S?o Paulo: 1.000 homicidios al mes
El Estado se muestra incapaz de contener el auge de la delincuencia en la gigantesca urbe brasile?a
El helic¨®ptero se eleva desde una de las pistas del aeropuerto de Campo de Marte y emprende vuelo sobre la inmensa ciudad. Quince minutos despu¨¦s aterriza en el helipuerto de Guarulhos, en la zona norte de S?o Paulo. Cada ma?ana, el presidente de la f¨¢brica Vaska, Jos¨¦ Luis San Mart¨ªn, realiza el mismo trayecto, que en coche implica no menos de cuatro horas (ida y vuelta). A media tarde, el empresario regresa a la ciudad, donde le espera un veh¨ªculo blindado con dos guardaespaldas que le devuelven a su domicilio. Con similares medidas de seguridad transcurre la vida de muchos hombres de negocios en la megal¨®poli brasile?a de 17 millones de habitantes, con uno de los mayores porcentajes delictivos de Am¨¦rica Latina. La violencia urbana y la inseguridad es uno de los principales temas de campa?a de los candidatos a las elecciones presidenciales.
La protecci¨®n contra la delincuencia es un negocio floreciente en Am¨¦rica Latina
'La polic¨ªa es corrupta porque gana poco. Un agente percibe unos 300 d¨®lares al mes'
Desde el aire, S?o Paulo es una ciudad m¨¢s segura. Casi tres millones de veh¨ªculos circulan cada d¨ªa por la ciudad, la mitad de los matriculados. Por encima del hormiguero humano, el helic¨®ptero sobrevuela zonas tan dispares como el d¨ªa y la noche: el centro comercial y financiero, distritos residenciales como Morunbi y Brooklin y barrios perif¨¦ricos, m¨ªseros y sin ley como la favela Jardim Pantanal. Los mayores peligros acechan en tierra.
Jos¨¦ Luis San Mart¨ªn sali¨® de su Galicia rumbo a Brasil con cinco a?os. A su padre no le fue nada mal y el heredero dirige hoy, con 45 a?os, una pr¨®spera empresa de repuestos de autom¨®vil. 'Aqu¨ª la inmensa mayor¨ªa es pobre', dice, mientras sobrevuela uno de los barrios m¨¢s miserables. 'Hay que acostumbrarse y adaptarse a determinadas situaciones. Acabas adapt¨¢ndote. A los guardias, a la seguridad, al helic¨®ptero'. Y a mucho m¨¢s. Este empresario ha modificado sus h¨¢bitos en los ¨²ltimos a?os. Dej¨® la casa por un piso de lujo, m¨¢s f¨¢cil de proteger, y tiene seis coches que cambia con frecuencia. Su hijo de 13 a?os no sale jam¨¢s sin escolta. 'Le suelo decir 'Diego, si fueras negrito, nadie querr¨ªa secuestrarte, pero eres rubio de ojos verdes y te van a secuestrar'. ?Claro que no le gusta tener una persona que le vigila todo el d¨ªa! Pero ?qu¨¦ puedo hacer?'.
'No soy millonario, pero me cuido y, a pesar de todo, me han asaltado tres veces', recuerda San Mart¨ªn. 'En una ocasi¨®n me siguieron en coche hasta la f¨¢brica. Seis tipos bajaron de una furgoneta armados con metralletas. Fueron directamente a mi despacho y a la oficina bancaria de la f¨¢brica. Vaciaron la caja fuerte'. Muchas empresas dedican parte de su presupuesto a seguridad. 'El 99,9% invierte unos 4.000 d¨®lares al mes. Yo gasto m¨¢s que eso', asegura el director de Vaska. Un helic¨®ptero cuesta entre 500.000 y dos millones de d¨®lares.
Clovis Rossi, veterano periodista de Folha de S?o Paulo, que ha recorrido m¨¢s de un frente de guerra, confiesa que tiene miedo y no sabe qu¨¦ hacer para combatirlo. La gente de clase media, como ¨¦l, no puede acceder al helic¨®ptero, al coche blindado ni a los guardaespaldas. 'Puede que la edad tenga que ver con el miedo. En el pasado se pod¨ªa pasear tranquilamente por las calles de S?o Paulo. Me aterra la situaci¨®n actual, pero los j¨®venes no han conocido otra realidad'.
