Fukuyama y 'Piol¨ªn'
Hace m¨¢s de una d¨¦cada que el economista norteamericano de origen japon¨¦s, Francis Fukuyama, alert¨® sobre el fin de la historia y esboz¨® sus visiones de un futuro poshumano. En 1989 hab¨ªa escrito un art¨ªculo que dar¨ªa origen al libro El fin de la historia y el ¨²ltimo hombre, donde se afirmaba que la ca¨ªda del comunismo y el triunfo de las democracias liberales marcaban el comienzo de la 'etapa final'. Llegados a tal punto, no habr¨ªa lugar para m¨¢s batallas ideol¨®gicas: la historia hab¨ªa terminado y ese final significar¨ªa, al tiempo, el fin de las guerras y de las batallas sangrientas. Los hombres se dedicar¨ªan, pues, a satisfacer sus necesidades a trav¨¦s de la actividad econ¨®mica. Para Fukuyama, la direcci¨®n que la humanidad ven¨ªa buscando a lo largo de su historia hab¨ªa alcanzado un objetivo certero: la democracia liberal como forma ideal de gobierno. Naturalmente, Estados Unidos representaba para el orbe ese deseable modelo de esperanzada agon¨ªa: la muerte promet¨ªa una confortable eternidad.
Aunque dotadas del atractivo de la provocaci¨®n y de un brillo adecuado al caldo medi¨¢tico de los noventa, muy pronto las teor¨ªas del hombre de Chicago vinieron a verse, m¨¢s bien, como una nueva falacia imperialista de corte posmoderno. Los acontecimientos del 11-S obligaron despu¨¦s a Fukuyama a reconocer a un nuevo enemigo, que el profesor describe como 'fascismo isl¨¢mico'. Fiel a su l¨ªnea terminal, pronostica entonces un nuevo fin: el del tecnoliberalismo. Fiel a su l¨ªnea err¨¢tica, esboza un futuro a medio plazo sin expansi¨®n comercial y sin inversiones. En contra de sus antiguas previsiones, no s¨®lo no ha muerto la historia, sino que a los EE UU, adalid de aquella nueva era, la vida le va regular. Lo que est¨¢ sucediendo ahora en el Parque de la Warner de Madrid no es m¨¢s que un ejemplo, a escala de colonia, de que la historia no se acaba as¨ª como as¨ª, pero da tumbos. El reciente ataque a Piol¨ªn es un punto de inflexi¨®n preocupante y revelador. Se ve¨ªa venir, desde luego. Se hab¨ªa intentado minimizar la importancia de aquella revuelta popular que acompa?¨® a la prepotencia sin autoan¨¢lis en la inauguraci¨®n del parque norteamericano. Tambi¨¦n hab¨ªa habido apagones y, unos d¨ªas antes del ataque al famoso canario encarnado en una chica, el pueblo se qued¨® colgado boca abajo como de esa monta?a rusa y borgiana que es el azar. El imperio tiene problemas.
Por su parte, y en la l¨ªnea m¨¢s hardcore de David Delf¨ªn, tan in, la chica que Piol¨ªn lleva dentro apenas puede ver ni coordinar sus movimientos. Cuando pasea por el parque saludando, con el Piol¨ªn que hay fuera de ella, a sus amiguitos, tiene que ir acompa?ada de un 'acomodador' que controle sus pasos. Pero el otro d¨ªa Piol¨ªn y la chica estaban solos porque la jornada laboral les tocaba a las puertas de La casa de la abuelita, y de ah¨ª no se tienen que mover. Y como ni Piol¨ªn ni la chica pueden hablar desde dentro de s¨ª, sus gritos no se o¨ªan cuando les zarandearon y les pegaron los del colegio. Porque lo que ha sucedido en el Parque Warner de San Mart¨ªn de la Vega es la demostraci¨®n de que Silvestre, el gato callejero, el comunista, el negro, el eterno enemigo, no es sino un guisante inc¨®modo en la cama de Piol¨ªn. A Piol¨ªn lo han atacado dos rubios adolescentes angloparlantes de intercambio escolar en Madrid. Sab¨ªan que hab¨ªa una chica dentro. As¨ª que los que no respetaron a Piol¨ªn ni a la chica que lleva dentro son dos chavales de las aulas de Blair, el colega de Bush. El imperio tiene al enemigo dentro.
Decidieron no denunciar. Los monitores que acompa?aban a los agresores, los 'acomodadores' que vigilaban a nuestros cachorros y cuyo destino est¨¢ estad¨ªsticamente abocado a la depresi¨®n, insist¨ªan en ello. Pero los Warner dijeron que era un incidente m¨ªnimo: Piol¨ªn ya no tendr¨¢ que huir de los lindos Silvestres, sino de sus patronos. A escala simb¨®lica, el Parque Warner es al ocio lo que la base de Torrej¨®n fue a lo militar: un destacamento a desmantelar. Si Fukuyama tomara al Parque Warner como objeto de honesto an¨¢lisis econ¨®mico, es decir, pol¨ªtico, y extrapolara los s¨ªntomas de su resquebrajamiento a la convulsi¨®n que hace temblar a las democracias liberales controladas por el 'acomodador' que es su imperio, concluir¨ªa que los del comando Irak nos est¨¢n contagiando de algo ideol¨®gicamente maligno que huye en furgoneta blanca o agrede a Piol¨ªn en San Mart¨ªn de la Guerra, digo de la Vega. Saludos a Silvestre.
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