Al pan, pan
Dicen que a todo nos acostumbramos, y es cierto. Me sorprend¨ªa hace unos d¨ªas viendo en un reportaje de televisi¨®n a dos chicas palestinas, con sus bolsos y un ligero velo, pasar con tranquilidad junto a soldados israel¨ªes mientras ¨¦stos disparaban contra los chicos de la Intifada. A un disparo correspond¨ªa apenas un ligero respingo. ?Ser¨¢ posible, pensaba, que pueda pasearse en plena refriega? De esto tenemos m¨²ltiples experiencias en nuestra ¨²ltima guerra civil (de lo que se vali¨® Berlanga para su La vaquilla) y en el d¨ªa a d¨ªa de ahora mismo en Euskadi, en tantas fiestas. Nuestra adaptabilidad no tiene l¨ªmites.
Pero no quer¨ªa hablarles de la adaptaci¨®n del hombre a situaciones l¨ªmite, sino de otra acomodaci¨®n a¨²n m¨¢s peligrosa. Quer¨ªa hablarles de la capacidad que el hombre tiene de acomodarse a ideas absurdas, a proyectos disparatados (incluso suicidas), a ideas difusas que pueden ir socavando la convivencia o pueden resultar racionalmente fatales. Y sin embargo, somos f¨¢cil presa de entusiasmos impensables o ap¨¢ticos ante disparates evidentes, de los que adem¨¢s somos conscientes. Los j¨®venes intelectuales de Europa fueron alegremente a la guerra de 1914 pensando que con ello sanar¨ªa el continente de su indolente vida burguesa. Los ingleses en la India creyeron natural divertirse, con su flema, jugando a hacer punter¨ªa con una piedra en un perro o en un ni?o hind¨². Alemania se acostumbr¨® a los matones nazis e incluso les vot¨® en un alto porcentaje en 1932. Eslovaquia avanz¨® hacia la segregaci¨®n en 1993 sin reparar en la p¨¦rdida de posiciones relativas que ello supon¨ªa (en la econom¨ªa o las relaciones internacionales) por el simple hecho de que la idea de la segregaci¨®n se hab¨ªa hecho de uso com¨²n. El presidente de todas las Rusias, Boris Yeltsin, pareci¨®, a pesar de todo, un gobernante porque hac¨ªa que gobernaba. En todos los casos se avanz¨® hacia el fracaso o el desastre con paso firme o, lo que es peor y nos toca, con desidia e indiferencia.
Corremos un riesgo semejante con la propuesta de Libre Asociaci¨®n de Ibarretxe. Que se vuelva cotidiana. De entrada, caus¨® la natural perplejidad -seguida de la l¨®gica indignaci¨®n- que puede provocar una chiquillada en un gobernante. En lugar de gobernar se dedica a jugar con cada uno de nosotros, con lo nuestro, se piensa. Es un acto reflejo, natural y muy saludable (que en cada pa¨ªs se da cada cien a?os como poco, pues no es tan frecuente encontrarse con gobernantes chiquillos). Riesgo de fractura social, desprecio a la democracia de partidos, frustraci¨®n entre sus seguidores, radical p¨¦rdida de oportunidades econ¨®micas y de posiciones relativas. Los aliados se nos van, dice Anasagasti (Deia, 6-10-02), por no decir que ni ¨¦l mismo lo entiende. ('Supongo, supongo yo, vamos; que la falta de violencia quiere decir la desaparici¨®n de ETA. Vamos, es lo que yo creo', Anasagasti a CNN+.) Ibarretxe est¨¢ s¨®lo y se merece perder las pr¨®ximas elecciones a favor de los abanderados del pragmatismo y el buen sentido. Pero luego se bajan las defensas y todo comienza a formar parte de la normalidad.
Ocurre, y, porque ocurre, lo digo. El primer paso lo dan quienes inteligentemente creen ver el otro lado de la moneda. Fijarse, dicen, habla de 'pacto de libre asociaci¨®n', cierto. Pero, ?ojo!, porque dice 'con Espa?a'. Es 'la primera vez que'... Nunca realmente el PNV se concibi¨® a s¨ª mismo y a Euskadi sin Espa?a (salvo en alguna enso?aci¨®n de Luis Arana, el hermano m¨¢s loco de los dos y el c¨ªnico). Esas fintas recuerdan a Ibarretxe cuando distingue entre 'pacto de libre asociaci¨®n' y 'Estado libre asociado'. Palabras. Dec¨ªa Wittgenstein que la verdadera gram¨¢tica proh¨ªbe establecer distinciones o cuestiones sin sentido, el lenguaje debe hacerse eco del flujo de la vida. Aqu¨ª no ocurre eso. Son esos que luego se quejar¨¢n de que no se puede opinar m¨¢s all¨¢ de las ortodoxias. Es bueno hablar claro en los momentos duros o ambiguos. Lo otro, son trampas de diletante.
Mientras las empresas hacen planes para invertir m¨¢s all¨¢ del Ebro o trasladar su sede social, mientras unos se ilusionan (para acabar frustrados) y los otros comienzan a percibirse sojuzgados, mientras todos perdemos oportunidades, es momento de llamar al pan, pan. Y de que cada cual aguante su palo en las pr¨®ximas elecciones.
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