Aznar¨ªn y Harry Potter (y III)
(Resumen: El Pr¨ªncipe Aznar¨ªn, ¨¦mulo de Harry Potter, ha visto perderse su escoba m¨¢gica en las aguas nauseabundas del foso que circunda el castillo de la Princesa Teofinda, a la que ha ido a salvar de la chusma andalus¨ª. Consternado, re¨²ne a sus fieles en el sal¨®n del trono y les dice: 'Dar¨¦ mi cetro y mi corona a aquel de vosotros que sea capaz de recuperar mi escoba m¨¢gica').
Prolongado silencio. S¨®lo de pensar que habr¨ªan de sumergirse en aquel caldo negruzco y pestilente, los seis de la fama sintieron fuertes arcadas. Por no hablar de c¨®mo se representaron la amenaza de aquellos entrevistos seres puntiagudos que habitaban la misma oscuridad. Pero tampoco era cosa de eternizarse en disimulos y carraspeos. El primero en hablar, por fin, fue Albertito Yo no Aspiro:
- Bien sab¨¦is, mi amad¨ªsimo se?or, que hasta la vida diera por obedecer vuestros mandatos. Mas considero humildemente que cada uno de aquestos caballeros es m¨¢s digno que yo en la cadena sucesoria. A ellos cedo toda la gloria del desaf¨ªo.
No se sabe si esta respuesta complaci¨® al Pr¨ªncipe. Tan s¨®lo que el bigote empez¨® a quemarle, como cuando present¨ªa la proximidad de Zapat¨®n el Bonito; tal era ya el grado de identificaci¨®n con Harry Potter, a quien, como se sabe, le ard¨ªa la se?al que ten¨ªa en la frente en situaciones cr¨ªticas. Conocedora de este s¨ªntoma, y empezando a oler a chamusquina, Teofinda se aprest¨® a poner un pa?o h¨²medo en tan egregia pelambre. Lo que el Pr¨ªncipe le agradeci¨®.
El siguiente en hablar fue Marian¨ªn el Ambiguo. Y cu¨¢les no ser¨ªan sus argumentos a la gallega, con refuerzos a la eclesi¨¢stica, que al cabo fue imposible dilucidar si se sumergir¨ªa o no se sumergir¨ªa. A continuaci¨®n, Jaimito el Suave solt¨® amablemente una de las suyas: 'Yo contra esos perros sarracenos estoy dispuesto a lo que sea, pero s¨®lo me arrojar¨¦ al foso si antes, se?or, me liber¨¢is de la hist¨®rica misi¨®n que tengo encomendada en las provincias rebeldes de Vasconia'. Rodrig¨®n Cuentas No Salen se excus¨® tambi¨¦n, alegando que la aplicaci¨®n del d¨¦ficit cero exig¨ªa toda su atenci¨®n en aquellos dif¨ªciles momentos de una nueva cruzada mundial contra el infiel. En cuanto a Angelito Honor a Su Nombre, fue tan pulcro en sus razones, que diera l¨¢stima al Pr¨ªncipe imaginarlo en la cruel zambullida. As¨ª que lo dispens¨® con media sonrisa. S¨®lo quedaba Javier¨ªn Matacampeones. Jovial y retrechero, como de costumbre, ¨¦stas fueron sus palabras: 'Pues yo, mi se?¨®, qu¨¦ quiere que le diga. Sugiero, vamos, es un pon¨¦, que le demos una tregua a Chavel¨®n el Malo y que sea ¨¦l quien se tire a por la escobita. Y si no, es que se queda sin inversiones, sin autov¨ªas, sin deuda hist¨®rica, sin transferencias de empleo, sin subsidio agrario, sin n¨¢ de n¨¢, vamos.- A Aznar¨ªn volvi¨® a quemarle el bigote con tal intensidad, que Teofinda hubo de empapar muy mucho su pa?uelo y aplicarlo de inmediato. Pero ya el olor a chamusquina se hab¨ªa extendido por todo el reino. Hasta la Plaza de San Pedro dicen que lleg¨®, en el momento justo en que el otro Josemari ascend¨ªa a los cielos. Y que algunos gritaron: ?Olor a santidad! ?Olor a santidad!
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