Peque?os placeres de Orvieto

En la verde Umbr¨ªa, Orvieto tiene una situaci¨®n privilegiada: sobre una peque?a meseta volc¨¢nica de 350 metros de altura, domina el terreno que la circunda, por el que corre el Paglia, afluente del T¨ªber. Desde San Giovenale, con frescos de los siglos XV y XVI, en el extremo noroeste de la roca, se goza de buenas vistas de la campi?a; tambi¨¦n, al sur, desde el aparcamiento al aire libre cerca de la catedral, donde, entre colinas, bosquecillos y campos cultivados, destaca por su torre¨®n la abad¨ªa de los Santos Severo y Martirio; o al noreste, desde el parquecito vecino al pozo de San Patricio. En el centro se puede subir a la torre del Moro, cerca del hermoso palacio medieval del Popolo, y posar los ojos sobre el casco hist¨®rico, muy bien conservado, con casas, iglesias y palacios en los que predominan la piedra marr¨®n y la teja, y abundan las enredaderas y las macetas con flores.

Despu¨¦s de su pasado etrusco y lombardo, y su independencia como ciudad-estado, Orvieto perteneci¨® entre 1420 y 1860 a los Estados Pontificios. Hoy se ha unido al movimiento de las 'ciudades lentas', enemigas del coche, del ruido, de la globalizaci¨®n y del turismo masivo

En las Slow Cities se cultivan las tradiciones, pero tambi¨¦n se fomenta la experimentaci¨®n tecnol¨®gica de energ¨ªas renovables y nuevos modelos de explotaci¨®n tur¨ªstica

Tras su pasado etrusco y lombardo, y su independencia como ciudad-estado, la urbs vetus (ciudad vieja) perteneci¨® entre 1420 y 1860 a los Estados Pontificios. Hoy se ha unido al movimiento de las ciudades lentas, enemigas del coche, del ruido, de la globalizaci¨®n, del turismo masivo, y amigas de lo que supuestamente est¨¢ en el otro lado; por ejemplo, la comida tradicional. La cer¨¢mica y el vino son algunos de los principales productos de Orvieto, como se deduce por el gran n¨²mero de establecimientos dedicados a su venta.

Las ra¨ªces etruscas se pueden rastrear en la necr¨®polis del Tufo, en las afueras; en los pozos; en el peque?o Museo Arqueol¨®gico, en el que hay frescos de dos tumbas, no excesivamente bien conservados, pero que -al contrario de lo que ocurre en Tarquinia- se pueden observar desde cerca, o en el Museo Civico y el Claudio Faina, con multitud de piezas, entre ellas vasijas, acr¨®teras y adornos de terracota policromados, sarc¨®fagos, la espeluznante cabeza de una gorgona mostrando la lengua y los colmillos, o un cipo con la cabeza de un guerrero que muy bien podr¨ªa haber inspirado al inefable Botero... Tambi¨¦n, en San Lorenzo di Arari, peque?a iglesia del siglo XIII con frescos del santo quemado en una parrilla: el altar es una losa de sacrificios etrusca.

Ciudad subterr¨¢nea

Merecen verse la iglesia de Santo Domingo, con el sepulcro del cardenal De Braye, labrado por Arnolfo di Cambio; la ciudad subterr¨¢nea (Parco delle Grotte), galer¨ªas excavadas en la blanda toba desde ¨¦poca etrusca, y el pozo de San Patricio. Tras el saqueo de Roma en 1527, Clemente VII se refugi¨® en Orvieto, y, previniendo un asedio, mand¨® excavar este pozo, de 53,50 metros de profundidad y 13,40 de di¨¢metro. El arquitecto Antonio de Sangallo ide¨® una doble rampa, para que los asnos que bajaban con los odres vac¨ªos no se cruzaran con los que sub¨ªan con agua. Los huecos de las paredes sirven para iluminar y ventilar, y la vista, tanto desde abajo como desde arriba, es vertiginosa.

En la plaza del Duomo (donde se hallan, adem¨¢s, una peque?a torre del reloj, los palacios dell'Opera del Duomo, Faina y el de los Papas, del siglo XIII) se alza su mayor atracci¨®n tur¨ªstica, la catedral. Terminada en 1580, se empez¨® en 1290, como celebraci¨®n del milagro de la hostia sangrante de la vecina Bolsena, y durante el siglo XIV se construyeron las partes m¨¢s importantes. La alternancia de hileras de travertino blanco y basalto gris oscuro hacen pensar en una catedral prisionera, o, en un pa¨ªs loco por el f¨²tbol, en su club m¨¢s laureado, la Juve. Su fachada, debida a Lorenzo Maitane, de finales del XIII, es una de las maravillas del g¨®tico italiano, una armoniosa composici¨®n de tri¨¢ngulos y agujas. Con sus relieves de principios del XIV, del mismo Maitani, de tem¨¢tica b¨ªblica, y sus mosaicos, es un colorido ejemplo de horror vacui, aunque de exquisito gusto. Las puertas de bronce son del siglo XX, de Emilio Greco. Mucho m¨¢s que ¨¦stas me gustaron las grandes figuras, del mismo material, del Hombre, el ?guila, el Toro y el Le¨®n, representaci¨®n de los cuatro evangelistas, que sobresalen de la fachada. El duomo es tan bonito que vale la pena comer al aire libre en la plaza, dejando de lado el temor a caer en un sitio demasiado tur¨ªstico.

Frescos

En el magn¨ªfico interior, donde se repite el hermoso juego de las bandas blancas y negras, de los muros y pilares acebrados, destaca la capilla de San Brizio, con los frescos de Lucca Signorelli de El juicio final (1499-1504), de brillantes tonos y atrevidos escorzos. Enfrente, en el otro brazo de la cruz latina, se halla la capilla del Sant¨ªsimo Sacramento, con frescos trecentistas sobre el milagro de Bolsena. Aunque no tan famosos, me resultaron m¨¢s sugerentes y menos afectados.

Visit¨¦ Orvieto rodeado de gente con camisetas, gorras y pa?uelos rosas. Pens¨¦ en un primer momento que la ciudad se abr¨ªa generosamente a las reivindicaciones gays. Subiendo por Corso Cavour, no supe c¨®mo interpretar la elecci¨®n de un jabal¨ª, a la puerta de una taberna, para tal fin: gafas de sol, camiseta rosa y gorra del mismo color. Al poco, estruendo y barullo, polic¨ªas, calles cortadas, coches con altavoces que ofrec¨ªan una maglia rosa, una radio y un pa?uelo o una gorra, 'Soltanto 5 euros, ?non ¨¦ fantastico?'. Ciudad lenta en 1999, desde 1979 no finalizaba una etapa del Giro en Orvieto: curiosa manera de evitar el turismo masivo. Mi jornada termin¨® presenciando, junto a la entrada al funicular, la sorprendente victoria al esprint de un ciclista espa?ol, Gonz¨¢lez Jim¨¦nez. Tambi¨¦n aqu¨ª se puede ir muy r¨¢pido.

He olvidado el rostro de las dos bellas azafatas que besaron al vencedor de la etapa. En cambio, la imagen del duomo permanece, intacta, en mi memoria.