Estr¨¦pito
Desde que tengo el G¨¹isper, esa baratija parecida a un aud¨ªfono, mi vida ha cambiado por completo. Ahora oigo los gritos de las v¨ªctimas. Ahora oigo el sonido de las bombas y a veces las ametralladoras. Incluso un solo tiro a muchos kil¨®metros de distancia, y el caer de un cuerpo. S¨ª, al principio me asust¨¦. Pens¨¦: 'Claro, el G¨¹isper'. Incluso cuando los l¨ªderes pol¨ªticos hablan de democracia, el G¨¹isper conectado a la m¨¢xima potencia me hace escuchar sus palabras como nunca antes las hab¨ªa o¨ªdo. Cuando todos se ponen a utilizar la democracia como un arma arrojadiza, uso el G¨¹isper para comprobar que, mediante gru?idos que van m¨¢s all¨¢ de sus entra?as, tal y como hace un ventr¨ªlocuo, el individuo en cuesti¨®n est¨¢ realmente emitiendo un mensaje muy diferente: 'No se aspira a la democracia. No hay ning¨²n principio moral v¨¢lido'.
Ya. Ya. Se lo he contado a un amigo psiquiatra y todav¨ªa no ha considerado oportuno ingresarme. Hemos hablado mucho de ello y hemos puesto en tela de juicio la palabra 'Moral', tan en desuso ¨²ltimamente. ?Qu¨¦ es moral? ?Acaso no hay muchas morales diferentes? ?Qu¨¦ escalofr¨ªo! Lo mismo ocurre con la palabra 'Democracia'. Algunos creen que es sin¨®nimo de Operaci¨®n Triunfo, o de Popstars, todo por un sue?o. En fin. Cosas de la terapia. Despu¨¦s de darle muchas vueltas al asunto, mi amigo me pregunt¨® si a¨²n llevaba puesto mi G¨¹isper. Claro, le dije. Entonces me insinu¨® si a veces no escuchaba voces. Yo le contest¨¦ que s¨ª. Que, a menudo, una voz interior me dec¨ªa: 'No pierdas el tiempo. Tira el televisor a la basura'. Yo ten¨ªa que luchar contra la tentaci¨®n, porque tampoco era cuesti¨®n de no enterarse de lo que pasaba en el mundo. Mi amigo el psiquiatra me confes¨® que a ¨¦l le pasaba lo mismo, y se fue corriendo a su casa a autopsicoanalizarse.
Aquella noche desconect¨¦ mi G¨¹isper. No estaba dispuesto a que me despertase un bombazo al otro lado del mundo, o a la misma vuelta de la esquina. No s¨¦ por qu¨¦, pens¨¦ que yo era de esos seres humanos que no deseaban o¨ªr ese tipo de cosas, aunque del o¨ªdo estuviese perfectamente y me gustase la m¨²sica. Por no escuchar, ni siquiera atender¨ªa a un lamento de gato por la calle. Porque no me digan que a veces no hay nada m¨¢s molesto que poder o¨ªr. Que no hay nada m¨¢s insufrible que la realidad de esos sonidos. No pensar¨¢n que es f¨¢cil soportar un llanto. No me dir¨¢n que es sencillo tener el o¨ªdo fino.
Lo mejor y m¨¢s recomendable en estos casos es conectar y desconectar el G¨¹isper a voluntad. Es como bajar y subir el volumen de la vida. ?A cu¨¢nto han ascendido las ventas del G¨¹isper? Se lo preguntar¨¦ a mi psiquiatra, que seguramente atiende al vendedor. El caso es que el estr¨¦pito de la vida es tal que nadie oye nada a pesar de todo. Y muchas otras cosas importantes transcurren en silencio. En un silencio tan perfecto y absoluto que ser¨ªa posible escuchar el eco que produce la l¨¢grima de una persona al caer sobre la almohada. La m¨ªnima respiraci¨®n que se siente cuando por fin se duerme despu¨¦s de llorar. Y el inaudible rumor de sue?os que flota sobre su lecho mojado.
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