Dromedarios en llamas
Uno. Carles Santos, nuestro freak m¨¢s glorioso e internacional, el SuperPumby del piano, sigue so?ando: ojos desvelados, manos son¨¢mbulas sobre el teclado, m¨²sica que resuena en esa otra calle donde 's¨®lo es real la niebla'. Esta vez -Sama Samaruck Suck Suck-, Santos ha so?ado con un circo en la ¨®pera o con una ¨®pera en el circo: Teatro bajo la Arena, en todo caso, como ped¨ªa Lorca. Santos vuelve a la ¨®pera, pero sin las dilataciones let¨¢rgicas ni las solemnidades de Asdr¨²bila (1992) o Figasantos Fagotrop (1996). Concentraci¨®n, fulguraci¨®n, hop, hop, presto prest¨ªsimo: una hora y diez minutos. Imaginaci¨®n desbordada y sin tregua, energ¨ªa esquizofr¨¦nica, belleza inesperada, arrebatos l¨ªricos sin gota de grasa. Estamos ante el sue?o de un circo imposible o de una ¨®pera trapezoidal: un poliedro de l¨ªneas dementes, como las del gabinete de Caligari, trazadas y sostenidas por tres cantantes y ocho artistas de circo; un juego de tensiones entre tierra y cielo, entre embestidas cacof¨®nicas y calma mel¨®dica. Cantantes que desaf¨ªan al v¨¦rtigo, al M¨¢s Dif¨ªcil Todav¨ªa; que huyen, literalmente, de la gravedad; artistas de circo que hundir¨¢n la testa en las peligros¨ªsimas fauces de la m¨²sica 'de vanguardia' con el riesgo de que un Do Mayor les devore o un agudo les taladre.
Dos. Les cuento la funci¨®n. Oscuridad. Luz s¨²bita, afilada, circense. Pr¨®logo: un ¨¢ngel salta hacia lo hondo. Su cord¨®n umbilical es una goma el¨¢stica, que le propulsa de nuevo, visto y no visto, al cielo de la carpa, mientras una cascada de platillos mima la estela de su ca¨ªda como el fantasma de una trenza rub¨ªsima. M¨²sica de tormenta: fanfarria enfebrecida, percusiones tronantes. Hay dos presentadores que recitan en franc¨¦s raciniano: Adonala-Naladona (Olga Riis), una dama palindr¨®mica y antipodista, es decir, que tiene la cabeza en los pies, y Ressorgit (Vicent Rebours), el Ariel de la troupe, un acr¨®bata imantado al techo y al¨¦rgico a los entresuelos. Tambi¨¦n contamos con la sin par contorsionista Marruda (?ngela Laurier), una Mujer Ara?a vestida de Musidora: la veremos cabalgar sobre el lomo de Culatre (Antonio Comas), un tenorazo atrapado en su red y obligado a cantar bajo su peso, estampa sadomaso que Stanton no hubiera desde?ado. Poco m¨¢s tarde (y tambi¨¦n en franc¨¦s), Culatre le contar¨¢ a su esposa Duranga lo que entrevi¨® durante su er¨®tica asfixia: el perfil de un malabarista cuyas naranjas ascend¨ªan en vez de caer, un ciclista danzando una espiral obsesiva, y los espectros de seis dromedarios en llamas, no necesariamente en este orden. Por supuesto, Duranga (Claudia Schneider, mezzosoprano walkiria) se enfada una barbaridad y pega tales saltos de rabia que es sorbida hacia lo alto del abismo, met¨¢fora perfecta de su glissando parox¨ªstico, y es entonces cuando comprendemos el sentido de la trenza rub¨ªsima que se desmelen¨® en el pr¨®logo. Pero no hay tiempo para reflexiones, porque una bicicleta refulgente baja por las escaleras a toda mecha (andante con moto), brillando como s¨®lo brillan las bicicletas de circo, y caemos en el ojo del hurac¨¢n, donde el violinista solitario que dorm¨ªa en el pobre coraz¨®n de Culatre toca un adagio elegiaco, como todos los adagios de circo, mientras una bola blanca danza -ahora sobre su frente, ahora sobre su hombro- como una mol¨¦cula vagabunda. Entretanto, no muy lejos de all¨ª, la Doctora Rumball, afamada psiquiatra con fobia a los trapecios (Mariona Castelar, contralto), se enfrenta -entrada de clowns- a un Budista Rebotante (Pascal Sogny) que odia la m¨²sica dodecaf¨®nica, en una sesi¨®n que sustituye, con aprovechamiento, el div¨¢n por la cama el¨¢stica.
Tres. Para celebrar la liberaci¨®n de tan ancestrales temores, un teclado gigante se despliega por la pista como una alfombra de bienvenida, y los cantantes expresan su j¨²bilo zapateando sobre las falsas notas, mientras Carles Santos se aparece a los gentiles y toca desde la otra calle del sue?o con la sonrisa de un gato de Cheshire amamantado en Vinaroz. En el mejor estilo de Famosas en la intimidad, la Mujer Ara?a nos muestra luego su nacarado living-room en el interior de una gigantesca caracola, y se contorsiona como un sacacorchos el¨¦ctrico en una danza muy aplaudida por el p¨²blico masculino, que da rienda suelta a sus m¨¢s retorcidas fantas¨ªas. Ofendid¨ªsimo, Ariel trepa por las paredes del teatro a manos desnudas, buscando la salida mientras increpa (en franc¨¦s) a los l¨²bricos varones. Ajenos a todo esto, Culatre y Duranga se reconcilian a viva voz. Dos trapecios caen de lo alto; la pareja se encarama y asciende lentamente, sin dejar de cantarse mutuas alabanzas. Esperamos una sacudida, un balanceo letal, pero la m¨²sica marca el ritmo de una lev¨ªsima libraci¨®n que, como ustedes bien saben, es (gentileza de don Julio Casares) la oscilaci¨®n que efect¨²a un cuerpo separado de su posici¨®n de equilibrio hasta recuperarlo poco a poco. P¨²dicas, las luces se apagan. Fin de Sama Samaruck Suck Suck. Grandes aplausos y vuelta al ruedo.
PD. SSSS se estren¨® el pasado abril en La Villete de Par¨ªs. Ahora comienza gira por Espa?a, llegar¨¢ a Sevilla el 8 y 9 de noviembre, y recalar¨¢ en Madrid -Festival de Oto?o- del 15 al 17. No se lo pierdan.
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