Heterodoxia y jondura: m¨²sica de altos vuelos

Una triple perspectiva de lo jondo, que no un intento m¨¢s de fusi¨®n al uso. Esta Orquestra de Les Arts, mayoritariamente valenciana y con amplio formato (unos 45 m¨²sicos), la integran en realidad dos formaciones, una sinf¨®nica y una big band jazz¨ªstica. La tercera cara del tri¨¢ngulo es la genuinamente flamenca, que se remite en primer t¨¦rmino a algunos de los temas que cantara Camar¨®n sobre textos de Federico Garc¨ªa Lorca. Una relectura, una reflexi¨®n musical y est¨¦tica -en palabras de la literatura promocional- 'de c¨®mo lo heterodoxo termina convirti¨¦ndose en el motor final del hecho art¨ªstico'.

Yo pienso que hay otros 'motores' adem¨¢s de la heterodoxia, pero en este caso el planteamiento original ha dado unos resultados esplendorosos. Conviene decir que todas las m¨²sicas que se unifican en este concierto, incluido el tema Ritmo Jondo de Surinach que le da t¨ªtulo, son flamencas. El tratamiento que se les da por la orquesta que dirige Vicent, con arreglos de Langenhuijsen, Mendoza o Amarg¨®s, es lo que las hace diferentes, confiri¨¦ndoles una entidad de belleza in¨¦dita y, a veces, fascinante. Adem¨¢s, sobre una gran pantalla al fondo del escenario, en ocasiones se proyecta alguno de los Disparates de Goya.

Qui¨¦rase o no el flamenco evoluciona, y este concierto es una buena muestra de ello. Hay ya otras miradas, otros conceptos art¨ªsticos, que transforman lo que hasta no hace mucho tiempo era intocable. Mientras ello se haga con la nobleza y la riqueza inventiva que se acredita en esta ocasi¨®n, el flamenco va a seguir creciendo de manera maravillosa. Temas que nacieron con la humildad de lo popular, y se mantuvieron humildes a¨²n cuando Lorca o Falla dejaran en ellos su impronta de prestigio, con la Orquestra de Les Arts se convierten en obras que adquieren un vuelo en el que probablemente ellos ni llegaron a pensar.

La Tarara, Los mozos de Monle¨®n, La leyenda del tiempo, por poner unos ejemplos, que Ricardo Pach¨®n adapt¨® a la medida del eco jondo de Camar¨®n, son aqu¨ª interpretadas con la grandeza y el rigor propios de una formaci¨®n sinf¨®nica, pero tambi¨¦n con la brillantez, realmente espectacular, de los metales del jazz. Hacen de ellas obras extensas, en que vuelven una y otra vez sobre frases que conocemos de sobra pero que nos suenan nuevas y nos impresionan por su rara belleza.

Los flamencos est¨¢n ah¨ª, por supuesto. Hasta el punto de que Vicent abandon¨® el atril en m¨¢s de una ocasi¨®n para dejarles el protagonismo absoluto. Nadie esperar¨ªa que Rafael de Utrera y Mercedes Cort¨¦s copiaran mim¨¦ticamente el cante de Camar¨®n. Por el contrario, hacen interpretaciones que en poco se parecen a las de aquel modelo, pero tienen jondura y est¨¢n a la altura en unas circunstancias no habituales. Coronel, al caj¨®n, impecable, y Romero aporta su toque personal exquisito. Hay baile tambi¨¦n, una joven Carmen Lozano de la escuela de Cristina Hoyos y que nos recuerda bastante a ella.