La larga sombrade las Torres Gemelas
El mundo se estremeci¨® hace un a?o al ver en directo por televisi¨®n c¨®mo ca¨ªan las Torres Gemelas de Nueva York tras el impacto de dos aviones y c¨®mo un tercero impactaba sobre el Pent¨¢gono en Washington. Bin Laden y su grupo Al Qaeda lograron un impacto sin precedentes. De nada vali¨® a EE UU su aplastante superioridad militar para prevenir este ataque, en el que los terroristas suicidas utilizaron como bombas volantes aviones civiles secuestrados.
Si el mundo ha cambiado este a?o se debe, esencialmente, a que EE UU ha cambiado, al sentirse vulnerable y humillado en su propio territorio. La sociedad estadounidense, una de las m¨¢s dadas al patriotismo, sac¨® sus mejores instintos a la hora de rescatar a los supervivientes y rememorar a los muertos, como de nuevo har¨¢ hoy en este emotivo aniversario. Un a?o despu¨¦s, Bush ha perdido popularidad, pero sigue contando con un apoyo mayoritario de la poblaci¨®n.
La guerra contin¨²a en Afganist¨¢n. Frente a un enemigo difuso, la reacci¨®n de la Administraci¨®n republicana fue r¨¢pida contra el pa¨ªs del que se hab¨ªa apoderado Al Qaeda. El 7 de octubre, EE UU ya estaba atacando Afganist¨¢n, cuyo r¨¦gimen talib¨¢n desaloj¨® en dos meses. El 7 de diciembre se produc¨ªa la entrega de Kandahar. Pero esa guerra, en la que EE UU arriesg¨® pocas vidas, en una estrategia de uso de su superioridad tecnol¨®gica, no ha concluido.
Capital de simpat¨ªa derrochado. Especialmente en Europa, el 11-S despert¨® una ola de solidaridad y simpat¨ªa hacia EE UU. Pero en unos meses la clase pol¨ªtica de Washington dilapid¨® ese capital. El gesto europeo de activar por vez primera el art¨ªculo 5 de defensa mutua de la OTAN no fue correspondido. Al primer gesto estadounidense de acudir a la ONU y pagar las deudas acumuladas sigui¨® una pol¨ªtica crecientemente armamentista y militarista. La lucha contra el terrorismo global requiere una profunda y aut¨¦ntica cooperaci¨®n internacional a la que EE UU se resiste.
De hiperpotencia a imperio. Si EE UU se consideraba ya antes del 11-S la ¨²nica hiperpotencia -'indispensable' la llam¨® Clinton-, el ataque ha venido en buena parte a decantar los debates sobre su car¨¢cter imperial. Sus ¨²ltimos comportamientos as¨ª lo demuestran. Como tal imperio, no quiere someterse a leyes generales y ha acentuado su rechazo a nuevos compromisos jur¨ªdicos internacionales, desde la Corte Penal al Protocolo de Kioto o el protocolo al Convenio contra la Tortura. Ha asentado militarmente su presencia en Asia Central, y ahora, en palabras del vicepresidente Cheney, pretende 'volver a dibujar el mapa de Oriente Pr¨®ximo', comenzando por el derrocamiento de Sadam Husein en Irak y la instauraci¨®n de un r¨¦gimen af¨ªn.
De Bin Laden a Sadam Husein. Un a?o despu¨¦s, el enemigo principal de la Administraci¨®n de Bush no parece ser ya Bin Laden, sino el s¨¢trapa de Bagdad. ?C¨®mo ha sido posible esta evoluci¨®n? Los primeros avisos llegaron ya a finales de enero cuando Bush incluy¨® a Sadam Husein en su eje del mal. Varios factores pueden haber contribuido: el hecho de que Bin Laden se haya evaporado y la dificultad de movilizar a la sociedad frente a un enemigo difuso, mientras que Sadam Husein, en parte un producto de Washington (utilizado en la guerra contra Ir¨¢n), ha sido un blanco de la pol¨ªtica de EE UU desde 1991. El control de Irak ser¨ªa para EE UU una forma de mantener a raya a Ir¨¢n y tener peso en el Golfo sobre la producci¨®n de petr¨®leo. Bush quiere dejar de depender de una Arabia Saud¨ª poco fiable, uno de cuyos subproductos han sido Bin Laden y Al Qaeda. Adem¨¢s, controlando Irak, EE UU podr¨ªa imponer su paz entre los palestinos e Israel, cuyo primer ministro, Ariel Sharon, ha ganado peso en EE UU tras el 11-S. El peligro de jugar a aprendiz de brujo por parte de Bush es enorme, especialmente cuando no ha aportado pruebas suficientemente convincentes de que Sadam Husein est¨¦ intentando dotarse de armas nucleares. Son muchas las incertidumbres que abre el paso de una pol¨ªtica de contenci¨®n a otra de ataque preventivo. Bush ha invertido la ecuaci¨®n de Clinton: cree poder atacar Irak sin haber resuelto antes el conflicto entre israel¨ªes y palestinos.