El secuestro es el delito estrella. Los hay de todos los tipos. El m¨¢s simple es el secuestro expr¨¦s o rel¨¢mpago, que se realiza sin planificaci¨®n previa de qui¨¦n ser¨¢ la v¨ªctima. No precisa un lugar de cautiverio, la duraci¨®n es m¨ªnima y, si hay rescate, no es para hacerse millonario. Los secuestradores suelen ser peque?os delincuentes no profesionales.
Jussara Gontow, de 36 a?os, ejecutiva, fue v¨ªctima de un secuestro rel¨¢mpago. Una tarde lluviosa y oscura sali¨® de la oficina. Apenas hab¨ªa subido al coche cuando la abordaron dos individuos armados. 'Tranquila, s¨®lo queremos el dinero', fue el saludo inicial. El veh¨ªculo con los secuestradores y la v¨ªctima recorri¨® diversas calles de S?o Paulo en busca de cajeros autom¨¢ticos, de los que sacaron en total 400 d¨®lares. Cuarenta minutos despu¨¦s los secuestradores abandonaron a Jussara en una calle solitaria del barrio de Morunbi. Los asaltantes se llevaron el coche con todo lo que hab¨ªa dentro.
El otro extremo es el secuestro realizado por bandas experimentadas en busca de v¨ªctimas adineradas. Washington Olivetto, magnate de la publicidad y presidente de W/Brasil, tercera compa?¨ªa del sector, permaneci¨® 53 d¨ªas en un habit¨¢culo inmundo de dos por tres metros. Su secuestro acapar¨® la atenci¨®n de todos los medios de comunicaci¨®n, hasta que la polic¨ªa logr¨® su liberaci¨®n y la captura de varios miembros de una banda internacional cuyos cabecillas integraron en el pasado un grupo guerrillero chileno. 'Mi secuestro ha sacado a la luz algo que ocurr¨ªa sin conocimiento de la mayor¨ªa de ciudadanos', recuerda el publicista. 'Ha puesto una especie de se?al de alarma de este tema'. La vida del creativo publicitario ha cambiado dr¨¢sticamente desde el secuestro. Viaja con escolta, en veh¨ªculo blindado, y, a la entrada de la agencia, dos fornidos guardaespaldas vigilan atentamente los pasos de todo visitante que entra y sale. 'Para m¨ª no es c¨®modo tener un equipo de seguridad personal. Nunca lo hab¨ªa tenido en mi vida'.
El aumento de los secuestros est¨¢ en relaci¨®n directa con la disminuci¨®n de robos a bancos, que en muchos casos son inexpugnables. En S?o Paulo, de 30 secuestros en 2001 se pas¨® a 251 al a?o siguiente. En los tres primeros meses de 2002 la cifra creci¨® un 320% en comparaci¨®n con el mismo per¨ªodo del a?o anterior.
La protecci¨®n frente a la delincuencia es un negocio floreciente en las principales urbes de Am¨¦rica Latina, donde la violencia es uno de los protagonistas de la vida cotidiana. El blindaje de veh¨ªculos, por ejemplo. Hoy ya no son lujosos Mercedes Benz los que se refuerzan a prueba de balas, sino carrocer¨ªas de modestos utilitarios en los que viajan los ricos que pretenden pasar inadvertidos. La mitad de las solicitudes de consultor¨ªa que recibe la empresa estadounidense de gesti¨®n de riesgos Kroll Associates se refieren a protecci¨®n personal de altos ejecutivos. Hasta el a?o pasado, el 70% de las consultas ten¨ªan que ver con asuntos corporativos como fraudes internos y protecci¨®n de instalaciones, seg¨²n un informe de Veja, la revista de mayor circulaci¨®n. La brit¨¢nica Control Risks, especializada en secuestros, ha multiplicado sus servicios en Brasil, especialmente en S?o Paulo y R¨ªo de Janeiro. Estas empresas de seguridad ofrecen ahora paquetes de protecci¨®n que incluyen veh¨ªculos blindados, cursos de acci¨®n defensiva en los que se ense?a a huir de asaltos y secuestros en la v¨ªa p¨²blica, inspecci¨®n de la vivienda y las oficinas del cliente para orientarlo en la adquisici¨®n de equipos de protecci¨®n.
