Berl¨ªn, el gran espect¨¢culo urbano
La indomable vitalidad de la renovada capital alemana
Hay esquinas en la ciudad de Berl¨ªn desde las que es posible ver en un solo minuto un barco surcar las aguas de un canal, asistir al tableteo de un tren sobre los rieles de un paso elevado, desconcertarse ante un avi¨®n a punto de aterrizar en Tempelhof, quiz¨¢ el ¨²nico aeropuerto de Europa enclavado en el interior de una ciudad, y presenciar al mismo tiempo, sin que el minuto se haya cumplido, el paso de un tranv¨ªa y de varias bicicletas y coches por una avenida cercana. Ese movimiento constante, esos variados transportes que la cruzan, acaso sean la mejor met¨¢fora de Berl¨ªn. Igual que las gr¨²as o que la mezcla de belleza y fealdad, de modernidad y decrepitud. En Berl¨ªn hay una plaza, Stuttgarter Platz, donde desemboca Leonhardtstrasse, que es una de las m¨¢s bonitas y tranquilas de la ciudad. Lo extra?o es que esa plaza empedrada y abarrotada de caf¨¦s es apenas un diminuto rinc¨®n, segregado por una barrera casual de ¨¢rboles, de una plaza mayor que es como un rect¨¢ngulo desolado.
Esa mezcla, ese desordenado deslavazamiento sigue siendo Berl¨ªn hoy, a pesar de la edificaci¨®n del llamado Nuevo Berl¨ªn, que prosigue su marcha inexorable. No hay un Berl¨ªn bonito y otro feo. Berl¨ªn es todo ello, mezclado en ocasiones, como en Stuttgarter Platz, en s¨®lo el per¨ªmetro de cuatro calles
Llegar¨¢ un momento en el que las heridas urbanas de Berl¨ªn est¨¦n cerradas, en el que los barrios antiguos se hayan renovado y los nuevos empiecen a envejecer. Ser¨¢ el Nuevo Berl¨ªn
?Es bonito Berl¨ªn?, se pregunta a cada paso el viajero que llega por primera vez. Definitivamente, no tiene el rotundo esplendor de Roma; ni la monumentalidad de Par¨ªs, a la que secretamente ha aspirado desde los tiempos de Bismarck; ni siquiera es la bombonera que por momentos parece Londres. Berl¨ªn no es una ciudad que entre s¨®lo por los ojos. Reclama, adem¨¢s, otros sentidos. Berl¨ªn es una ciudad desmesurada en la que edificios magn¨ªficos se mezclan con adefesios construidos en todas las ¨¦pocas. No le faltan elegantes avenidas, sus mejores calles son anchas y crecen en ellas ¨¢rboles, pero tambi¨¦n est¨¢ llena de cicatrices, de solares que tardar¨¢n en ocuparse y de calles que parecen m¨¢s propias del insulso extrarradio de una ciudad cualquiera. Tiene dos r¨ªos, numeros¨ªsimos canales y m¨¢s puentes que Venecia; tiene tranv¨ªas y autobuses de dos pisos, y fastuosas estaciones de hierro forjado en todos los barrios, pero las v¨ªas del ferrocarril urbano, pegadas al suelo en vaguadas que cuartean la ciudad o elevadas en promontorios de hierro, rompen a veces el equilibrio de una plaza, y viajando sobre ellas, de norte a sur o de este a oeste, es posible descubrir, en el tr¨¢nsito entre dos zonas residenciales, contenedores industriales, chimeneas de f¨¢bricas o dep¨®sitos de carb¨®n. Esa mezcla, ese desordenado deslavazamiento sigue siendo Berl¨ªn hoy, a pesar de la edificaci¨®n del llamado Nuevo Berl¨ªn, que prosigue su marcha inexorable. No hay un Berl¨ªn bonito y otro feo. Berl¨ªn es todo ello, mezclado en ocasiones, como en Stuttgarter Platz, en s¨®lo el per¨ªmetro de cuatro calles.
