Una mirada ir¨®nica al intenso crep¨²sculo humano de Don Quijote
Clint Eastwood no present¨® su estupendo fracaso 'Deuda de sangre'
Se esperaba pero no lleg¨® Clint Eastwood a presentar Deuda de sangre, una buena pel¨ªcula que al parecer no da ni un d¨®lar en su tierra. Enfrascado en Mystic river, su pr¨®xima obra, el gran cineasta estadounidense ha dejado a aqu¨¦lla a la deriva. Es cine policiaco con marea de fondo y aire pesimista y crepuscular. Y otro intenso, y complejo, crep¨²sculo humano es el que arranca Manuel Guti¨¦rrez Arag¨®n del lento deslizamiento de Don Quijote sobre las rampas de la agon¨ªa en la segunda parte del libro de Cervantes. Es un filme sutil, no f¨¢cil de ver, y que, como el de Eastwood, no tiene pinta de hacer grandes colas en las aceras.
El maravilloso mon¨®logo de Galiardo ante Sancho dormido da el tono del filme
Eastwood explora la fragilidad de un hombre interiormente roto, reducido a escombros
Hay en la escritura de El caballero Don Quijote un alarde de astucia, al introducir Guti¨¦rrez Arag¨®n dentro de la zona menos conocida -e incluso desconocida hasta vol¨²menes pintorescos- de la novela, que es su segunda parte, una visi¨®n refleja, casi esperp¨¦ntica, de la primera parte, ¨¦sta s¨ª conocida en todas partes. De ah¨ª que su nueva mirada al inabarcable universo del Quijote -en rigor, m¨¢s sutil y profunda, aunque sea menos espectacular, que aquella famosa primera mirada que interpret¨® el actor Fernando Rey- tenga algo de desconcertante. Hay tantas lecturas de la inmensa novela como lectores tiene; y esta nueva lectura es muy acusadamente personal, en doble vertiente, por una lado del director y guionista Guti¨¦rrez Arag¨®n; y por otro, del actor Juan Luis Galiardo, que interioriza su Alonso Quijano, le corta vuelos y aparatosidades gestuales y le convierte en un espejo introspectivo, suyo propio y de quienes vean en su trabajo lo que tiene de golpe de gran riesgo y talento.
Hay acuerdo y di¨¢logo profundo entre la c¨¢mara de Guti¨¦rrez Arag¨®n y las minucias de los comportamientos ante ella de Galiardo; y de este acuerdo procede lo sustancial de una pel¨ªcula oscura que sin embargo tiene apariencia clara. Y hay oscuridad en El caballero Don Quijote porque hay en ella negrura. Su humor es humor negro destilado, qu¨ªmicamente puro. El vigoroso mon¨®logo donde Galiardo explica a Sancho los comportamientos de Dulcinea; la fort¨ªsima escena donde Galiardo vuelve a monologar mientras huele a la labriega ca¨ªda de su burro; el maravilloso mon¨®logo de Galiardo ante Sancho dormido y m¨¢s escenas de similar estructura dan el tono, el acorde, el tempo del filme.
Mon¨®logos
Son mon¨®logos y m¨¢s mon¨®logos que est¨¢n a veces al borde del rid¨ªculo -como el de Juan Diego Botto, tras su escena en el teatro de los Duques- pero que no chirr¨ªan nunca ni invitan al navajazo de una risa inoportuna, lo que obliga a medir el trabajo que ha realizado Manuel Guti¨¦rrez Arag¨®n y, sobre todo, de Galiardo por la extremada dificultad que entra?a. Esto multiplica el m¨¦rito de la continua r¨¦plica de Carlos Iglesias, quien da cuerpo y car¨¢cter ins¨®litos a un Sancho Panza que rompe todos los clich¨¦s y deja ver por d¨®nde va la original mirada de Guti¨¦rrez Arag¨®n, que rompe con los t¨®picos y las convenciones visuales fijadas alrededor del Quijote y habr¨¢ que volver por fuerza a esta notable pel¨ªcula.
Y tambi¨¦n habr¨¢ que volver a Deuda de sangre, donde el actor y director Clint Eastwood pone del rev¨¦s la novela de Michael Connelly para amoldarla a lo que ¨¦l ¨ªntimamente busca en su cine. Es Eastwood fiel a las convenciones del g¨¦nero negro y construye un thriller con una superficie n¨ªtida que oculta un subsuelo rugoso, en el que explora la fragilidad de un hombre interiormente roto, viejo, reducido a escombros, un polic¨ªa jubilado, solitario y enfermo de muerte que no puede, porque no sabe, vivir m¨¢s que al borde de un abismo.
Una vez m¨¢s, Eastwood explora los l¨ªmites de la desesperanza y vuelve a hacerlo con im¨¢genes de g¨¦nero, bajo las que estallan descargas inesperadas de electricidad tr¨¢gica, sutil e incatalogable, fuera de cualquier c¨®digo gen¨¦rico.
Y Deuda de sangre salta desde la apariencia de simple cine de consumo a la ra¨ªz y la trastienda que se mueven en el enorme talento de este incorregible outsider, un vigoroso y a veces tenebroso gigante de su oficio que bajo especie de cine precocinado hurga e indaga con toda crudeza en las cuestiones mayores de la vida de la gente.
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