Europa modera. La distancia pol¨ªtica entre las dos orillas del Atl¨¢ntico ha crecido. Quiz¨¢ los europeos no han comprendido que EE UU se siente en guerra, a la vez que han proliferado las informaciones sobre el libre paso de los terroristas de Al Qaeda por Europa. Resulta parad¨®jico que en la guerra fr¨ªa EE UU y Europa fueran aliados contra Rusia, y que en la situaci¨®n actual ¨¦sta sea la aliada de EE UU, mientras que muchos son los ciudadanos europeos que se resisten a seguir ciegamente a Washington. Pero si el 11-S ha puesto de manifiesto que a¨²n le faltan muchos atributos de poder, la UE ha desempe?ado una labor fundamental: la de moderar a EE UU. De no haber sido por los denodados esfuerzos de la UE, Arafat ya no estar¨ªa en Ramala, y probablemente Bush no hubiera prestado atenci¨®n a las voces que reclaman la legalidad de una resoluci¨®n del Consejo de Seguridad que d¨¦ otra oportunidad a los inspectores de armas de la ONU antes de un eventual ataque contra Irak. Incluso si este pa¨ªs ha incumplido resoluciones, sorprende que Aznar considere que el aval del Consejo de Seguridad no es necesario, aunque resulte 'deseable'.
No hubo guerra de civilizaciones. De 'golpe a nuestra civilizaci¨®n' calific¨® EL PA?S el 11 de septiembre pasado el ataque terrorista. Pero Bin Laden fracas¨® en su intento de levantar a los pueblos musulmanes -y especialmente ¨¢rabes- contra Occidente y sus propios reg¨ªmenes moderados, aunque un ataque mal llevado contra Irak puede conseguir al respecto lo que el 11-S no logr¨®. Aunque han crecido los movimientos xen¨®fobos y populistas en Europa y en EE UU, no ha habido 'guerra de civilizaciones'. Por el contrario, lo que se ha empezado a generar es un debate en el seno del mundo ¨¢rabe sobre su perentoria necesidad de modernizaci¨®n.
Deslegitimaci¨®n de los terrorismos. Lo m¨¢s positivo del 11-S ha sido el movimiento general de deslegitimaci¨®n de los terrorismos que ha provocado. Ha impulsado una pol¨ªtica com¨²n en la UE y, en el caso espa?ol, ha facilitado la lucha contra ETA y su entorno.
Golpe a las libertades. El lado negro de esta moneda es que, con la excusa de la lucha contra el terrorismo, muchas democracias, empezando por EE UU, han recortado las libertades civiles, que son una de sus esencias, e incumplido las normas internacionales; por ejemplo, en el trato dado a los prisioneros de guerra en Guant¨¢namo. Al amparo de este clima, desde China hasta Rusia, muchos pa¨ªses han retrocedido en sus avances en derechos humanos. El ¨¦xito en la lucha contra el terrorismo requiere lo contrario.
Incertidumbre econ¨®mica. Cuando los aviones se abatieron sobre las Torres Gemelas y el Pent¨¢gono, Jap¨®n llevaba a?os en recesi¨®n, estado en el que hab¨ªa ya entrado la econom¨ªa de EE UU en el segundo semestre de 2001, y en Europa la desaceleraci¨®n era tambi¨¦n evidente. Adem¨¢s de llevar a la crisis a varias compa?¨ªas a¨¦reas y afectar al turismo, el 11-S contribuy¨® de forma tr¨¢gica a aumentar la sensaci¨®n de incertidumbre de los inversores, agravada con los esc¨¢ndalos contables de Enron o WorldCom y la crisis de los t¨ªtulos de la nueva econom¨ªa. La reacci¨®n coordinada de la Reserva Federal y del Banco Central Europeo result¨® positiva para defender el d¨®lar y rebajar los tipos de inter¨¦s.
Ocasi¨®n perdida. Si el 11-S facilit¨® en Doha el arranque de una nueva ronda de desarme comercial, bautizada para el desarrollo, las medidas proteccionistas estadounidenses fueron en sentido contrario. No servir¨¢n para integrar a las econom¨ªas atrasadas y darles esperanzas. Las causas que subyacen a un r¨¦gimen como el ya extinto de los talibanes seguir¨¢n presentes. En ¨¦se y otros sentidos, el 11-S ha sido una ocasi¨®n perdida para construir un mundo mejor.
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