El Madrid muestra su peor cat¨¢logo
El d¨¦bil AEK empata en el segundo tiempo gracias a las innumerables concesiones del equipo madridista
El Madrid amarg¨® la noche a su hinchada y a McManaman, que se estir¨® por un d¨ªa y marc¨® dos goles en el primer tiempo. No sirvieron de nada porque el AEK empat¨® en la segunda parte, sorprendente novedad en la Copa de Europa, donde el Madrid se quita como moscas esta clase de equipitos. El ¨²nico m¨¦rito de los griegos fue su resistencia a aceptar una derrota que parec¨ªa inapelable. En realidad, le dejaron resistir.
El Madrid sac¨® su cat¨¢logo de defectos y permiti¨® el empate, muy mal recibido por la hinchada, que ven¨ªa avisada despu¨¦s del fiasco en El Sardinero.
REAL MADRID 2| AEK DE ATENAS 2
Real Madrid: Casillas; M¨ªchel Salgado, Hierro, Helguera, Roberto Carlos (Ra¨²l Bravo, m. 75); Cambiasso, Celades; McManaman (Mi?ambres, m. 83), Guti, Zidane (Solari, m. 60); y Ronaldo. AEK Atenas: Hiotis; Kostenoglu, Wright, Kapsis, Georgatos (Centeno, m. 69); Lakis, Katsuranis, Zagorakis, Kassapis; Tsartas (Maladenis, m. 55) y Nikolaidis (Ivic, m. 55). Goles: 1-0. M. 24. McManaman, a pase de Cambiasso. 2-0. M. 43. Ronaldo hace la bicicleta ante los centrales griegos y env¨ªa a McManaman, que marca. 2-1. M. 74. Katsuranis cabecea sin oposici¨®n un c¨®rner. 2-2. M. 86. Contraataque del AEK que culmina Centeno. Arbitro: Herbert Fandel (Alemania). Amonesto a Roberto Carlos, Georgatos y Zagorakis. Unos 40.000 espectadores.
Antes de que el partido diera un giro inesperado, la noche estuvo protagonizada por Steve McManaman, alias Macca, uno de esos jugadores que, hagan lo que hagan, despiertan la simpat¨ªa de la gente. Muchas veces no hace nada, pero la afici¨®n no se lo toma en cuenta. Es Macca, el chico ingl¨¦s de sonrisa perenne, un optimista que despierta el cari?o del personal, que lo tiene como un peluche. En realidad, Macca es un poco peluche: agradable, medio ornamental, buen compa?ero. No le pidan mucho m¨¢s. Por ejemplo, no le exijan que vaya a la guerra en esos campos de Dios, ni que levante la bandera en las tardes duras, cuando las cosas no funcionan y el equipo necesita gente de car¨¢cter. En esos partidos, suele borrarse o se vuelve de una banalidad insuperable. Pero la gente se lo perdona, lo olvida, le justifica, se siente satisfecha con cualquier cosilla. Y si son dos goles en un partido que parec¨ªa de mala muerte, resulta que Macca es Maradona, as¨ª de radical es el cari?o de los hinchas. Que lo diga Celades. Hace lo mismo que el jugador ingl¨¦s y no le quiere nadie.
Nunca acreditado como goleador, Macca marc¨® los dos primeros tantos del Madrid, lo que debe tomarse como una inversi¨®n. Siempre tiene cr¨¦dito en la grada, pero los goles a?aden un punto de prestigio a largo plazo. Sus dos goles fueron buenos. No espectaculares, pero con un apreciable punto de sutileza. El primer m¨¦rito radic¨® en su buen ojo para leer las dos jugadas. Lleg¨® desde atr¨¢s para sorprender en el ¨¢rea. Tambi¨¦n hay que valorarle en la definici¨®n, que no es precisamente su fuerte. Suele aturdirse cuando tiene que pensar, pero no fue el caso. En el primer tanto, desvi¨® con habilidad un centro de Cambiasso, el m¨¢s activo de los jugadores del Madrid. En el segundo tuvo el buen gusto de coronar una excelente jugada de Ronaldo, que record¨® los buenos tiempos y se fue de dos centrales con una bicicleta perfecta. No hizo m¨¢s Ronaldo, pero en eso no fue diferente a los dem¨¢s.
Excepto Cambiasso, que jug¨® con m¨¢s intensidad que precisi¨®n, y algunas carreras de Roberto Carlos, el Madrid funcion¨® a medio gas, convencido de que no hab¨ªa partido. Y no lo hubo hasta bien entrada la segunda parte, cuando comenzaron a aparecer los costurones de costumbre. Despistes defensivos, escaso trabajo colectivo, concesiones asombrosas. En una de ellas marc¨® Katsuranis el tanto del AEK, de cabeza, por supuesto. Tras un c¨®rner, c¨®mo no. Para esas cosas, el Madrid es una bicoca. Le tiran un centro y se arma un l¨ªo de impresi¨®n. Katsuranis cabece¨® sin ninguna oposici¨®n, medio sorprendido, porque all¨ª no hab¨ªa nadie para sujetarle. Estos regalos van en la paga del Madrid. Y al p¨²blico le llevan los demonios.
Lo que parec¨ªa un paseo se complic¨® cuando la gente comenz¨® a corear el nombre de Casillas. Era la se?al de que el portero estaba exigido por el contrario y que resolv¨ªa uno por uno los remates de los delanteros griegos, que llegaban extra?amente sueltos al ¨¢rea. El Madrid hab¨ªa cerrado el encuentro mucho antes y no andaba con ganas de perseguir a nadie. Del Bosque tambi¨¦n consider¨® lo mismo. Sustituy¨® a Zidane y Roberto Carlos. De las cinco figuras madridistas, s¨®lo permaneci¨® Ronaldo, que tiene que hacer ejercicio. Pero el gol de Katsuranis modific¨® el duelo. El Madrid no estaba en condiciones de regresar al partido y al AEK le dio un ataque de entusiasmo. Y del entusiasmo al gol no hubo mucha distancia. En una jugada que confirm¨® la incompetencia defensiva del Madrid, los griegos empataron ante el estupor de la hinchada. Del estupor al abucheo tampoco hay mucha distancia. As¨ª termin¨® una noche que parec¨ªa destinada a Macca. Pues no. Se la amargo su equipo.
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