Tormenta electoral en Alemania
Hab¨ªa hecho mal tiempo todo el verano. En varios Estados federados se acababan ya las vacaciones escolares sin que los ni?os hubieran disfrutado de unos pocos d¨ªas de sol. Pero lo del 12 de agosto ya era demasiado. El aguacero era constante, implacable. Los caudales de grandes r¨ªos como el Danubio y el Elba aumentaban por minutos. Los arroyos se tornaban torrentes, campos y plazas se inundaban.
Mientras, aquel d¨ªa, lejos del diluvio, en Juilt, una isla del mar del Norte, un hombre ordenado hace planes de Gobierno. Edmund Stoiber, candidato democristiano a la canciller¨ªa federal, reflexiona sobre personas para su Gabinete y medidas para despu¨¦s de las elecciones del d¨ªa 22 de septiembre. Acude a ellas como claro favorito. Hasta 10 puntos de ventaja le otorgan los sondeos a su partido, la CDU/CSU, sobre el Partido Socialdem¨®crata (SPD) del canciller Gerhard Schr?der. Hasta en el propio SPD se o¨ªan ya voces resignadas que consideraban imposible remontar semejante diferencia.
Schr?der podr¨ªa continuar con su coalici¨®n con los Verdes, que gozan del prestigio de su mascar¨®n de proa, el ministro de Asuntos Exteriores Fischer, el pol¨ªtico m¨¢s popular
Las encuestas revelan que aquella ventaja aparentemente insalvable de que gozaba el candidato democristiano en su retiro veraniego ya no existe. Ahora dan un empate t¨¦cnico
Muchos alemanes orientales consideran a Edmund Stoiber como el m¨¢ximo representante del t¨®pico del 'capitalismo salvaje', lo que, unido a su condici¨®n de b¨¢varo y cat¨®lico, le convierte en un candidato al que no hay que votar
En la Uni¨®n Cristianodem¨®crata ya es general la convicci¨®n de que Stoiber ser¨¢ el primer canciller b¨¢varo de la historia alemana. Cuatro a?os despu¨¦s de la humillante derrota con Helmut Kohl, despu¨¦s de largas crisis, reveses y esc¨¢ndalos, los conservadores alemanes se aprestan a recuperar el poder y convertir al Gobierno de socialdem¨®cratas y verdes de Schr?der en mero par¨¦ntesis.
Un pueblo id¨ªlico
Quienes no tienen tiempo para hacer elucubraciones pol¨ªticas aquel 13 de agosto son Heiko J?pel, sus dos hijos y su madre. Viven a¨²n en Wesenstein, un pueblito id¨ªlico, no lejos de Dresde. Bajo un magn¨ªfico castillo medieval que le da nombre, tiene 223 habitantes, 40 casas y un r¨ªo, el M¨¹glitz, que lo cruza habitualmente apacible. Ese d¨ªa no. Llevaba horas creciendo, cada vez m¨¢s violento y amenazante, cuando, monte arriba, en Glassh¨¹tte, la presa no resisti¨® la presi¨®n de las aguas. Cincuenta millones de litros entraron de golpe en el M¨¹glitz. Cuando J?pel quiso salir de casa, ya no pudo. La violencia de las aguas que cubren de inmediato todo el primer piso de la casa lo impidi¨®. Cogi¨® a su madre y a sus dos hijos y se encaramaron en el tejado. Las paredes de la casa comenzaron a moverse, hasta que tres de ellas se desmoronaron.
Cuando esto sucede, el techo se desprende y aleja flotando velozmente. J?pel y su familia se aferran a la fachada, lo ¨²nico en pie de la casa donde hab¨ªan nacido, calle Schulstrasse n¨²mero 13. All¨ª, sentados sobre el muro, pasan las siguientes siete horas hasta que son rescatados por un helic¨®ptero. Los J?pel lo han perdido todo salvo la vida. Como otras muchas familias de Wesenstein y de cientos de pueblos y ciudades en el sur y el este de Alemania.
