La revoluci¨®n de los ni?os
Detr¨¢s de nuestro espont¨¢neo amor por los ni?os, ahora que son tan caros de ver y de tener, se oculta una sutil hipocres¨ªa. Envolvemos la infancia con una ret¨®rica sentimental y un cuidado protector para ser gente sensible y responsable, pero el trato que recibe de los adultos a diario revela a menudo un desconocimiento, una soberbia y un comportamiento nocivo. Eso s¨ª, con la mejor intenci¨®n del mundo, pues no he de referirme hoy a los abundantes casos de maltrato f¨ªsico o ps¨ªquico, incluidos los genocidios econ¨®micos y militares por parte de pa¨ªses civilizados en amplias ¨¢reas de la actual globalizaci¨®n.
Aunque sabemos algunas cosas de la psicolog¨ªa del beb¨¦ gracias a Melanie Klein y es ya un t¨®pico que los traumas infantiles marcan negativamente la vida posterior, no hemos logrado impedir que un inocente lleno de gracia y sonrisa encantadora llegue a violador, asesino o estafador compulsivo o se haga famoso con el nombre de Hitler, Stalin, Franco o... Si el origen de tanta conducta inhumana est¨¢ en la ni?ez, ?no deber¨ªamos saber m¨¢s y mejor del ser humano en sus inicios y tratarlo como necesita y merece para no destruir el potencial positivo que atesora?
Los ni?os, dec¨ªa Lenin, nacen incultos, pero no tontos. Los humanos nacemos con una poderosa inteligencia, una m¨¢quina cerebral superpotente y reci¨¦n estrenada. Seg¨²n Chomsky, traemos un chip, coherente y arm¨®nico, de lenguaje universal, en el que Jung inclu¨ªa los arquetipos ps¨ªquicos, el mundo simb¨®lico que nos vincula al Universo y a su trascendencia original. El ni?o porta una sabidur¨ªa innata, pero sufre desde el seno materno las mutilaciones y ataques de una cultura que ignora tal sabidur¨ªa porque empieza por no creer que exista. El ni?o ser¨ªa un inmaduro nato. Por eso hay que educarlo (conducirlo) hasta la plenitud madura del adulto. ?Qu¨¦ craso error ignorante!
'Eres un ni?o' me dicen para denunciar mi inmadurez o regresi¨®n a un estadio considerado inferior e impropio de mi edad. Tambi¨¦n el psicoan¨¢lisis freudiano considera la infancia como algo primitivo, silvestre y enfermo de quimeras, que debe someterse a la ley social de la realidad si ha de alcanzar el debido desarrollo. Lo mismo creemos de los pueblos subdesarrollados en relaci¨®n con nuestra modernidad tecnol¨®gica, olvidando que esos pueblos ni?os hace siglos que nos aventajan con su inteligencia natural, con su integraci¨®n psicosom¨¢tica, tan opuesta a la esquizofrenia cartesiana que nuestra burda y trivial civilizaci¨®n ha inflingido durante doce generaciones a los ni?os euroamericanos.
La frase reveladora de 'come y calla', dicha al ni?o por sus padres y al pueblo por el dictador paternalista que incita al consumo enajenante indica ese temor de perder la supuesta superioridad del adulto frente a la sabidur¨ªa del ni?o. Ya en lat¨ªn, infans significaba el que no habla. ?Se llega a adulto a trav¨¦s del mutismo? La etimolog¨ªa equipara adultum a crecido, pero tambi¨¦n a evaporado y corrompido. ?Es forzoso que, para crecer, se esfume lo mejor de nosotros o se adultere? Tremenda contradicci¨®n que, sin necesidad de mitificar al ni?o como al 'buen salvaje' de Juan Jacobo Rousseau, debiera preocupar hondamente a padres, maestros y psic¨®logos, sino a la sociedad entera. El principal motivo ¨ªntimo de mi jubilaci¨®n anticipada como profesor ha sido la invencible tristeza ante una juventud que ha sido mutilada en sus dotes naturales por el trato familiar, la escuela y el impacto destructor de una cultura televisiva y comercializada desde la ra¨ªces. A esa juventud le han arrebatado la imaginaci¨®n creadora, la espiritualidad, el libre pensamiento y tantos otros dones que tra¨ªan al nacer. Los han educado, los han conducido como borregos para ser borregos adultos.
Todo esto que digo exige una revoluci¨®n, la que los ni?os encarnan por ellos mismos con su existencia. La que exigen, mudos, con su derecho humano fundamental a no ser tratados, paternal y desde?osamente, como ni?os, sino como personas mayores de edad profunda, que tienen una inteligencia y una sensibilidad tan grandes como intactas y puras, es decir, en mejores condiciones que las nuestras, pues tambi¨¦n fuimos mutilados cuando ni?os. Esa revoluci¨®n ser¨¢ la nuestra si adaptamos nuestro sistema de vida y de creencias a lo humano inc¨®lume que hay en la ni?ez y no al rev¨¦s; si aceptamos su propio sentido com¨²n, su esp¨ªritu de justicia, su agudeza psicol¨®gica, su mensaje de que el misterio es razonable. As¨ª romper¨ªamos el vicios¨ªsimo c¨ªrculo que nos atenaza a ambos, pues, al ser nosotros su peor ejemplo, les contagiamos nuestros defectos y errores y, en su trasparencia de alma, nos los reflejan hasta que les rompemos el alma de cristal llenos de rabia desesperada. Se abre as¨ª la espiral educativa que el ni?o adulterado prolongar¨¢ con sus descendientes. He ah¨ª el ¨²nico pecado original a trav¨¦s de las generaciones.
La revoluci¨®n de los ni?os ser¨¢ la de mayor radicalidad en la historia humana porque supondr¨¢ el restablecimiento del don mismo que es la humanidad. Si revoluci¨®n equivale a vuelta al punto de partida,tal punto es la infancia misma y el modo de llegar a ¨¦l s¨®lo puede ser comenzar por descubrir, respetar y admirar, sigui¨¦ndolo, al ni?o que llevamos dentro, y, si ha muerto, resucitarlo, para que hable, se identifique y juegue con los ni?os vivos que encontremos y aprenda de ellos lo que le hab¨ªan obligado a olvidar. 'Si no os volv¨¦is ni?os, no entrar¨¦is en el reino del esp¨ªritu' asegur¨® el profeta de Nazareth. Cu¨¢ntos poetas y artistas geniales, fil¨®sofos sabios, acendrados cient¨ªficos y m¨ªsticos han sido, ante todo, ni?os eternos, puros pueri sin adulterar.
J. A. Gonz¨¢lez Casanova es catedr¨¢tico jubilado de la Universidad de Barcelona.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.