Por si eso fuera poco, Berl¨ªn no tiene un ¨²nico centro definido, sino muchos. Hay un centro monumental, que se concentra todo a lo largo de Unter den Linden; un centro hist¨®rico, Mitte, donde naci¨® la ciudad en el siglo XIII; hay un centro comercial en Kurf¨¹rstendamm y en los barrios burgueses nacidos en sus m¨¢rgenes a principios del siglo XIX; hay un centro financiero y de ocio en Potsdamer Platz, a¨²n no terminado, que es una de las obras emblem¨¢ticas del ¨²ltimo Berl¨ªn; hay un centro pol¨ªtico, al oeste del parque de Tiergarten, donde se levanta el Reichstag, la canciller¨ªa y los nuevos ministerios y oficinas gubernamentales; hay antiguos barrios obreros, como Prenzlauerberg, que, despu¨¦s de haber sido el preferido de la disidencia pol¨ªtica en tiempos de la RDA, se ha convertido en el preferido de la nueva burgues¨ªa urbana; hay reliquias del Berl¨ªn alternativo y ¨¢crata, como Kreuzberg, todav¨ªa con vida gracias a la colonia turca que all¨ª se asienta y a que ¨²ltimamente lo han elegido para vivir muchos estudiantes; hay barrios antes bohemios, como la zona de Hackescher Markt, transformada ahora en escaparate para turistas; y hay decadentes barrios industriales, como Friedrichshain, al que han emigrado los artistas y alternativos que antes viv¨ªan en Prenzlauerberg y Kreuzberg. Todas son caras visibles de Berl¨ªn porque en todas sucede algo y hay cosas que ver: una plaza, un paseo, un mercado, un museo o una obra de la vanguardia arquitect¨®nica de los a?os veinte. Berl¨ªn es una ciudad que crece, una ciudad viva porque lo m¨¢s nuevo y vital que sucede en ella todav¨ªa no ha sido relegado, como en otras ciudades, al extrarradio de los barrios marginales. Ni siquiera la depauperaci¨®n hay que ir a buscarla muy lejos. Est¨¢ en los barrios de bloques prefabricados al este de la ciudad, pero se siente a un tiro de piedra de Tiergarten, en el barrio de Moabit.
La vida y las palabras
Berl¨ªn no es s¨®lo el Berl¨ªn de los arquitectos y de los pol¨ªticos que construyen con ladrillos o palabras la que se vende como la nueva capital de Europa. Lo que construye la ciudad es la vida que transcurre en ella, y antes incluso que su colosal tama?o -que parece a¨²n mayor porque su proporcionalmente escasa poblaci¨®n (3.700.000 habitantes) resulta insuficiente para llenar todos los recovecos de la ciudad-, al viajero que llega por primera vez a Berl¨ªn, da igual que sea invierno o verano, probablemente lo primero que le sorprenda sea la sensaci¨®n de que el tiempo transcurre de diferente manera de como transcurre en otras capitales. Si es invierno, al franquear las puertas c¨¢lidas de un caf¨¦ encontrar¨¢ a la gente que, instantes antes, al pasear por las calles g¨¦lidas, ech¨® de menos; si es primavera o verano, esos mismos caf¨¦s se transforman en terrazas abiertas, y en ellos ver¨¢ tanta gente sentada, mucha solitaria leyendo un libro o el peri¨®dico, y otra conversando en grupos, como la que ver¨¢ pasar montada en bicicleta o al volante de los numeros¨ªsimos descapotables (un museo de coches al aire libre) que recorren sus calles.
Hay una frase en el ¨²ltimo libro del escritor Bernhard Schlink que identifica cu¨¢l puede ser el origen, entre otros, de ese particular hedonismo que se advierte en la ciudad de Berl¨ªn: 'Antes en el este no hab¨ªa nada que hacer, porque el Estado no dejaba hacer nada, y en el oeste no hab¨ªa que hacer nada, porque tarde o temprano el dinero de Bonn llegaba infaliblemente. Ten¨ªamos tiempo de sobra'. La cita est¨¢ en pret¨¦rito y no por casualidad. Ahora en Berl¨ªn, como en cualquier lugar, la gente tiene que trabajar y muchos lo pasan mal. Tras los ingentes costes que supuso (y sigue suponiendo) hacer una sola ciudad a partir de dos ciudades distintas, el Gobierno de la ciudad est¨¢ en bancarrota y lo est¨¢n tambi¨¦n no pocos de sus habitantes. La cifra de paro ronda el 18% y, sin apenas industria y una econom¨ªa sustentada casi exclusivamente en los servicios, el futuro parece incierto. La fiebre constructora, visible a¨²n en las gr¨²as y en los andamios diseminados en todos los distritos, no ha disminuido, pero s¨ª ha menguado, en cambio, la euforia que la acompa?aba. Muchos se van y, aunque Berl¨ªn sigue creciendo, nadie piensa ya que el ritmo se pueda sostener ni, sobre todo, que lo haga, como hasta hace poco se cre¨ªa, sin costo para sus habitantes. Las infraestructuras culturales, dobles hasta ahora porque perduraban las de los dos Berlines, tendr¨¢n que disminuir, al igual que las ayudas sociales de las que se beneficiaban tant¨ªsimos berlineses.