En Juilt, mientras, Stoiber sigue haciendo proyectos para despu¨¦s del triunfo del 22 de septiembre. Ha anunciado ya que Lothar Sp?th, el brillante ex presidente de Baden-W¨¹rtemberg, gran gur¨² de la eficacia modernizadora, ser¨¢ su ministro de Econom¨ªa con amplios poderes. Recibe noticias sobre las inundaciones, sobre los muertos habidos y la devastaci¨®n. Pero rechaza las sugerencias que le hacen algunos colaboradores de que posiblemente debiera acudir a alguna de las zonas afectadas. Dice que no quiere hacer campa?a electoral con la cat¨¢strofe y se niega a interrumpir sus vacaciones y sus planes para despu¨¦s de la victoria. Aunque ve en televisi¨®n a su rival, al canciller Schr?der, metido en el barro con botas de goma, comprobando da?os y asumiendo todo el protagonismo en la gesti¨®n de la crisis.
Un mes despu¨¦s, son muchos los indicios de que la suerte de la familia J?pel y la de Stoiber est¨¢n m¨¢s unidas de lo que cre¨ªa el candidato b¨¢varo en aquellos tr¨¢gicos d¨ªas.
Las ¨²ltimas encuestas revelan que aquella ventaja aparentemente insalvable de que gozaba el candidato democristiano en su retiro veraniego ya no existe. Todas indican que hay, a poco m¨¢s de una semana de las elecciones, un empate t¨¦cnico entre el SPD y la CDU/CSU en torno al 38% o 39%. Un milagro era la ¨²ltima esperanza del canciller Schr?der y de su partido. Puede que se produjera cuando los J?pel salvaron sus vidas. Fue un milagro para ellos. Todo sugiere que para Schr?der tambi¨¦n fue un desastre, pero ¨¦ste lo podr¨ªan compartir con el veraneante en la isla.
No toda la evoluci¨®n del clima electoral deriva de la manifiesta falta de reflejos demostrada por Stoiber mientras el pa¨ªs que quiere gobernar se ahogaba. Schr?der ha demostrado que sus mejores momentos surgen de las peores circunstancias. Su situaci¨®n durante la pasada primavera era poco menos que desesperada. La poderosa patronal BDI estaba en pie de guerra, los sindicatos no menos, y el paro es mayor que cuando asumi¨® el poder el actual Gobierno. La econom¨ªa alemana se ve dentro y fuera del pa¨ªs como la gran enferma de Europa, la locomotora averiada a la que adelantan furgones de cola.
Schr?der, que se ha pasado la legislatura intentando contentar a todos, los ten¨ªa a todos enfadados. En esa situaci¨®n emerge como gran campe¨®n para tiempos de crisis. 'O ¨¦se o yo', vino a decir entonces. El mensaje, extremadamente simplificado, es el reconocimiento de mil males y la postulaci¨®n de s¨ª mismo como ¨²nico gestor v¨¢lido para tiempos complicados, sin entrar nunca a contestar la muy pertinente pregunta de que, de ser lo que pretende, por qu¨¦ no hizo antes lo que ahora se apresta a solucionar.
Duelo personal
Como dice G¨¹nther Bannas, uno de los editorialistas del diario Frankfurter Allgemeine, Schr?der ha ido muy conscientemente hacia una personalizaci¨®n total de la campa?a electoral en su fase final. Ah¨ª tiene su fil¨®n electoral frente a un Stoiber que no logra despojarse de su envaramiento, como tampoco de un acento b¨¢varo que siempre intenta pulir, pero siempre acaba delatando.
Schr?der ha jugado muy bien la baza de presentar las pr¨®ximas elecciones como duelo entre Stoiber y ¨¦l, y no como una carrera entre los dos partidos. Ya en primavera, con una ventaja rotunda del CDU sobre el SPD en los sondeos, Schr?der siempre ha aventajado a Stoiber en la pregunta sobre 'a qui¨¦n elegir¨ªa usted como canciller si lo hiciera directamente'. Esta pasada semana, el canciller actual tendr¨ªa el 44% de los votos frente a tan s¨®lo el 28% de su adversario, de ser votados directamente al cargo, lo que no es el caso.
