Agust¨ªn vuelve a ver la luz
Un hombre que estuvo 26 a?os ciego recupera la vista tras una operaci¨®n
Agust¨ªn G¨®mez tiene tres nietos. Le hab¨ªan contado que eran guapos, pero no los conoc¨ªa porque hace 26 a?os un accidente de tr¨¢fico le arrebat¨® el sentido de la vista y casi de su existencia. Dicen que a veces se pon¨ªa triste porque cre¨ªa que nunca ver¨ªa sus rostros.
Se equivocaba. El equipo de oftalmolog¨ªa del hospital comarcal de V¨¦lez M¨¢laga le ha devuelto la visi¨®n y las esperanzas. Una operaci¨®n de cataratas le ha permitido recuperar la vista en su ojo izquierdo. 'En cuanto me den el alta, me opero el derecho', anticipa este hombre de 78 a?os que no acaba de salir de su asombro.
No es para menos. Desahuciado por oftam¨®logos p¨²blicos, privados y hasta por curanderos, la intervenci¨®n ha devuelto la alegr¨ªa a toda la familia. 'Nunca me hubiera figurado que ten¨ªa unos nietos tan preciosos', comenta con la voz todav¨ªa emocionada.
Y eso que la operaci¨®n fue hace el 16 de septiembre. Desde entonces, la casa de los G¨®mez, en V¨¦lez, es un trasiego constante. Amigos, familiares, periodistas.
'La operaci¨®n dur¨® 3,20', precisa el paciente. Cuenta tambi¨¦n que cuando le quitaron el parche, lo primero que vio fueron las manos del cirujano. Y despu¨¦s, a su hijo, tambi¨¦n llamado Antonio, que se ech¨® a llorar cuando le pregunt¨® si la furgoneta 'blanca' en la que hab¨ªa ido a recogerlo al hospital era suya. 'La intervenci¨®n le ha dado la vida a ¨¦l y a nosotros', comenta Conchi, su hija. Cuando Antonio perdi¨® la vista ella era una ni?a. Su padre la mira como si a¨²n no se lo creyera y dice: 'Ahora es una mujer...' No s¨®lo los hijos han cambiado. Tambi¨¦n el mundo. A Antonio le sorprende la televisi¨®n en colores.
Su hijo no para de agradecer los resultados de la operaci¨®n: 'A ¨¦l le han dado una vida nueva y a nosotros tambi¨¦n, porque antes ten¨ªamos que estar de lazarillos y ahora es independiente'. Aunque admite que todav¨ªa tienden a cogerlo del brazo. ?l se queja porque quiere ir a la tienda para echar una mano y no lo dejan. 'Si ya veo, no pasa nada', argumenta. Su mujer, Antonia Navas, no se f¨ªa, 'le vaya a pasar algo'.
En sus a?os mozos, Antonio trabaj¨® en una empresa el¨¦ctrica, en el campo y en obras. Hasta que aquel maldito accidente lo conden¨® a la ceguera y a vivir con 252 euros de pensi¨®n. Su casa es modesta, pero tiene las puertas abiertas de par en par. De las paredes cuelgan los cuadros de comuni¨®n de los hijos y los nietos.
Desde el min¨²sculo sal¨®n se ve a su esposa trajinar con las ollas, recoger los trapos y atender a los ni?os. 'Usted perdone, pero llevamos unos d¨ªas...', se excusa ella. Mientras, su hijo explica que fue al hospital porque necesitaba un expediente para tramitar la minusval¨ªa de su padre. Los m¨¦dicos le dijeron entonces que hab¨ªa una peque?a posibilidad de que su caso fuera operable. 'No ten¨ªamos muchas ilusiones, pero no hab¨ªa nada que perder', confiesa. Los hechos demuestran que, en cambio, ten¨ªa mucho que ganar.
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