Baile en Roma
El Real Madrid, en una gran noche de Guti y Figo, demuestran que el f¨²tbol de clase tambi¨¦n es el m¨¢s eficaz
El Madrid se dio otra noche gloriosa en Roma, con momentos excepcionales que desembocaron en baile, con todo el repertorio a la vista. Quiz¨¢ en la abismal diferencia que alcanz¨® sobre el equipo italiano se encuentre la explicaci¨®n del cambio de poder que se aprecia en Europa. Por lo visto, el Madrid no encuentra ant¨ªdoto fuera de Espa?a.
Cuando se anunciaba el fin de la belleza, resulta que el Madrid marca distancias por pura clase, por el reencuentro con el valor m¨¢s viejo del f¨²tbol: el ingenio y la creatividad con la pelota, como qued¨® perfectamente manifiesto en Roma, donde todo eso se concret¨® en Guti y Figo, autores de un partido inolvidable.
ROMA 0| REAL MADRID 3
Roma: Antonioli; Panucci, Samuel, Dellas, Cufr¨¦ (Guardiola, m. 46); Caf¨², Tommasi, Emerson, Candela; Cassano (Delvecchio, m. 63) y Montella. Real Madrid: Casillas; Salgado, Hierro, Helguera, Roberto Carlos; Makelele (McManaman, m. 78), Cambiasso; Figo, Zidane (Solari, m. 68); Guti y Ra¨²l. Goles: 0-1. M. 40. Guti recibe en la esquina izquierda del ¨¢rea, recorta a Panucci y, con la derecha, cruza al palo contrario. 0-2. M. 55. Ra¨²l engancha un rechace en el borde del ¨¢rea y bate a Antonioli de fuerte tiro raso. 0-3. M. 74. Jugada personal de Guti en la frontal del ¨¢rea, col¨¢ndose entre cuatro contrarios, que acaba con un zurdazo raso muy ajustado. ?rbitro: Merk (Alemania). Amonest¨® a Helguera, Cufr¨¦, Montella y Hierro. Estadio Ol¨ªmpico de Roma. Primera jornada de la Liga de Campeones. Grupo C.
Tras las acciones del portugu¨¦s es leg¨ªtimo pensar que ha vuelto a volar
El partido defini¨® perfectamente el punto de vista que se tiene del f¨²tbol en Italia y en Espa?a, con sus virtudes y sus defectos. El Roma manifest¨® de nuevo su condici¨®n de equipo directo, despreocupado de la posesi¨®n de la pelota, m¨¢s atento a la presi¨®n que a cualquier otra cosa. Una pesadez. Debe ser muy aburrido jugar en un equipo as¨ª. Casi conmueve su despliegue f¨ªsico, su voluntad de perseguir al rival por todos los rincones del campo, la fe en pescar el bal¨®n y lograr una ocasi¨®n de gol. Pero el f¨²tbol como juego no lo entienden, al menos como la actividad placentera que se supone que es. Para esta gente el f¨²tbol es un oficio con todas las de la ley. No juegan, trabajan. Por si acaso, Capello se lo record¨® con una alineaci¨®n donde todo lo defensivo estaba multiplicado por dos: hab¨ªa cuatro laterales (Panucci y Caf¨² por la derecha, Cufr¨¦ y Candela, por la izquierda) y cuatro especialistas defensivos en el sector central (Samuel y Dellas, Tomassi y Emerson). El mensaje del t¨¦cnico italiano fue clamoroso: el Roma jugar¨¢ como un acomplejado equipo peque?o.
