La reforma de la naturaleza
La historia humana es la de sus protagonistas organizando mundos dentro del mundo, pr¨®tesis hechas de astucia y de t¨¦cnica para adaptarse a la naturaleza, adapt¨¢ndola. ?sa es la idea central en las teor¨ªas que, desde la historia o la antropolog¨ªa, vienen atendiendo las circunstancias ambientales que han condicionado -que no siempre determinado- la manera espec¨ªficamente humana de habitar el planeta. ?sa es tambi¨¦n la argumentaci¨®n fundamental de la ¨²ltima obra de Felipe Fern¨¢ndez-Armesto, Civilizaciones, cuya versi¨®n espa?ola nos viene servida ahora por Taurus.
De Fern¨¢ndez-Armesto ya conoc¨ªamos algunas investigaciones en el campo de los grandes procesos expansivos (Col¨®n, Cr¨ªtica, 1992; Antes de Col¨®n, C¨¢tedra, 1993; Las Islas Canarias despu¨¦s de la conquista, Cabildo Insular, 1997; etc¨¦tera). Adem¨¢s, a ¨¦l le debemos la prestigiosa serie televisiva Millenium. Estos precedentes nos advierten de las cualidades de Fern¨¢ndez-Armesto como profesor de historia moderna en Oxford, pero tambi¨¦n como divulgador interesado en hacer accesibles las averiguaciones de la indagaci¨®n hist¨®rica y hacerlo, adem¨¢s, con el concurso de otros saberes imprescindibles a la hora de construir una historia de veras total: antropolog¨ªa, arqueolog¨ªa, historia del arte, geograf¨ªa, econom¨ªa...
CIVILIZACIONES. LA LUCHA DEL HOMBRE POR CONTROLAR LA NATURALEZA
Felipe Fern¨¢ndez-Armesto Traducci¨®n de Jes¨²s Cu¨¦llar Taurus. Madrid, 2002 704 p¨¢ginas. 26,50 euros
Civilizaciones es, en ese sentido, una reflexi¨®n en voz alta del autor acerca de la manera como los seres humanos han mantenido un pulso secular con la naturaleza, en orden a moldearla para hacer de ella escenario de formas de existencia basadas en la comunicaci¨®n, el intercambio y el conflicto. De ah¨ª un concepto de civilizaci¨®n que, al lado de otras acepciones -Toynbee, Spengler, Gordon Childe, Braudel-, la define en tanto que sociedad que establece un tipo de relaci¨®n con el medio natural en que se da, que se apropia de ¨¦l, sin llegar nunca a poseerlo del todo.
El itinerario por el que se nos
invita a circular es el de una clasificaci¨®n de las civilizaciones en funci¨®n de los contextos naturales ante los que debieron buscar soluciones, con frecuencia -no siempre- parecidas entre s¨ª y con relaci¨®n a los cuales generaron cambios -que no evoluciones- tanto sociales como ecol¨®gicos. Cada una de esas civilizaciones -nunca separadas del todo, interseccion¨¢ndose constantemente- fue una estrategia -siempre arriesgada, no por fuerza racional- de remodelaci¨®n de la naturaleza, de interminable reforma de sus entornos ecol¨®gicos. De ah¨ª surge una taxonom¨ªa que abarca todas las variables de nicho ecol¨®gico a modificar: tundra, hielo, desierto de arena, pradera, estepa, isla, litoral, cordillera, oc¨¦ano, lago, selva tropical, bosque, pantano, r¨ªo. Un repaso exhaustivo que concluye provisionalmente en la primac¨ªa actual de una civilizaci¨®n resultado de la domesticaci¨®n del Atl¨¢ntico, una forma de v¨ªnculo con el medio popularmente conocida como 'civilizaci¨®n occidental' de la que acaso estemos conociendo sus ¨²ltimos d¨ªas, amenazada por el avance de una civilizaci¨®n planetaria -la c¨¦lebre globalizaci¨®n- o por el relevo de una descollante civilizaci¨®n del Pac¨ªfico.
La obra concluye con una reflexi¨®n acerca de cu¨¢l puede ser el resultado de la arrogancia de algunas civilizaciones que, como la nuestra, han pretendido que esa pol¨¦mica con la naturaleza no se lleve a cabo de igual a igual, sino desde nuestra superioridad como presuntos reyes de la creaci¨®n. La batalla de la civilizaci¨®n contra la naturaleza es, hasta cierto punto, una batalla perdida. En primer lugar porque, como apunta el autor, 'las civilizaciones a las que la naturaleza perdona la vida tienden a destruirse a s¨ª mismas'. Pero tambi¨¦n porque la naturaleza acaba siempre desquit¨¢ndose de la soberbia humana. Es cierto que estamos extinguiendo a los tigres siberianos, pero no conseguimos derrotar a los mosquitos ni a las ratas urbanas. Como los alien¨ªgenas de La guerra de los mundos, de H. G. Wells, podemos ser capaces de arrasar la Tierra, pero perecemos ante microorganismos -el virus del sida, las nuevas cepas de tuberculosis- ante los que, de pronto, redescubrimos nuestra vieja y persistente vulnerabilidad.
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