Valencia lusa
Existe acaso un paralelismo entre Valencia y Lisboa. El m¨¢s as¨¦ptico, claro, viene del paralelo 39, a cuya vera ambas ciudades decidieron vivir. Pero hay otros, que son los que cuentan: Lisboa y Valencia son ciudades mar¨ªtimas, de semejante tama?o, y ambas fueron fundadas por los viejos padres nuestros que est¨¢n en el Mediterr¨¢neo. Tal vez griegos en el caso de Lisboa, romanos en el de Valencia. Pero hay m¨¢s parecidos desparejos: Lisboa y Valencia fueron musulmanas en el Medievo y despu¨¦s capitales de sendos reinos cristianos, y en las calles de una y otra ciudad floreci¨® con particular encanto, con brillo moz¨¢rabe, un idioma romance venido del norte. Lisboa y Valencia fueron ciudades mercantiles y episcopales, pero tambi¨¦n, o precisamente por eso, lascivas y mel¨®manas. Valencia y Lisboa vieron surgir a sus escritores m¨¢s brillantes en el Renacimiento: Camoes y Ausi¨¤s March, aunque luego Lisboa tambi¨¦n tuvo a Fernando Pessoa. Con todo, Valencia y Lisboa siempre estuvieron lejos. Muy lejos. Una a oriente y la otra a poniente de Iberia. Valencia, la oriental, mirando siempre al Mediterr¨¢neo, a Catalu?a, a Mallorca, a Provenza, a Italia, y Lisboa, de espaldas a Europa toda, lanzada hacia el occidente, hacia el inmenso Brasil, y luego d¨¢ndose la vuelta por el oriente m¨¢s extremo, el de la China y la India, y entre medias las costas africanas y el infame comercio de esclavos. Parece que ha llegado el momento en que Valencia y Lisboa van a reencontrarse. Sin permiso de Madrid en el caso de Valencia. Las dos ciudades, lo mismo que Portugal y la Comunidad Valenciana, llevan un tiempo haci¨¦ndose gui?os, y no es ajeno a este proceso de amor y descubrimiento el que a partir de ma?ana se celebre en Valencia la cumbre hispano-lusa. Precisamente en Valencia, a petici¨®n de los portugueses. Dicen los sabios que es bueno tener dos culturas. Como poco. La propia y una ajena que nunca ser¨¢ ajena. Por lo general, en Espa?a, esa otra cultura, admirable, fue Francia. En los ¨²ltimos tiempos es el mundo anglosaj¨®n el que vence. Humildemente, uno propone la alternativa portuguesa. Convencido de que no hay mayor descubrimiento que aquel que se produce cerca de casa.
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