Nost¨¢lgicos
Berl¨ªn fue un anacronismo durante m¨¢s de cuarenta a?os, pero de ese anacronismo, junto a numerosos perjuicios, el primero de todos el de su divisi¨®n, se derivaron algunos beneficios, ya que tanto un Berl¨ªn como el otro fueron el escaparate a trav¨¦s del cual los sistemas que los sustentaban trataban de seducirse mutuamente. En Berl¨ªn, hoy d¨ªa, hay quien a?ora la ¨¦poca de la divisi¨®n, nost¨¢lgicos del este y nost¨¢lgicos del oeste, pero, sobre todo, lo que hay son nost¨¢lgicos de los primeros tiempos de la reunificaci¨®n, tiempos en los que todo estaba por hacer, y en los que lo mejor de un mundo y lo mejor del otro estaba al alcance de todos; tiempos de improvisaci¨®n, casi sin ley, en los que surg¨ªan bares ilegales en todas las esquinas y en los que cada esquina era una fiesta. Ese Berl¨ªn desaparece hoy al mismo ritmo que la ciudad recupera su esplendor, pero a¨²n es visible para el que viene de fuera, por mucho que los berlineses se empe?en en demostrarle que los mejores tiempos han pasado.
El camino hacia la normalizaci¨®n ha empezado, y poco a poco Berl¨ªn ir¨¢ convirti¨¦ndose en una ciudad m¨¢s, pero aun as¨ª, el viajero no puede sustraerse a la sensaci¨®n de que en Berl¨ªn todo sigue siendo m¨¢s f¨¢cil que en otras ciudades de su mismo rango. Mucho m¨¢s f¨¢cil que en Roma, mucho m¨¢s f¨¢cil que en Par¨ªs, mucho m¨¢s f¨¢cil que en Londres y mucho m¨¢s f¨¢cil que en Madrid o Barcelona. La sensaci¨®n cierta de que, pese a las dificultades, se puede llevar una vida razonablemente confortable. Los alquileres a¨²n son m¨¢s bajos que en otros lugares, y la ciudad ofrece una cantidad ingente de parques y de piscinas, de teatros, de caf¨¦s y sitios de reuni¨®n. Ni siquiera es necesario salir para veranear, a dos paradas de tren hay lagos de agua limpia. Y si a uno le gusta la ¨®pera dispone nada menos que de tres teatros de la ¨®pera. Lo mismo pasa con las galer¨ªas de arte, con los salones de conciertos, con los museos, y con cientos de salas alternativas en las que, por nada m¨¢s que la curiosidad, es posible asistir a todo tipo de espect¨¢culos culturales.
Llegar¨¢ un momento en el que las heridas urbanas de Berl¨ªn est¨¦n cerradas; en el que los barrios antiguos se hayan renovado y los nuevos empiecen a envejecer; un momento en el que la cara visible de la ciudad pertenezca a las multinacionales y a la poblaci¨®n econ¨®micamente activa. Ser¨¢ el Nuevo Berl¨ªn. Un sue?o o un se?uelo tur¨ªstico. Es probable que entonces su vitalidad haya muerto. De momento, Berl¨ªn sigue construy¨¦ndose, y afortunadamente ese momento todav¨ªa parece lejano. Al menos en la mirada del viajero que la visita.
QU? SE HA HECHO Y QU? QUEDA POR HACER
EL ESFUERZO constructor que desde principios de los a?os noventa se ha realizado en Berl¨ªn es visible ya. Aparte de infinidad de edificios diseminados por todos los barrios, se ha terminado ya la parte m¨¢s importante de Potsdamer Platz, tanto el Sony Center como la manzana de la corporaci¨®n Daimler-Benz. Ha finalizado asimismo la construcci¨®n de buena parte del distrito pol¨ªtico del que forman parte la Canciller¨ªa, la oficina administrativa del presidente federal y el nuevo Reichstag. El Museo Jud¨ªo se levanta ya en el barrio de Kreuzberg, y no muy lejos, la manzana de Sch¨¹tzenstrasse dise?ada por Aldo Rossi. Pero no todo ha sido levantar edificios de nueva planta. Se ha restaurado mucho en Berl¨ªn. La sinagoga de Oranienburgerstrasse y el ¨¢rea de Hackesche H?fe fueron las primeras rehabilitaciones en acometerse, seguidas de la antigua estaci¨®n de Hamburger Bahnhof, ahora museo de arte contempor¨¢neo; del Martin-Gropius-Bau, y de dos edificios de la ¨¦poca nazi: el antiguo Reichsbank, sede ahora del Departamento de Asuntos Exteriores, y el actual Ministerio de Finanzas, antes Ministerio del Aire. Mientras, el distrito de Prenzlauerberg est¨¢ siendo restaurado y prosigue la recuperaci¨®n de Pariser Platz. Entre lo que a¨²n queda por hacer destaca el nuevo desarrollo de Leipziger Platz, la parte norte de Friedrichstrasse, la remodelaci¨®n de algunas ¨¢reas de Kurf¨¹rstendamm y de Zoologischer Garten; el Memorial de las V¨ªctimas del Holocausto; el Archivo de la Topograf¨ªa del Terror, y finalizar la restauraci¨®n de la isla de los Museos. Adem¨¢s hay dos proyectos pol¨¦micos: la reedificaci¨®n del antiguo palacio real, el Stadtschloss, derruido en tiempos de la RDA y que exigir¨ªa la demolici¨®n del gigantesco Palacio de La Rep¨²blica, levantado en su lugar, y la remodelaci¨®n de Alexander Platz, para la que se contempla la construcci¨®n de varios rascacielos.