En los Estados federados que forman parte del antiguo territorio de Alemania Oriental, la diferencia es del porcentaje abrumador del 28% a favor de Schr?der. S¨®lo un 20% de los alemanes orientales votar¨ªan al aspirante b¨¢varo para la canciller¨ªa. Todos son conscientes de que si fuera rival de Schr?der la germanooriental Angela Merkel, presidente de la CDU, que disput¨® para despu¨¦s ceder a Stoiber la candidatura a la canciller¨ªa, las cifras ser¨ªan otras. Muchos alemanes orientales consideran a Stoiber m¨¢ximo representante del t¨®pico del capitalismo salvaje, lo que, unido a su condici¨®n de b¨¢varo y cat¨®lico, lo hace un candidato a descartar.
Cuitas aritm¨¦ticas
A estas cuitas de Stoiber se a?aden otras, como son las que genera la aritm¨¦tica. ?l sabe, como su partido y sus votantes, que la ¨²nica posibilidad de llegar a la canciller¨ªa en Berl¨ªn est¨¢ en que su partido CDU/CSU y los liberales del FDP consigan una mayor¨ªa parlamentaria.
O tienen la mitad m¨¢s uno de los miembros del Bundestag o Stoiber vuelve a Baviera, donde su CSU goza de una obstinada mayor¨ªa absoluta. Schr?der, sin embargo, tiene todas las opciones abiertas. Pocos dudan de que utilizar¨¢ la que le convenga, incluida, llegado el caso, la de la gran coalici¨®n entre socialdem¨®cratas y democristianos. Por mucho que lo niegue en campa?a.
Schr?der puede, si los n¨²meros calzan, continuar su coalici¨®n con los verdes, que gozan del prestigio de su mascar¨®n de proa, que es el ministro de Asuntos Exteriores, Joschka Fischer, con diferencia, hoy el pol¨ªtico m¨¢s popular en Alemania. Tambi¨¦n puede aliarse con los liberales del FDP, que ya coquetea abiertamente de nuevo con ambos partidos mayoritarios.
Pero tambi¨¦n, de ser necesario, podr¨ªa incluir en una alianza a verdes y liberales, aunque ¨¦stos a¨²n se declaren incompatibles con los ecopacifistas. Y como el SPD tiene la garant¨ªa absoluta de que el partido ex comunista del PDS jam¨¢s votar¨¢ a un canciller, Stoiber puede tambi¨¦n jugar con la tolerancia de este partido en el Bundestag, en caso de que supere el 5% de los votos, lo que parece probable.
Tampoco favorece a Stoiber el profundo cambio sociol¨®gico y cultural que se ha producido en Alemania en la ¨²ltima d¨¦cada. El b¨¢varo cat¨®lico practicante, que en su primer debate con el canciller federal manifest¨® que su mujer 'no se mete en pol¨ªtica', transmite una imagen rigorista y en cierta manera antigua que se enfrenta a la indudablemente fr¨ªvola pero relajada de Schr?der, divorciado cuatro veces y con dotes de encantador de serpientes en el mundo medi¨¢tico. Schr?der habla con un desenfado mil veces irritante. Stoiber, por el contrario, parece permanentemente enfadado con todo y, cuando sonr¨ªe, parece que se esfuerza.
Promesas incumplidas
Esta Alemania que elige un nuevo canciller tiene muy poco que ver con la que vot¨® a Helmut Kohl durante 16 a?os. La cantidad de promesas incumplidas por el Gobierno de Schr?der habr¨ªa llevado a cualquier canciller en el pasado a una derrota implacable y a la elecci¨®n de cualquier rival, independientemente de sus propios m¨¦ritos o errores. Las nuevas generaciones de votantes parecen mostrarse m¨¢s dispuestas a aceptar debilidades, pero tambi¨¦n a valorar m¨¢s espontaneidades solidarias como la que Schr?der mostr¨® cuando los J?pel y tantos otros vieron anegado su mundo.
El d¨ªa 22 se ver¨¢ si las aguas que arrasaron la casa de la familia de Weisenstein se llevaron tambi¨¦n por delante el sue?o del b¨¢varo de mandar en Berl¨ªn.
