?Qu¨¦ bostezo!

El festejo fue un bostezo, un gran bostezo. En medio del doble par¨¦ntesis que fueron los novillos de lidia ordinaria, se salva la actuaci¨®n del rejoneador Sergio Dom¨ªnguez. F¨¢cil y habilidoso, sobre todo, se acopl¨® muy bien al mini rect¨¢ngulo que es la Plaza de Algemes¨ª. Al d¨®cil novillo de Puerto Frontino le cort¨® una merecida oreja.

El resto, ya digo, de un tedio insoportable. Y eso que hubo dos novillos, los ¨²ltimos, que tuvieron cierto aire y condiciones para sacarles mejor partido. Pero no sucedi¨® as¨ª. Manuel Escribano, ya desafortunado en el descastado que abri¨® plaza, y sin confianza, se atropell¨® con el nobl¨®n que hizo segundo de su lote. Agarrotado y mal colocado, pas¨® incluso sus apuros en la muleta. En su primero se guard¨® silencio y en su segundo, la casi entera, trasera y ca¨ªda de efectos r¨¢pidos, le facilit¨® una oreja de consolaci¨®n.

Al parado segundo, Roberto Gal¨¢n dej¨® que le dieran en exceso en varas. Lo acus¨® el novillo, que se par¨® pronto. La faena fue tan encimista como insulsa. Con el ¨²ltimo el m¨¢s entipo de la bien presentada novillada de Mar¨ªa Luisa Dom¨ªnguez P¨¦rez de Vargas, tambi¨¦n dej¨® que lo masacraran en el caballo. Aun as¨ª, el novillo lleg¨® entregado a la muleta hasta que, agotado, hizo amagos de rajarse. Gal¨¢n le anduvo aseado, pulcro, a veces templado, pero todo dentro de un tono muy incoloro. Fue silenciado en ambos y en su primero, adem¨¢s, escuch¨® un aviso.

Los pedrajas de Guardiola fueron muy desiguales de juego y presentaci¨®n, pero nobles.