El Parque de las Ciencias muestra el horror y la grandeza de los depredadores en una exposici¨®n
Animales vivos, disecados y robots gigantescos podr¨¢n ser visitados hasta mayo de 2003
El Parque de las Ciencias de Granada exhibe desde ayer, y hasta mayo de 2003, una gran exposici¨®n concebida para modificar la reputaci¨®n asesina que la simbolog¨ªa atribuye a los depredadores y resaltar su contribuci¨®n al equilibrio ecol¨®gico. Dos consejeras, la de Educaci¨®n y la de Medio Ambiente, m¨¢s el alcalde de la ciudad, tuvieron la oportunidad de contemplar en vivo un ejemplar de tortuga mordedora que no rechazar¨ªa el pie de un ba?ista y una pit¨®n albina capaz de digerir un cerdo. No falt¨® una broma com¨²n sobre una ausencia, la del hombre.
El visitante recibe pronto una lecci¨®n: el depredador no es siempre es un animal de proporciones gigantescas, sino que tambi¨¦n los hay de menor tama?o y en apariencia f¨¢ciles de doblegar, incluso a base de un zapatazo, como las garrapatas o el piojo masticador.
Sin embargo, a lo largo del recorrido por los mil metros cuadrados que ocupa la exposici¨®n, las mayores impresiones proceden no s¨®lo de los animales que sestean apaciblemente en los terrarios, pero cuya capacidad para devorar o inocular venenos mortales est¨¢ claramente certificada, sino tambi¨¦n de los robots que permiten, por ejemplo, comprender el aspecto sobrenatural de un camale¨®n de dos metros de alzada o los movimientos de una ara?a de otros tantos de circunferencia.
As¨ª pues, aunque tanto el director del parque, Ernesto P¨¢ramo, y la consejera de Medio Ambiente, Fuensanta Coves, abogaron antes de entrar al recinto por defender el cr¨¦dito de los depredadores la comitiva no pudo contener las exclamaciones y las risas nerviosas a lo largo del recorrido por esta exposici¨®n organizada conjuntamente por el Museo de Historia Natural de Londres y que recorrer¨¢, tras su paso por Granada, varios pa¨ªses europeos.
El recorrido por las dos plantas del pabell¨®n de exposiciones requiere del visitante diversos estados de ¨¢nimo, desde la serenidad al asombro. La primera parte es m¨¢s tranquilizadora y el manso aspecto de las rayas desliz¨¢ndose por el acuario compensa la impresi¨®n del robot del tibur¨®n blanco. La consejera de Educaci¨®n, C¨¢ndida Mart¨ªnez, no tuvo inconveniente en estrenar un simulador de caza y a base de manotazos sobre un bastidor circular donde fulguran c¨ªrculos luminosos cobr¨® 24 en pocos segundos.
Lo que espera en el piso superior pertenece a un orden menos tranquilizador pues, adem¨¢s de un magn¨ªfica colecci¨®n de animales disecados (desde un oso hormiguero a un caim¨¢n) y de insectos depredadores, en las urnas de los terrarios, medio dormidos, pero acechantes, aguardan tar¨¢ntulas devoradoras de reptiles y peque?os mam¨ªferos o un caim¨¢n enano capaz de engullir a otros caimanes vecinos. Ante aquel cat¨¢logo de amenazas a la comitiva le entr¨® la risa floja y entonces algunos preguntaron d¨®nde estaba el terrario del hombre. No lo vieron En esta exposici¨®n al hombre s¨®lo lo pueden observar, con un cristal protector de por medio, los animales y ellos, discretos, no opinan.
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