Mand¨ªbula de cristal
Aseguran que sus canciones sonaban terape¨²ticas tras el trauma del 11-S. Lo cierto es que Alicia Keys ya estaba funcionando antes de aquella fecha pero algo ayud¨® la incertidumbre de aquellas semanas: con Songs in A minor, tom¨® por asalto las listas de medio planeta gracias a su belleza t¨ªmida, la sugerencia de un talento generoso y la libertad con que se mov¨ªa por un campo musical -el moderno R & B- que suele desenvolverse dentro de camisas de fuerza.
Vino entonces por Espa?a en gira promocional, haciendo en emisoras algunas canciones en peque?o formato. Vuelve ahora con la banda completa y y¨¦ndose al otro extremo. El asunto es que, a partir de un ¨²nico disco y con el a?adido de algunas versiones, Alicia Keys pretende llenar dos horas de concierto. Una audacia que se salda con un show m¨¢s que irregular, con algunos tiempos muertos y demasiados rellenos.
Alicia Keys
Concierto de Alicia Keys (piano, voz) m¨¢s banda. Palacio Municipal de Congresos del Campo de las Naciones. Entradas: 45 y 80 euros. Madrid, 20 de octubre.
Tras una introducci¨®n rimbombante, sale Alicia en plan diva del R & B, gritando '?Madriiiid!' y asegurando que est¨¢ enormente feliz de estar en Espa?a, que esta noche es especial, que somos su familia y dem¨¢s t¨®picos habituales. Falsa sinceridad o sincera falsedad, Alicia tiene en la palma de su mano a un p¨²blico amante de lo urban, que no suele tener la oportunidad de ver en vivo a sus artistas y que ha pagado caro el lujo de disfrutar de la nueva reina del soul en un recinto para 1.800 personas. Un p¨²blico que celebra sus interminables parrafadas de mano-en-el-coraz¨®n y cualquier destello de dedos pian¨ªsticos.
Est¨¢ respaldada por siete m¨²sicos, tres coristas, un dj y un simp¨¢tico rapper. La t¨ªpica agrupaci¨®n s¨®lida aunque sin genialidad, al servicio de una estrella que sabe moverse pero que ha ensayado excesivamente ante el espejo (la espontaneidad, bajo cero). Todo est¨¢ tan engrasado que pasan desapercibidos los operarios que cambian del piano el¨¦ctrico al piano de cola al piano de media cola y vuelta a empezar.
El magnetismo de Keys no consigue disimular la endeble consistencia de parte del repertorio. Hasta una joya menor de Prince, How come U don't call me anymore, se estira y se estira, con absurdas paradas, solos ululantes de los tres coristas y un gag final con cabina telef¨®nica incluida. Tampoco est¨¢ resuelto el bloque sola ante el piano, con la obligada exhibici¨®n middlebrow de sus estudios de partituras cl¨¢sicas. Interpretar un racimo de canciones tibias con teclado es un capricho que s¨®lo se pueden permitir se?oras cabreadas como Aretha Franklin o Nina Simone. Con asombrosa insensibilidad, al segmento confesional sigue una alborotada rumba cubana. Todo bastante disparatado. Disparate es reservar el material m¨¢s memorable -Girlfriend, Fallin- para el tramo final. Alicia Keys todav¨ªa no es m¨¢s que un peso pluma del soul. Deber¨ªa cambiar de entrenador antes de que se descubra que, pese a su pegada, tiene la mand¨ªbula de cristal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.