GU?A PR?CTICA
Poblaci¨®n: Berl¨ªn tiene 3,7 millones de habitantes. Prefijo telef¨®nico: 0049 30. Transporte p¨²blico: billete para un d¨ªa, 6,30 euros. Welcome Card (v¨¢lido para un adulto y hasta tres ni?os menores de 14 a?os), para 72 horas de transporte p¨²blico y descuentos en museos, atracciones y algunos espect¨¢culos, 18.
- Iberia (902 400 500) vuela directo a Berl¨ªn desde Madrid, por 328 euros, y Barcelona, por 312, tasas incluidas (tarifas v¨¢lidas hasta el 15 de octubre). - KLM (902 22 27 47), a Berl¨ªn desde varios aeropuertos, 229 m¨¢s tasas. A trav¨¦s de Internet (www.klm.com), desde 218 euros m¨¢s tasas. Ambos hasta el 30 de septiembre. - Lufthansa (902 22 01 01), a Berl¨ªn con escala desde varios aeropuertos, por ejemplo, Barcelona y Madrid, por 248 m¨¢s tasas (hasta el 15 de octubre).
- Central de reservas hoteleras de Berl¨ªn (25 00 25); tambi¨¦n en la web www.berlin-tourism.de. - Hotel Unter den Linden (23 81 10). Unter den Linden, 14 (Mitte). Precio de la habitaci¨®n doble, desde 98 euros. - M?rkischer Hof (282 71 55). Linienstrasse, 133 (Mitte). Entre 80 y 90. - Hotel Transit (789 04 70). Hagelberger Strasse, 53-54 (Kreuzberg). 60 euros. - Hotel California (88 01 20). Kurf¨¹rstendamm, 35. La habitaci¨®n doble, entre 88 y 129 euros. - Hotel Pension Augusta (883 50 28). Fasanenstrasse, 22. Entre 75 y 125. - Blue Band Hotel Berlin (260 50). L¨¹tzowplatz, 17 (Tiergarten). La habitaci¨®n doble, 150 euros.
- Schell (312 83 10). Knesebeckstrasse, 22 (Savignyplatz). Comida internacional. Precio medio por persona, entre 20 y 35 euros. - Paris Bar (313 80 52). Kantstrasse, 152 (Kurf¨¹rstendamm). Comida francesa. Entre 35 y 45 euros. - Pan Asia (381 01 78). Rosenthaler Strasse, 38 (Mitte). Comida oriental. De 15 a 20 euros. - Jolesch (612 35 81). Muskauer Strasse, 1 (Kreuzberg). Comida austriaca. Precio medio, entre 20 y 25 euros. - Il Pane e le Rose (423 19 16). Am Friedrichshain, 6 (Prenzlauerberg). Comida italiana. Entre 15 y 25 euros. - Bospurus Grill (324 45 77). Wilmersdorfer Strasse, 105 (Charlottenburg). Comida turca. Unos 20 o 25 euros. - Schildkr?te (881 67 70). Kurf¨¹rstendamm, 212. Comida t¨ªpicamente berlinesa. Precio medio, entre 15 y 20 euros.
- Victoria Bar. Potsdamerstrasse, 102 (Sch?neberg). - Wohnzimmer. Lettestrasse, 6 (Prenzlauerberg). - W¨¹rgeengel. Dresderer Strasse, 121 (Kreuzberg). - Universum Lounge. Kurf¨¹rstendamm, 153 (Wilmersdorff). - Zapata im Tacheles. Oranienburger Strasse, 54-56 (Mitte). - Reingold. Novalisstrasse, 11 (Mitte). - Trompete. L¨¹tzowplatz, 9 (Tiertgarten).
- Museo Jud¨ªo (25 99 34 10). Linden Strasse, 9 (Kreuzberg). Cinco euros. - Hamburger Bahnhof (20 90 55 55) Invalidenstrasse, 50 (Tiergarten). Seis euros. - Isla de los Museos (20 90 55 55). Bodestrasse, 1 (Mitte). Donde se encuentran, la Alte National Gallerie y el Pergamonmuseum.
- Informaci¨®n tur¨ªstica de Berl¨ªn (0190 016 316, llamando desde Alemania, y 0049 700 862 37 546, desde fuera). - www.berlin-tourism.de.
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