El pecado y la gracia
Tras renunciar a una brillante carrera period¨ªstica en The Times y publicar sus primeras obras como escritor independiente, Graham Greene viaj¨® en 1938 por el M¨¦xico posrevolucionario presidido ya por L¨¢zaro C¨¢rdenas. Todav¨ªa eran visibles las cicatrices de la violenta represi¨®n lanzada desde el Gobierno durante la segunda mitad de la d¨¦cada de los veinte para sofocar el levantamiento campesino -la cristiada- contra la aplicaci¨®n de las medidas limitadoras del poder de la Iglesia cat¨®lica previstas por la Constituci¨®n de 1917. La pol¨ªtica 'desfanatizadora' de la Revoluci¨®n mexicana, heredera del esp¨ªritu anticlerical de la Reforma de 1857, tuvo diferente intensidad y radicalidad en los distintos Estados; seg¨²n cuenta Enrique Krauze en Biograf¨ªa del poder (Tusquets, 1997), el gobernador de Tabasco, Tom¨¢s Garrido Canabal, sol¨ªa saludar a sus guardias con la consigna 'Dios no existe'.
En cualquier caso, el saldo de muerte y violencia registrado en la persecuci¨®n de ese movimiento de compleja naturaleza durante la presidencia oficial de Plutarco El¨ªas Calles y su encubierta prolongaci¨®n bajo el maximato fue elevad¨ªsimo; antes del arreglo con Roma de 1929, llegaron a estar alzados en armas cincuenta mil cristeros (con el grito de guerra de '?Viva Cristo Rey y viva la Virgen de Guadalupe!'). La esc¨¦ptica reflexi¨®n de L¨¢zaro C¨¢rdenas sobre sus experiencias represivas como gobernador de Michoac¨¢n entre 1928 y 1932 esclarece los motivos de las posteriores medidas apaciguadoras: 'Me cans¨¦ de cerrar iglesias y de encontrar siempre templos llenos'.
El poder y la gloria se nutre en buena medida de las informaciones recogidas por Graham Greene durante su recorrido por M¨¦xico y transcritas en su libro de viajes The lawless road. Pero esa dram¨¢tica experiencia no sirvi¨® de material anecd¨®tico para un reportaje novelado, sino de referencia hist¨®rica para un relato plenamente aut¨®nomo en t¨¦rminos literarios. El trasfondo de la novela remite a los misterios teol¨®gicos de los dogmas cristianos como el pecado o la gracia y a los conflictos morales b¨¢sicos de la condici¨®n humana como la traici¨®n o el altruismo: unos temas centrales para un escritor educado en el calvinismo y convertido al catolicismo que fue mirado siempre con desconfianza por el Vaticano. Los lectores de Graham Greene (cuyo nombre figura en el listado de los errores por omisi¨®n cometidos por el jurado sueco que le neg¨® obstinadamente el Premio Nobel) de todos los pa¨ªses y creencias saben, sin embargo, que esta novela -seguramente la mas c¨¦lebre de su extensa bibliograf¨ªa- y otras narraciones emparentadas por un com¨²n aire religioso no aspiraron nunca a ser una versi¨®n modernizada de los autos sacramentales animados por las virtudes y los vicios en el papel de actores.
El desgarrado protagonista de El poder y la gloria es un sacerdote alcoholizado que contin¨²a ejerciendo su ministerio clandestinamente en un Estado de la costa atl¨¢ntica mexicana -a la espera de cruzar la frontera hacia tierras menos intolerantes- mientras la polic¨ªa sigue de cerca sus pasos para detenerlo y ajusticiarlo. La turbadora conciencia de vivir en pecado -durante su interminable fuga ha sido padre de una ni?a- no le impide desafiar una y otra vez a la muerte para celebrar misa, confesar y dar de comulgar a los fieles de las comunidades campesinas que hab¨ªan sido abandonados por sus atemorizados pastores. En torno a esa dram¨¢tica figura gira un amplio grupo de personajes dotados de perfiles originales, rasgos propios y caracteres singulares. No falta un cura que ha hecho la paz por separado con las autoridades revolucionarias y ha cambiado los peligros del apostolado por las seguridades de la alcoba matrimonial. El ingl¨¦s que mantiene la enso?aci¨®n del regreso mientras saca muelas en un peque?o pueblo costero, la familia brit¨¢nica que arrastra su desolaci¨®n en una plantaci¨®n bananera, el bandido gringo reclamado bajo precio en los carteles y el alem¨¢n luterano que se hab¨ªa exiliado para no hacer el servicio militar son a la vez el contrapunto ex¨®tico de un mundo rural situado al margen de la historia y la mirada del otro sobre esa realidad aparentemente inm¨®vil de las peque?as ciudades y de las aldeas habitadas mayoritariamente por ind¨ªgenas y mestizos resignados y sufrientes.
En este relato sacrificial de persecuci¨®n, muerte y expiaci¨®n ocupan un espacio relevante los dos verdugos del cura del aguardiente. De un lado, el inquietante mestizo de solitarios colmillos ('como pertenecientes a especies extinguidas de animales') que trata por dos veces -la segunda con ¨¦xito- de entregar al sacerdote para cobrar la recompensa; de otro, el teniente de la polic¨ªa movido en su acci¨®n represora no por el odio o la crueldad, sino por el ideal secular de un mundo sin dioses. El acosado sacerdote, abrumado por la carga de sus pecados y deseoso de hallar la redenci¨®n en el martirio, se dirigir¨¢ finalmente de forma consciente hacia una trampa tendida conjuntamente por las pulsiones de la maldad humana y por el doctrinarismo de la pasi¨®n revolucionaria.
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