"?Queremos electricidad!"
El 40% de la poblaci¨®n de Casablanca se aloja en casas sin luz ni agua potable
'?Ni corrupci¨®n ni mafias! ?La izquierda est¨¢ unida!'. Mustafa Buaziz y medio centenar de militantes, ataviados con camisetas con las tres velas que simbolizan su partido, recorren las angostas calles de Dar Buazza, en la periferia de Casablanca, coreando este eslogan. La chiquiller¨ªa les sigue divertida, pero a los pocos minutos les hace saber a gritos lo que de verdad reivindican sus padres: '?Queremos la electricidad!'.
Dar Buazza es una de esas inmensas barriadas de chabolas que rodean Casablanca, la capital econ¨®mica de Marruecos. El 40% de los tres millones de habitantes de la ciudad, seg¨²n cifras oficiales, se aloja en viviendas insalubres, sin electricidad, sin agua corriente, sin alcantarillado y sin que el Ayuntamiento recoja sus basuras, depositadas al aire libre y de las que emana un olor pestilente.
All¨ª se han plantado Buaziz, de 51 a?os, catedr¨¢tico de Historia y veterano luchador en la clandestinidad contra el r¨¦gimen de Hassan II, y un pu?ado de militantes de la Izquierda Socialista Unificada (GSU), un partido de reciente creaci¨®n, resultado de la fusi¨®n de varias formaciones a la izquierda de los socialistas de Abderram¨¢n Yussufi.
El GSU es el ¨²nico partido que pide expl¨ªcitamente en su programa electoral un cambio de la Constituci¨®n para recortar los poderes del rey y Buaziz es su aspirante a diputado en las elecciones legislativas de ma?ana. Se presenta por la circunscripci¨®n de Ain Chock-Hay Asan, la segunda por el n¨²mero de electores censados (300.464) y la primera por la concentraci¨®n de chabolistas. A diferencia de otros 13 correligionarios, que 'no pudieron ser candidatos a causa de sus antecedentes penales', ¨¦l no ha tenido problemas porque nunca fue detenido.
Su pasado de antiguo resistente le vale de poco en Dar Buazza. Mientras reparte, puerta por puerta, sus octavillas a sus electores analfabetos -'espero que se queden al menos con el logotipo del partido en la retina'-, los chabolistas le preguntan cu¨¢ndo podr¨¢n construir un segundo piso para su vivienda o cu¨¢ndo les llegar¨¢ la luz. Despu¨¦s, cuando consigan esto, pedir¨¢n que se abra una escuela en la barriada porque a una, a la que acuden apenas algunos ni?os, est¨¢ muy lejos.
'Al menos a m¨ª no me preguntan si les voy a dar dinero porque ya saben que no lo tengo', se consuela Buaziz despu¨¦s de haberlos escuchado. '?Qu¨¦ les contesto? Me niego a hacer, como otros, anuncios rimbombantes que no podr¨¦ cumplir. S¨®lo les prometo que en el Parlamento luchar¨¦ con todas mis fuerzas por mejorar su suerte'.
Atra¨ªdas por el t¨¦, las galletas y el espect¨¢culo, en una barriada falta de distracciones, unas 150 personas se agolpan en el patio que el GSU ha alquilado para el mitin. Los asistentes repiten las mismas preguntas que ya fueron planteadas en la calle. 'La electricidad hace falta que la tengamos no s¨®lo en las casas, sino tambi¨¦n en el camino que va de la carretera al barrio para que a nosotras no nos ataquen en la oscuridad', afirma con preocupaci¨®n una joven, la ¨²nica mujer que toma la palabra.
Hanane Baquia, una farmac¨¦utica de 24 a?os, candidata del GSU en su lista nacional de mujeres, les habla a los chabolistas de sus hijas, a veces de tan s¨®lo ocho a?os, que sirven de sol a sol y por tan s¨®lo dos duros en las casas de los ricos; del maltrato y de los abusos que padecen. Les asegura que protegerlas, conseguir que se las respete es una prioridad de su partido. La gente escucha en silencio y aplaude antes de disolverse al anochecer.
Buaziz no se hace ilusiones. Los chabolistas ocupan ilegalmente un terreno privado, carecen de t¨ªtulo de propiedad de sus m¨ªseras moradas y una de las razones por las que viven a oscuras es porque el due?o del suelo se niega a que se la proporcionen. Dar Buazza deber¨ªa ser una reserva de votos para la izquierda y para los islamistas, pero no lo es. 'Votan a los notables locales, jerifaltes de los partidos artificiales creados por el r¨¦gimen, porque creen a¨²n en sus promesas de que les resolver¨¢n sus problemas y es incluso posible que les den una propina para incentivarles ante las urnas', explica Ahmed, militante del GSU. 'Es gente que, al no estar empadronada, no tiene carn¨¦ de identidad, pero curiosamente todos figuran en el censo electoral, poseen su tarjeta de elector y la emplear¨¢n'.
'?Y lo m¨¢s probable es que el d¨ªa en que la Administraci¨®n, alegando exigencias sociales, se disponga a legalizar su situaci¨®n, las mafias que les han ayudado a construir a hurtadillas sus chabolas traten de echarles para colocar a otros que acepten pagarles m¨¢s!', ironiza otra militante.
La pureza del escrutinio
Buaziz est¨¢ preocupado por su falta de medios para vigilar la pureza del escrutinio de ma?ana. 'Hay 751 colegios electorales para los que se necesitar¨ªan 1.502 interventores del GSU' que deben saber leer y escribir. 'En Marruecos resulta una tarea imposible no s¨®lo para mi peque?o partido, sino para otros m¨¢s importantes'. 'La soluci¨®n es que el Ministerio del Interior hubiese dejado a la sociedad civil, a trav¨¦s de sus ONG m¨¢s solventes, ayudar a los partidos', prosigue el historiador. 'Pero ha hecho una interpretaci¨®n restrictiva de la ley', se lamenta, 'y s¨®lo les va a permitir un control espor¨¢dico de las votaciones y ninguno del recuento.Con suerte conseguir¨¦ que mis compa?eros est¨¦n en 200 colegios, los m¨¢s importantes'.
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