El h¨¦roe equivocado
Una de las mejores pel¨ªculas que pueden verse en la actualidad est¨¢ basada en una materia prima espectral: los negativos que fueron rescatados de un barco, The Endurance, hundido entre el hielo ant¨¢rtico en el oto?o de 1915. El autor del rescate, Frank Hurley, tuvo que buscar en las aguas heladas hasta dar con la c¨¢mara oscura del buque, que hab¨ªa quedado completamente inundada. Formaba parte de una tripulaci¨®n de 28 hombres, capitaneada por el legendario Ernest Shackleton, que hab¨ªa partido de Londres el a?o anterior a la conquista de la Ant¨¢rtida.
Casi un siglo despu¨¦s el documental de George Butler Atrapados en el hielo (The Endurance) se apoya en aquella materia primera espectral para dar vida, de nuevo, a los protagonistas de la aventura. El resultado es una maravillosa historia ¨¦pica sobre la supervivencia humana. La lucha con el mar, la capacidad de sacrificio, los lazos de complicidad ante el caos conforman una narraci¨®n que, siendo rigurosamente hist¨®rica, incorpora pr¨¢cticamente todos los ingredientes de los grandes ciclos m¨ªticos. Es imposible no oler en esta pel¨ªcula los aromas procedentes de la Odisea o de La isla del tesoro o de Moby Dick.
En especial es imposible ignorar el aire de la Oda del viejo marinero, el misterioso poema de Coleridge, que impregna toda la acci¨®n. Acostumbrados a creer que el arte imita a la realidad, nos resulta fascinante que la realidad imite al arte. Parece que esto ¨²ltimo siempre deba sorprendernos, cuando lo cierto es que es lo m¨¢s frecuente y, en el ejemplo recurrente, yo siempre me inclino a pensar que los campos de la Toscana imitan a los paisajes pict¨®ricos del Quattrocento, y no a la inversa. Apenas es posible encontrar un solo comportamiento humano que no est¨¦ ya, de alg¨²n modo u otro, registrado por la literatura, y cuando arrogantemente -o, m¨¢s bien, provincianamente- afirmamos que nuestra realidad 'supera a la ficci¨®n', lo que exteriorizamos es, m¨¢s bien, nuestra ignorancia literaria.
Hay casos, sin embargo, en que la evocaci¨®n po¨¦tica se hace tan poderosa que es dif¨ªcil separar el ¨¢rbol real de la serpiente m¨ªtica que se enrosca en ¨¦l con sutil intimidad. Hay mucho en la historia del Endurance que nos hace revivir el clima de la obra de Coleridge, de igual forma que, gracias a la misma magia transfigurada, la pel¨ªcula de Butler hace que el espectador reviva lo que sucedi¨® en un mundo oscuro y g¨¦lido a principios del siglo pasado.
Lejos de la civilizaci¨®n del Norte el extremo Sur, con su fantasmagor¨ªa g¨¦lida, es, tanto en el poema como en el documental, el territorio id¨®neo para un gigantesco teatro de sombras en el que es f¨¢cil encontrar los colores p¨¢lidos de la melancol¨ªa y la desesperaci¨®n: ese blanco eterno, descrito en palabras o en im¨¢genes, que ha devorado los colores de la vida para dejar, ¨²nicamente, un rastro de recuerdos, dudas y presagios. Un blanco al que sienta bien la inmovilidad inquietante y casi sagrada de los n¨¢ufragos del Endurance y de los compa?eros definitivamente hier¨¢ticos del Viejo Marinero.
En el poema de Coleridge, que crece a trav¨¦s de un laberinto metaf¨ªsico, la muerte sigue al protagonista con la invisible vigilancia de una amante celosa. Es una presencia et¨¦rea pero tan s¨®lida que acaba por ocupar todo el escenario. Pero tambi¨¦n el vigoroso y racionalista Ernest Shackleton deja traslucir una cercan¨ªa semejante cuando en sus memorias recuerda uno de los episodios de la aventura ant¨¢rtica, la traves¨ªa a pie de las monta?as y los glaciares de la isla Georgia del Sur. Shackleton va acompa?ado de otros dos tripulantes y, aunque sabe que son tres, siente que son cuatro.
Quiz¨¢ ese cuarto caminante no sea la muerte, sino un ¨¢ngel o un demonio o un testimonio de lo que ignoramos o todo al mismo tiempo, el 'habitante del Esp¨ªritu Polar' al que se refiere enigm¨¢ticamente Coleridge. La pel¨ªcula de George Butler va desgranando cada uno de los fragmentos de un viaje en cierto modo circular y parad¨®jico porque lo que se ha previsto como exploraci¨®n de un territorio desconocido acaba convirti¨¦ndose en descubrimiento del valor propio de la vida. El triunfo final de la expedici¨®n no es la conquista, sino la supervivencia.
Al espectador esto se le hace evidente desde el momento en que no puede sustraerse al poder de las im¨¢genes rescatadas por Frank Hurley en el buque hundido. El hecho de que no se enfrente a unos actores que representan a unos personajes, sino a los protagonistas mismos, acrecienta la austera verdad de la historia al tiempo que la rodea de un aura de nost¨¢lgica grandeza.
Con todo, pese a la victoria de los supervivientes, como corresponde a las m¨¢s intensas historias heroicas, el ¨²ltimo cap¨ªtulo est¨¢ dominado por la iron¨ªa tr¨¢gica. Tras las innumerables peripecias -registradas, buena parte de ellas, en los negativos de Hurley-, el regreso a casa es decepcionante. Dejados atr¨¢s los peligros del Sur abismal, las regiones del albatros y de los interminables espejismos, el Norte, el mundo supuestamente propio y supuestamente civilizado, ha cambiado por completo en sus expectativas. Inmersa en la Gran Guerra, la Inglaterra de 1914, a?o de la partida del Endurance, se parece poco a la de finales de 1916, cuando, por fin, retornan los supervivientes de la Ant¨¢rtida. Bajo la org¨ªa b¨¦lica, la patria quiere rendir culto a los cad¨¢veres de los que se fueron al campo de batalla y apenas manifiesta inter¨¦s por los que, considerados ya muertos desde hace tiempo, s¨²bitamente reaparecen a la vida. Su supervivencia es una equivocaci¨®n y Shackleton, un h¨¦roe equivocado.
Quiz¨¢ la propia condici¨®n heroica presupone el error y la escasa acomodaci¨®n a la ¨¦poca. Ninguno de los h¨¦roes de los que nos ha hablado la literatura han tenido un regreso f¨¢cil, si es que han regresado. Tampoco los que espor¨¢dicamente ha proporcionado la realidad. Shackleton tuvo la gloria que dese¨® por encima de todo, pero tambi¨¦n hubo de notar el peso de su equivocaci¨®n. No se adapt¨®, como era de esperar, a la rutina y en 1922 emprendi¨® una nueva expedici¨®n, en la que morir¨ªa a causa de un ataque al coraz¨®n. Son memorables las im¨¢genes de sus compa?eros alrededor de la tumba en la isla de Georgia del Sur, tal como las muestra la pel¨ªcula de Butler. Antes de esta ¨²ltima expedici¨®n escribi¨® en sus memorias: 'Hemos alcanzado el esp¨ªritu desnudo del hombre'.
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