Para que el Roma se d¨¦ un poco al juego, necesita a Guardiola, que cumple en Italia la funci¨®n de Pepito Grillo. Es la voz de la conciencia de un f¨²tbol que se ha olvidado de la fantas¨ªa, de las cosas b¨¢sicas que demanda el juego, de las cosas bien hechas con la pelota. Poco importa que el Roma tuviera sus oportunidades en el primer tiempo, casi todas derivadas de errores defensivos del Madrid. Eso va en la paga de este equipo, que representa un modelo opuesto al italiano. En su peor versi¨®n le pierde su tendencia artificiosa, una especie de recreaci¨®n en la belleza que le vuelve banal. Pero en su mejor vertiente, el Madrid representa el triunfo de la clase, de las consecuencias de la genialidad, es decir, lo imprevisto. Tanto tiempo se ha dicho que ese f¨²tbol era un f¨®sil superado por la modernidad que ahora asiste a una paradoja: lo moderno sale triturado cada vez que se mide con lo antiguo. Se lo pueden preguntar al Roma y a su hinchada, que abandon¨® el campo abatida y perpleja. El Madrid pas¨® nuevamente por el Ol¨ªmpico y volvi¨® a ganar. ?No dec¨ªan que eso era patrimonio del f¨²tbol italiano? Pues no. Ser¨ªa muy conveniente que revisaran un modelo que les lleva a la esclerosis.
El Madrid no necesit¨® de un partido memorable para ganar en Roma. Pero s¨ª tuvo momentos sublimes, fases donde trat¨® al Roma como un juguete, ante la desesperaci¨®n de los aficionados italianos, que dedicaron los ¨²ltimos minutos del encuentro a abuchear a su equipo. Aunque concedi¨® su cuota habitual de ocasiones, el Madrid le trat¨® a su rival con un aire de superioridad que luego concret¨® en el resultado. Se sab¨ªa mejor que el Roma y se lo demostr¨® con instantes maravillosos. Tiene un gran significado que fuera Guti, el m¨¢s po¨¦tico de los madridistas, el encargado de marcar las diferencias con dos goles extraordinarios. Eso no le evitar¨¢ la enemiga de la mayor parte de la hinchada del Madrid, pero nada impide pensar en Guti como un jugador maravilloso y atormentado, la clase de futbolista que se espera en un gran equipo.
Guti convirti¨® los goles con elegancia y categor¨ªa. El primero con un quiebro perfecto a Panucci y un remate perfecto con la derecha. Del segundo s¨®lo se puede decir que fue una obra de arte, con regates, amagos y un tiro espl¨¦ndido que levant¨® a muchos espectadores de los asientos. No era para menos el reconocimiento a la jugada, aunque viniera de un rival. En esos dos goles qued¨® certificada la inmensa diferencia entre los dos equipos. O la inmensa clase de casi todos los jugadores del Madrid. Poco import¨® que Zidane pasara desapercibido o que Cambiasso cumpliera un papel menor. Fue la noche de otros, de Hierro y Helguera, por ejemplo. Los dos estuvieron implacables. Pero especialmente fue el reencuentro de Figo con el jugador asombroso que lleg¨® al Madrid. Figo desarm¨® la defensa del Roma con ingenio, habilidad y entereza. Sobre ¨¦l gravit¨® el juego del Madrid, como suele ocurrir cuando hay un jugador superior. Figo protagoniz¨® el partido con tanta autoridad que es leg¨ªtimo pensar que ha vuelto a volar.
Como sucedi¨® hace un a?o, a Figo se a?adi¨® Guti, elegido por Del Bosque con excelente criterio. Entre otras muchas cosas, el Roma no est¨¢ acostumbrado a manejarse ante la sutileza que representa un rival sin delantero centro. Guti entr¨® y sali¨® de la delantera, en unos casos para sumarse a los centrocampistas, en otros para sorprender con sus llegadas al ¨¢rea. Los centrales italianos nunca lograron detectarle. Tampoco a Ra¨²l, otro jugador que hace fortuna del ingenio y los detalles. Ellos y Figo dieron paso a un baile que debi¨® resultar humillante para una gente que perdi¨® el hilo del juego hace tiempo, cuando dijeron que la eficacia lo significaba todo en el f¨²tbol. ?Eficacia? Se lo pueden preguntar al Madrid
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