S?o Paulo est¨¢ en la c¨²spide de las ciudades brasile?as con mayor ¨ªndice de delitos, por encima de la media nacional. Los barrios que concentran el mayor n¨²mero de homicidios son pobres y est¨¢n en la periferia. En cambio, los delitos contra el patrimonio se registran en los distritos m¨¢s acomodados, donde hay m¨¢s para robar.
Un s¨¢bado de abril pasado dos hombres se presentaron en un edificio de 16 pisos de la exclusiva zona de Campo Bello, al sur de S?o Paulo. El portero crey¨® que eran dos alba?iles y les abri¨® la puerta. R¨¢pidamente lo enca?onaron y obligaron a abrir el garaje para que pudiera entrar una camioneta de vidrios oscuros, de la que salieron 20 hombres fuertemente armados y bien equipados. Durante cuatro horas desvalijaron piso a piso, sin que ning¨²n vecino pudiera avisar a la polic¨ªa. Fue un trabajo perfectamente coordinado. Los ladrones cortaron los cables telef¨®nicos, se comunicaban entre ellos con radiotel¨¦fonos y sintonizaban la frecuencia de la polic¨ªa.
Teresa Carrasco, de 62 a?os, estaba sentada tranquilamente en el sal¨®n de su casa cuando vio aparecer por el pasillo a tres tipos pistola en mano. Sin gritos ni aspavientos, se llevaron ¨²nicamente dinero, joyas y una pistola que encontraron. No rompieron nada. A medida que limpiaban cada piso, encerraban a los vecinos en el garaje del edificio. 'Nos trataron bien, eran educados e iban bien vestidos. Nos ofrec¨ªan agua y cigarrillos', explica Teresa Carrasco. Cuando lleg¨® la polic¨ªa hac¨ªa una hora que los asaltantes se hab¨ªan marchado. 'Los anillos se van, pero los dedos se quedan', suspira la mujer, que en todo momento temi¨® la llegada de los agentes y un tiroteo.
A la polic¨ªa de S?o Paulo, como a la de R¨ªo y de otros Estados se las acusa de ineficacia y corrupci¨®n. 'Si la polic¨ªa me cuidara, no tendr¨ªa guardaespaldas', dice Jos¨¦ Luis San Mart¨ªn. 'La polic¨ªa es corrupta, porque gana poco. Un agente percibe unos 300 d¨®lares al mes'.
Una investigaci¨®n del Instituto latinoamericano de Naciones Unidas para la prevenci¨®n del delito (Ilanud) sobre los ¨ªndices de criminalidad en todos los Estados brasile?os lleg¨® a la conclusi¨®n de que la presencia policial en la calle no tiene una relaci¨®n directa con el porcentaje de delitos. Por ejemplo, Alagoas tiene pr¨¢cticamente la misma proporci¨®n de agentes que S?o Paulo (cerca de 350 por 100.000 habitantes), pero el n¨²mero de actos delictivos es 50 veces menor. No tiene, pues, sentido hablar de un n¨²mero ¨®ptimo o recomendable de polic¨ªas por habitante. 'Es m¨¢s importante tener en cuenta los ¨ªndices de urbanizaci¨®n, desempleo, escolaridad y desigualdad de renta, as¨ª como la cantidad de armas de fuego en circulaci¨®n', subraya el soci¨®logo Tulio Kahn, secretario ejecutivo de Ilanud.
