ahora, hoy mismo, sin tardanza alguna, con la contundencia necesaria y con las medidas m¨¢s implacables. Las denuncias no pueden seguir dormidas en el caj¨®n de un juzgado. Hay que poner horizontes delante de cada mujer que quiera salir de su infierno, asegurarles esa subsistencia econ¨®mica que tienen bien ganada. Y si para ello hay que echar de casa (por ley) al puerco que las destruye y recurrir al fondo de garant¨ªa estatal, a la Renta Activa de Inserci¨®n o a fondos reservados, que no se demore m¨¢s el tema. Zaplana y el ministerio que preside tienen en su mano un asunto m¨¢s candente y apremiante que el propio decretazo. Paliarlo con eficacia puede ser, m¨¢s all¨¢ de las acusaciones de oportunismo, la mejor haza?a de su carrera pol¨ªtica. Todo es cuesti¨®n de sensibilidad y de ganas de emplear la inteligencia. Ma?ana puede ser tarde para muchos, pero esencialmente para ellas, que, al menor descuido, encajan una pu?alada, un golpe letal o un azote inflamable y corrosivo que les abrase la vida y las entra?as.
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