Una carrera exagerada
Monta?a, escaladores, muchos 'sprinters', muchos corredores...: los n¨²meros desbordan la ronda espa?ola
Sierra Nevada y el Angliru y la Covatilla y la Pandera; Cipollini contra Zabel contra Freire contra Petacchi; Heras contra Beloki contra Casero contra Sevilla y Mancebo y Mercado y Botero y Simoni; 23 equipos (un r¨¦cord), 207 corredores, tremendo; gente imprudente, como Beloki y Simoni, que se exigen ganar la Vuelta; gente prudente, como Sevilla y Casero, los h¨¦roes de 2001, como Heras, el h¨¦roe de 2000, que dicen por ah¨ª andar¨¢n; gente callada, como Mancebo. ?Una exageraci¨®n? No, la Vuelta 2002. Hoy empieza, en Valencia, y para que quede claro que esto es una historia diferente, que no es el Giro con sus problemas, ni el Tour, la gran referencia, empieza con un pr¨®logo por equipos.
La Vuelta 2002 es la b¨²squeda del espect¨¢culo puro y duro v¨ªa acumulaci¨®n; es la Vuelta del regreso del Angliru, el puerto fetiche, el s¨ªmbolo de los ¨²ltimos a?os de la ronda espa?ola, el falo del ciclismo espa?ol, que no deja de parir escaladores aunque los tiempos cambien deprisa; es la Vuelta del descubrimiento de la Covatilla, en las alturas de B¨¦jar, y de la Pandera, por tierras de Ja¨¦n, dos puertos que prometen; es la carrera de los derrotados del Tour, los que acabaron derrengados y que, despu¨¦s de un agosto de descanso y recuperaci¨®n -menos Mancebo, que sigui¨® compitiendo y gan¨® la Vuelta a Burgos- dicen que esto de Espa?a puede ser lo que ser¨ªa un Tour, por ejemplo, en el que no estuviera el Indurain de entonces o el Armstrong de ahora, pero que tampoco es lo mismo: Beloki dice que vale, que ha quedado dos veces tercero en el Tour y una vez, este 2002, segundo, pero que eso no quiere decir que es el mejor tras Armstrong. Afirma que para ser el mejor tiene que ganar algo, tiene que ganar esta Vuelta, la Vuelta de una vez, lo que le repite tambi¨¦n su director, el del ONCE-Eroski, Manolo Saiz. Y ganarla definiendo su propia estrategia, sin ir a la contra. ?Qu¨¦ presi¨®n! ?Qu¨¦ tensi¨®n!
?Tensi¨®n? Bah... La Vuelta no es el Tour, que llegan los ciclistas como soldados hacia la escabechina, mirada sombr¨ªa, cuello doblado, como contando las baldosas, que si el pelot¨®n grande, que si las carreteras estrechas, que si los nervios, las ca¨ªdas... Los fisi¨®logos, los que estudian cu¨¢nto cuesta dar una pedalada y subir un puerto y acelerar en un sprint, los que miden los latidos del coraz¨®n para saber cu¨¢nto se esfuerza un organismo, han concluido que dan lo mismo etapas de 220 kil¨®metros que de 140, que da lo mismo el Tour que la Vuelta: son igual de duras. Pero los fisi¨®logos no pueden medir los intangibles, la sensaci¨®n pura. No hay instrumentos para ello, s¨®lo el olfato, la vista, los sentidos. Ah¨ª se endurece el Tour: es un martirio; la Vuelta es una fiesta. La alegr¨ªa del ciclismo.
Septiembre en Valencia, solo, hotel con piscina y playa, tumbonas y siestas a la sombra. Aire de vacaciones. Los ciclistas del Telekom, el de Zabel, salen del comedor y arrastran los pies somnolientos, se sientan en tertulia, cuentan chistes, se r¨ªen. ?Guerra? ?Qu¨¦ guerra? Esto es la Vuelta.
?D¨®nde est¨¢ el Giro? En la carrera italiana, m¨¢s esc¨¢ndalos que ning¨²n a?o -el dopaje de los l¨ªderes, el probenecid de Garzelli, la coca¨ªna del dentista, de la t¨ªa, de los caramelos de Simoni...-, el ciclismo transalpino descendi¨® a su punto m¨¢s bajo. Gan¨® la carrera un tal Savoldelli, m¨¢s conocido como arriesgado bajador de puertos que como alado escalador, que llega a la Vuelta obligado por contrato para liderar a un equipo que lleva meses sin cobrar, el Alexia; y a Simoni, al imponente ganador de 2001, lo echaron por el turbio asunto de la coca¨ªna -luego no fue sancionado porque se admiti¨® su coartada: la coca estaba insidiosamente escondida en unos caramelos de miel, bals¨¢micos, que le hab¨ªan llegado de Per¨²-. Pero Simoni, que se sinti¨® estafado, voce¨® en agosto que ir¨ªa a la Vuelta para ganarla, que la carrera espa?ola ser¨ªa la de su redenci¨®n, la reparaci¨®n de una injusticia. Y su discurso hizo fortuna, se extendi¨® por los campos del ciclismo italiano, sedientos, y floreci¨®. De repente, no es Simoni el que ve en la Vuelta el punto de despegue, es todo el ciclismo italiano el que se examina en Espa?a, el que busca reencontrarse. Y Cipollini, el l¨ªder del show-ciclismo, que hab¨ªa amenazado con retirarse porque en el Tour, tan serios, tan circunspectos y reglamentistas, no quer¨ªan ni a Simoni ni a su equipo, ni tampoco le quisieron a ¨¦l, al Supermario y a su Acqua & Sapone, tambi¨¦n se sum¨® a la corriente. Dio marcha atr¨¢s y est¨¢ en la Vuelta -una carrera de la que fue expulsado hace dos a?os por darle un pu?etazo a Cerezo: viva el espect¨¢culo-. Y ocho equipos italianos convertir¨¢n a la Vuelta en su particular Giro di Spagna.
En Valencia luce el sol y la Vuelta es una fiesta y la fiesta, el aire de fiesta, es una niebla que diluye los problemas. Cuando el Tour, todos lloraban y se preocupaban. El futuro del ciclismo no existe, dec¨ªan. No hay patrocinadores. Los asuntos negativos lo hunden, la mala publicidad, el dopaje. El discurso se ha olvidado, se ha encerrado en un par¨¦ntesis, pero la realidad se mantiene. El Kelme tendr¨¢ que reducir efectivos y sobrevive gracias a las ayudas del Gobierno valenciano; el iBanesto.com, el gran hist¨®rico, no puede elaborar una estrategia a m¨¢s de un a?o vista; otros equipos extranjeros desaparecen, Freire, el campe¨®n del mundo, tarda en encontrar acomodo y hasta la Vuelta, el reino de la felicidad, ha podido solucionar sus problemas de patrocinadores gracias a las aportaciones de ¨²ltima hora, del Ministerio de Agricultura y de la Junta de Castilla y Le¨®n.
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