Los datos oficiales sobre criminalidad son poco cre¨ªbles. El Estado minimiza las cifras y s¨®lo un tercio de las v¨ªctimas denuncia el delito, seg¨²n indican distintos muestreos realizados por la ONU. En el primer trimestre de 2002, el c¨¢lculo oficial es de 433.000 delitos, un tercio de la cifra real. 'Si la estimaci¨®n de nuestras encuestas es correcta, la verdad es que en dicho per¨ªodo se produjeron 1,2 millones de delitos, de los que s¨®lo un tercio fue notificado a la polic¨ªa, es decir, 433.000', se?ala Kahn. Siguiendo con el c¨¢lculo de Ilanud, la polic¨ªa practica 25.000 detenciones por trimestre y 3.000 terminan en la c¨¢rcel. Esta cifra representa el 0,2% del total de cr¨ªmenes cometidos. ?Es poco? 'No. Es mucho, porque 1.000 personas que ingresan en la c¨¢rcel cada mes significa que el Estado tiene que construir un presidio nuevo al mes. Esto es impracticable. Las c¨¢rceles est¨¢n hacinadas', responde Kahn. Actualmente hay m¨¢s de 100.000 presos en el Estado de S?o Paulo y 235.000 en todo el pa¨ªs. La conclusi¨®n del secretario ejecutivo de Ilanud no puede ser m¨¢s dram¨¢tica. Para lograr un impacto en la disminuci¨®n de la criminalidad se requiere una inversi¨®n de tal envergadura que no compensa a ning¨²n Gobierno. '?ste es el drama de Brasil. Los presidentes hacen c¨¢lculos a cuatro a?os vista, que es lo que dura su mandato, y no m¨¢s all¨¢'.
El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) asegura que el coste de la inseguridad supone un 10% del PIB brasile?o, porque considera que los a?os de vida productiva perdidos, las 40.000 personas que mueren cada a?o en Brasil, son j¨®venes en su inmensa mayor¨ªa. Estas personas trabajar¨ªan durante 40 a?os m¨¢s, si se tiene en cuenta que mueren a los 20 a?os y que su expectativa de vida productiva era por encima de los 60.
El ¨ªndice de criminalidad sigue a pies juntillas la distribuci¨®n de la renta. Los ¨²ltimos datos de la ONU indican que los cr¨ªmenes violentos son c¨ªclicos. Cuando la econom¨ªa mejora, disminuyen, y cuando empeora, aumentan. 'Esto es muy claro en ciudades como S?o Paulo, R¨ªo de Janeiro, Vitoria, Ciudad de M¨¦xico, Cali, Bogot¨¢, Caracas o pa¨ªses como Colombia, Venezuela, Brasil y M¨¦xico, que tienen las peores condiciones de renta y los mayores ¨ªndices delictivos. Por otro lado, Uruguay, Chile, Argentina y Costa Rica, que son naciones m¨¢s igualitarias, tienen una criminalidad mucho m¨¢s baja', seg¨²n Tulio Kahn.
El crecimiento desorganizado y r¨¢pido de la periferia de las grandes urbes de esos pa¨ªses desiguales de Am¨¦rica Latina explica la explosi¨®n de la violencia en el continente. Las cifras hablan por s¨ª solas. S?o Paulo tiene 10 millones de habitantes en la capital, m¨¢s siete millones en el gran S?o Paulo, 78 municipios y 35 millones de habitantes en todo el Estado. En el Estado de S?o Paulo se registran 12.000 homicidios por a?o y en Brasil, 40.000 (26 homicidios por cada 100.000 habitantes en todo el pa¨ªs, y en S?o Paulo, el doble), cuatro veces m¨¢s que hace 20 a?os.
'Aqu¨ª, en este bar de La Magdalena, el riesgo de ser v¨ªctimas de homicidio es tal vez tan bajo como si estuvi¨¦ramos en Helsinki o Estocolmo. Pero, si recorremos unos kil¨®metros hacia el sur, entraremos en un ¨¢rea casi de conflicto de guerra civil', explica Kahn.
La polic¨ªa trata de transmitir seguridad con una mayor presencia en la calle, estacionando coches con las luces encendidas en puntos bien visibles de la ciudad. La seguridad p¨²blica se consideraba hasta hace cinco a?os materia de los estados. Ahora el Gobierno federal ha creado nuevas instituciones como la Secretar¨ªa Nacional de Seguridad P¨²blica, el Plan Nacional de Seguridad y comienza a intervenir y auxiliar a los estados. Los municipios tambi¨¦n han creado su polic¨ªa y sus secretar¨ªas. La inversi¨®n ha aumentado considerablemente, aunque no se traducido en m¨¢s eficacia.
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