Stoiber y Schr?der intentan conquistar los ¨²ltimos votos tras una campa?a sin entusiasmos
Los alemanes elegir¨¢n el domingo entre dos l¨ªderes que no han apasionado a los votantes
Nadie puede a¨²n excluir que el candidato conservador Edmund Stoiber gane las elecciones generales del pr¨®ximo domingo en Alemania. Demasiadas han sido las sorpresas y los sobresaltos en esta largu¨ªsima campa?a electoral alemana. Los sondeos han bailado como nunca. Pero quien viera ayer llamando al voto popular al propio Stoiber y a la presidenta de la CDU, Angela Merkel, en la ciudad Schwerin, bella capital de Mecklenburg-Antepomerania, tiene derecho a evocar los melanc¨®licos paseos por la regi¨®n del escritor Theodor Fontane.
Mientras, Stoiber cada vez se asemeja m¨¢s, en ojos de alg¨²n berlin¨¦s, a la extra?a figura de un Junker b¨¢varo, caricatura de la novela inmortal del Stechlin en la que Fontane relataba el hundimiento de una forma de vida y una forma de entender el mundo con la historia de un miembro de la baja aristocracia prusiana. Alemania vota a su Gobierno el domingo y empieza a percibirse que el candidato con vocaci¨®n de renovar la situaci¨®n es demasiado antiguo para suponer un riesgo para quien ha cometido, muy probablemente, todos los errores pero mantiene en todo el pa¨ªs un cartel de mensaje muy claro: 'Un canciller moderno para un pa¨ªs moderno'.
Pocos cientos de personas aplaud¨ªan con pereza los intentos de Stoiber de ser gracioso. El candidato democristiano ha entrado en una din¨¢mica que muchos observadores creen fatal. Su insistencia en subrayar los fallos, muchos reales, del Gobierno del socialdem¨®crata Gerhard Schr?der durante cuatro a?os le ha llevado, muy que le pese a su asesor Michael Spreng, a tachar una y otra vez a Alemania de simbiosis de desastres. Los alemanes han dejado de comprar el mensaje de la cat¨¢strofe, dice la prensa. 'Alemania tiene problemas, pero intentar presentar a este pa¨ªs como si fuera el Yemen conlleva serias dificultades de credibilidad. Estamos hasta el gorro del catastrofismo del b¨¢varo, aqu¨ª funcionan muchas m¨¢s cosas que las que dice', se?ala en Berl¨ªn un joven. Sus amigos y amigas asienten. Nadie votar¨¢ 'al b¨¢varo'.
Anuncio celebrado
Otro comenta que el anuncio m¨¢s celebrado en los ¨²ltimos d¨ªas es el de un inmenso grupo de reci¨¦n nacidos que lloran. Y s¨®lo hay uno en la multitud que sonr¨ªe y tiene planes, positivos, incluso proyectos. Y ¨¦se es el que se niega a ver a los alemanes como unos postrados definitivos, todos ellos enga?ados por un Gobierno socialdem¨®crata y verde que los paraliza. 'Seguro que no vota a Stoiber. Para votarlo hay que llorar todos los d¨ªas', a?ade. Tienen raz¨®n tanto Schr?der como Stoiber en que la sociedad alemana, cautiva en una mara?a de regulaciones, leyes y disposiciones, se ve exenta de incentivos a diario para cualquier actividad e iniciativa propia. Tambi¨¦n es cierto que los mensajes planos de los dos grandes partidos 'que tanto miedo tienen a disgustar al votante' han tenido en la incertidumbre sobre su propio voto a casi un tercio del electorado hasta d¨ªas antes de las elecciones.
Y no es menos cierto que la personalidad de los dos l¨ªderes de los partidos mayoritarios, Gerhardt Schr?der y Edmund Stoiber, han sido poco menos que paralizantes. Si Willy Brandt sembr¨® ilusiones y Helmut Kohl medr¨® en seguridades, los dos candidatos actuales son personajes que no inspiran mayores emociones. Los votantes de Schr?der, por no hablar de sus adversarios, saben de lo que ya se califica de su fatuidad pol¨ªtica. Sus cambios de faz han sido demasiados y demasiado precipitados. De Stoiber, todos menos sus m¨¢s incondicionales podr¨¢n negar su inanidad y su estrechez que queda desautorizada ante una sociedad rica, diversa y plural. Si a esto se a?ade la falta de diferencias reales en las grandes cuestiones, consensos muchas veces obligados por ese miedo continuo al votante en la sociedad medi¨¢tica moderna, puede entenderse tanto la angustia esc¨¦nica de los protagonistas como la desaz¨®n continua del elector.
Mientras, el canciller Gerhard Schr?der se regocijaba frente a las c¨¢maras de televisi¨®n, ante millones de espectadores en hora de m¨¢xima audiencia, explicando sus planes de futuro, su reto nacional resumido en que 'las decisiones alemanas se toman en Berl¨ªn' en referencia a la intervenci¨®n militar norteamericana en Irak. si los americanos van solos]'.
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