Vidas de barrio
D¨®nde preferir¨ªa usted vivir, en un barrio obrero o en una urbanizaci¨®n lujosa? Al contestar esta pregunta, el porcentaje de los que escoger¨ªan la segunda opci¨®n ser¨ªa seguramente abrumador. La generosidad de los espacios, la calidad de la construcci¨®n o las garant¨ªas de privacidad son aspectos que nadie asocia hoy a la vivienda modesta y comunitaria, aunque algunos de los mejores hallazgos de la arquitectura dom¨¦stica moderna -que aspir¨® a convertir la casa en una 'm¨¢quina de habitar'- se hayan producido en este terreno. Con todo, en lo que a h¨¢bitos de vida se refiere, podr¨ªa decirse que Europa representa mejor la tradici¨®n del dise?o de vivienda colectiva que Estados Unidos, donde la primac¨ªa del individuo sobre la masa se traduce en infinidad de ejemplos de casas singulares e individualizadas.
Europa representa mejor la tradici¨®n del dise?o de vivienda colectiva que Estados Unidos
Este af¨¢n europeo por dar forma a lo com¨²n, incluso en el terreno de la vivienda, mientras al otro lado del Atl¨¢ntico se empe?an en acentuar las diferencias, se hace especialmente patente al comparar dos iniciativas residenciales que buscan el marchamo de calidad que proporcionan los grandes nombres de la arquitectura; pero ¨¦se es casi el ¨²nico punto de coincidencia entre ambas. En Mulhouse, una localidad francesa fronteriza con Suiza y Alemania, Jean Nouvel es una de las piezas clave de una singular operaci¨®n para construir viviendas obreras; en Sagaponac, Long Island, un lujoso enclave residencial alternativo a la congestionada Nueva York, Richard Meier coordina el ambicioso proyecto de una colonia de casas de firma para gente con posibles. Ninguno de los dos proyectos estar¨ªa en v¨ªas de realizaci¨®n sin el concurso de sus respectivos promotores, Pierre Zemp, director de la Somco, una sociedad para la construcci¨®n de viviendas obreras fundada en Mulhouse en 1853; y Coco Brown, en otro tiempo autor de guiones para la pantalla y hoy presidente de una gran compa?¨ªa inmobiliaria que lleva su nombre.
A mediados del siglo XIX, Mulhouse era la Manchester francesa. El r¨¢pido desarrollo all¨ª de la industria textil, mec¨¢nica y qu¨ªmica increment¨® su poblaci¨®n de 3.000 a 30.000 habitantes entre 1800 y 1850. En 1860 se construir¨ªa a las afueras de su centro hist¨®rico la primera ciudad obrera del pa¨ªs, proyectada por el joven ingeniero ?mile Muller seg¨²n un trazado regular en bandas, con las viviendas agrupadas de cuatro en cuatro bajo el mismo techo y situadas en el centro de parcelas ajardinadas. Cada familia dispon¨ªa de unos 47 metros cuadrados, m¨¢s de la media que se establecer¨ªa despu¨¦s como norma para este tipo de alojamiento. A comienzos del siglo XXI, la pujanza industrial de Mulhouse ha desaparecido y esa ciudad jard¨ªn mod¨¦lica que creci¨® hasta albergar a la mitad de la poblaci¨®n del municipio ha perdido gran parte de su esencia original; el barrio se deteriora y languidece. Todav¨ªa en activo, la sociedad que se cre¨® para levantarlo 150 a?os antes decide promover en un terreno pr¨®ximo nuevas viviendas que recuperen la vitalidad de la zona y sean un manifiesto construido, la prueba irrefutable de que ahora como entonces, la calidad arquitect¨®nica y la innovaci¨®n no est¨¢n re?idas con la econom¨ªa.
Jean Nouvel, a quien Zemp se dirige primero en su b¨²squeda de esos proyectos nost¨¢lgicos de los experimentos de la vanguardia hist¨®rica, acepta colaborar, pero convence a su nuevo cliente de que hay que implicar a m¨¢s arquitectos, j¨®venes e interesados en el tema de la vivienda. De esta forma se incorporan al dise?o Ducan Lewis, del estudio Lewis, Potin y Block; Matthieu Poitevin, del grupo Art'M; Anne Lacaton y Jean Philippe Vassal; y un quinto equipo formado por Jean de Gastines y Shigeru Ban. Todos coinciden en que no se trata tanto de crear objetos arquitect¨®nicos como de proponer ideas para mejorar la calidad de vida de la gente con escasos recursos. El terreno trapezoidal disponible se ha repartido entre los cinco participantes, quienes siguiendo las trazas de la ciudad-jard¨ªn original y ci?¨¦ndose a presupuestos muy estrictos han proyectado un total de 60 nuevas unidades residenciales.
El japon¨¦s Shigeru Ban, ¨²nico
invitado extranjero a participar en la renovaci¨®n de la ciudad obrera por la orientaci¨®n social de otros trabajos suyos anteriores -como los edificios de tubos de cart¨®n que proyect¨® para los damnificados en el terremoto de Kobe-, cambia radicalmente de contexto geogr¨¢fico y mental cuando se traslada a Sagaponac, la exclusiva e id¨ªlica zona de los Hamptons donde es uno de los treinta y tantos arquitectos convocados para construir 'casas inteligentes' para 'gente sensible', capaz de asociar la calidad a la ausencia de ostentaci¨®n y a la armon¨ªa con el paisaje. Brown, el sagaz promotor inmobiliario que aspira a dar un barniz de prestigio a su lucrativo negocio, pens¨® que por una vez pod¨ªa olvidarse de los detalles habitualmente asociados al lujo residencial para proponer arquitecturas fuera de la convenci¨®n dom¨¦stica y en los ant¨ªpodas de los proyectos de cat¨¢logo.
Dicho y hecho: contact¨® con Richard Meier, uno de los m¨¢s reputados constructores de casas de millonarios en Norteam¨¦rica, para coordinar la operaci¨®n, y empez¨® a confeccionar la lista internacional de arquitectos. Transcurrido poco m¨¢s de un a?o desde que se puso en marcha, la iniciativa de Brown ha conseguido reunir a un grupo realmente variopinto de viejas glorias, maduros consagrados y j¨®venes prometedores, entre los cuales los norteamericanos Philip Johnson, Michael Graves, Steven Holl y Carlos Jim¨¦nez, adem¨¢s de los europeos Zaha Hadid, MVRDV y Jean-Michel Wilmotte.
Una de las nueve primeras casas que han empezado ya a construirse en Sagaponac es el ¨²ltimo proyecto del fallecido Samuel Mockbee, un arquitecto que dedic¨® sus esfuerzos a dise?ar con materiales reciclados para las comunidades m¨¢s pobres de Alabama, en el sur profundo de Estados Unidos; tal vez en su obra p¨®stuma y en otras de las que formar¨¢n parte de esta urbanizaci¨®n de la Costa Este encontraremos ideas felices, pero es menos probable que puedan beneficiarse de ellas gente sin poder adquisitivo. Entre el barrio de Mulhouse y la colonia de Sagaponac hay miles de kil¨®metros de distancia, tantos como los que separan la arquitectura entendida como instrumento de mejora social y aquella que s¨®lo colma las aspiraciones de excelencia de unos pocos privilegiados.
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