Dos l¨ªderes m¨¢s regateadores que visionarios
'CONMIGO NO HABR? GUERRA'. As¨ª de rotundo se muestra Gerhard Schr?der en la ¨²ltima fase de la campa?a electoral. Muy lejos queda aquella 'solidaridad ilimitada' que prometi¨® a Estados Unidos cuando a¨²n humeaban los escombros de Nueva York. Su rival Edmund Stoiber acusa a Schr?der de populismo y de da?ar las relaciones con Estados Unidos, y, por tanto, los intereses del Estado alem¨¢n. Stoiber se alinea as¨ª con el resto de los l¨ªderes europeos que, si bien quieren evitar la necesidad de una intervenci¨®n, no descartan su participaci¨®n si la demanda de la misma surge del Consejo de Seguridad de la ONU. De ganar, Schr?der tendr¨ªa serias dificultades para desdecirse y evitar as¨ª un aislamiento alem¨¢n. Ha apostado fuerte por la diferencia sin matices, pero hasta el 22 de septiembre no se sabr¨¢ si le ser¨¢ premiado como voto de paz o castigado por insensato y poner en peligro por c¨¢lculos electorales intereses alemanes a largo plazo.
En esta recta final, los l¨ªderes de los cinco partidos con representaci¨®n parlamentaria han tenido enormes dificultades para marcar diferencias cuando al principio de la campa?a parec¨ªan casi temerlas. En contenidos reales como reforma fiscal, laboral o educativa; en materias como inmigraci¨®n y seguridad interna y defensa, las diferencias son casi de matiz, como se vio en los dos debates. Los partidos mayoritarios no han sido precisamente osados en sus programas. Los liberales, por su parte, han utilizado la radicalidad verbal para explicar la revoluci¨®n liberal que supondr¨ªa su presencia minoritaria en el Gobierno, pero el electorado no acaba de cre¨¦rselo. Los sue?os de su t¨¢ndem Guido Westerwelle y del exc¨¦ntrico J¨¹rgen M?lleman de lograr un 18% se han desinflado a un modesto 7%-8% que los sondeos les otorgan. Y el ex comunista PDS podr¨ªa sufrir una huida de votos hacia el SPD por temor a Stoiber.
Los Verdes se han confirmado en su recuperaci¨®n y solidez gracias al ¨¦xito de su participaci¨®n en el Gobierno. Especialmente el ministro de Asuntos Exteriores, Joschka Fischer, el pol¨ªtico m¨¢s popular de Alemania, pero tambi¨¦n el de Medio Ambiente, J¨¹rgen Trittin, suponen hoy dos de los pilares de seriedad, fiabilidad y firmeza en un Gobierno de Schr?der no precisamente sobrado de estas virtudes. Las inundaciones de agosto pasado, que en Alemania la opini¨®n p¨²blica achaca sin dudar a la lluvia ¨¢cida, pero tambi¨¦n el papel jugado en la Cumbre de Johanesburgo, dan a¨²n mayores posibilidades a un partido que hace tres a?os parec¨ªa al borde de la disoluci¨®n por querellas internas a causa de la intervenci¨®n alemana en los Balcanes. Pero los intereses de Gobierno unen mucho, y hoy los Verdes son un dechado de armon¨ªa bajo la direcci¨®n de Fischer, al que ya hasta Washington otorga el calificativo de 'gran estadista'.
Alemania ha cambiado mucho, incluso de talante, pero sus sucesivos Gobiernos han sido incapaces de acabar con la jungla de regulaciones, leyes y disposiciones que maniatan a la econom¨ªa. Las reformas son necesarias si la locomotora quiere volver a andar. Y todos los sectores de la vida alemana est¨¢n de acuerdo en las reformas, eso s¨ª, siempre que no afecten a los beneficios propios de la situaci¨®n actual. Esto ha sido un obst¨¢culo insalvable para las intenciones de reforma del Gobierno saliente. Nada hace pensar que el pr¨®ximo tenga m¨¢s facilidades.
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