Septiembre
De nuevo septiembre. Un a?o mas, los funcionarios de carrera, esos seres tan envidiados en otro tiempo, se api?an de buena ma?ana frente a las cristaleras de la Delegaci¨®n de Educaci¨®n, intentando ver a fuerza de codazos y pisotones las listas, las vacantes, las plazas, las horas,... Faltan unos d¨ªas para comenzar las clases y gran parte de la plantilla del profesorado de Secundaria a¨²n no sabe qu¨¦ asignaturas impartir¨¢, ni qu¨¦ niveles, ni en qu¨¦ centro, ni en qu¨¦ localidad. La angustia y la incertidumbre se palpan en el ambiente.
Un respetable se?or, que ya peina canas, se queja enfadado: 'Pero si hasta el sorteo de la mili lo publicaban en el peri¨®dico, no hay derecho'. Por fin, todo el mundo consigue ver las listas; los m¨¢s afortunados apuntan en un papel las plazas a las que podr¨¢n optar; los menos, corren a interponer la reclamaci¨®n correspondiente. A las once ya no queda nadie, pero tienen que volver; a las dos de la tarde deben colocar las listas definitivas. A esa hora, y bajo un sol de justicia, todos esperan ansiosos. Pasa una hora y cuarto y nada, ni listas ni explicaciones, los nervios afloran. Una profesora con 22 a?os de oposici¨®n llora sin recato. 'Esto es inadmisible' es el comentario general. Finalmente, a las tres y media se colocan las listas definitivas. Algunos no est¨¢n de acuerdo, pero ya no hay a qui¨¦n reclamar. La Delegaci¨®n est¨¢ cerrada.
A todo esto se a?ade el bochorno de la terminolog¨ªa utilizada para designar a los profesores: '?T¨² que eres desplazado o suprimido?' 'No, yo soy autosuprimido y doy clase a un grupo residual'. 'El a?o que viene van a crear dos grupos nuevos: los apestados y los gaseables', dice uno con sorna. La mayor¨ªa estamos ya muy mayores para vivir con estos sobresaltos, adem¨¢s, ?La consejera Iztueta cree que esto contribuye a la calidad de la Ense?anza?
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